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miércoles, 28 de agosto de 2013

Del tonto de capirote al friki

La Semana Santa es el espejo donde se refleja la historia de la ciudad. No hay periodo histórico que no haya dejado su huella en este palimpsesto que se ha ido escribiendo a lo largo de los siglos. Nuestra época no iba a ser menos, y en esta primera década del siglo XXI ya podemos registrar una aportación al acervo semanasantero.

Nuestra sociedad se ve invadida por individuos que buscan la fama efímera a corto plazo. Para ello son capaces de hacer lo que haga falta. Los famosos cinco minutos de gloria que uno ha dedisfrutar antes de doblar la servilleta son codiciados por estos personajes que pueblan los lugares públicos y que aparecen continuamente en los medios de comunicación.

Estamos hablando de un nueve espécimen surgido al calor de la sociedad de masas donde el homo sapiens le ha cedido el paso al homo ludens, o sea, al hombre que basa su vida en lo lúdico, en el juego, en la entrega desmedida a una afición que le permita rellenar su tiempo libre: el friki.

Permitan la confesión de este humilde cronista: si uno tuviera que escribir ahora el libro que Signatura Ediciones publicó en 1997, tal vez el título habría sido diferente. Porque los tontos de capirote han derivado en estos años en los frikis que dedican su vida a los aspectos más superficiales de la Semana Santa. El friki no está comprometido con la espiritualidad ni con el arte, al friki no le importan los cimientos religiosos ni la emotividad devocional.


El friki pasa olímpicamente de la rica historia que acumula y atesora esta fiesta que ha resistido el paso de los siglos. Ni siquiera se dedica, como el tonto de capirote, al disfrute del costumbrismo inherente a la celebración que engarza con ese concepto tan propio que se conoce con el nombre de sevillanía.

Nada de eso le interesa al friki, que se diferencia del tonto de capirote en su falta de pudor. Si el tonto de capirote es tímido y reservado a la hora de sacar a la luz su tontura, el friki es un desinhibido al que no le importa que todo el mundo se entere de sus aficiones. Es más: en su esencia está el exhibicionismo que le permite sentirse importante. El friki es consumista como la sociedad que ha provocado su perfil.

El friki vive en la realidad ficticia de Internet, no puede pasar sin el facebook y apenas distingue lo real de lo virtual. El friki está perfectamente informado sobre todo lo que ocurre en el seno de las bandas de música o de las cuadrillas de costaleros. En su ipod no faltan las últimas novedades del mercado discográfico, y en el coche los altavoces despiden esos duelos de cornetas o esos lamentos de las agrupaciones musicales que suenan en pleno mes de agosto, con la fresquita. ¿Fresquita? Al friki ni le falta la rubia helada ni el cubata de rigor, porque todo se reduce a disfrutar de una afición que en ese sentido se puede comparar con el fútbol, por poner un ejemplo.

La Semana Santa de Sevilla está volviéndose, en algunos aspectos, ciertamente friki. No hay más que ver los adornos pintados en algunos costales que podrían servir para abrir un Museo de los Horrores, o esas imágenes que se tallan como si su destino fuera otro recinto similar: el Museo de Cera.

Imágenes que se muestran en los escaparates de las tiendas de ropa o que emergen en el mar de botellas de güisqui, de ron y de ginebra que forman la bulla de la taberna kofrade de rigor. El kitsch se lleva a la máxima expresión y encima se presume del mal gusto que destilan esos nuevos iconos surgidos al calor de la banalización hortera.

Como decíamos antes, ahí es donde el friki se dibuja nítidamente: en su falta de pudor. ¿Cómo afectará este proceso a la Semana Santa del futuro? Ya se verá. Para los derrotistas, un dato. 

Esta fiesta ha sobrevivido a embates infinitamente peores y aquí sigue. Y en cuanto a la calificación moral del friki, que se encarguen otros de llevarla a cabo. Uno no quiere juzgar para no ser juzgado. Y tampoco es plan de tirarse piedras contra el propio tejado. Porque más de uno tiene –o tenemos- su puntito friki. ¿O no es friki salir en la tele comiendo ‘pescao’ frito mientras se habla de Semana Santa?











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