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miércoles, 28 de agosto de 2013

Historia de la Hermandad de la Buena Muerte

Hermandad de Nazarenos Congregantes del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora Reina de los Mártires.

Datos Históricos

Un grupo de jóvenes profesionales, mayoritariamente médicos y abogados de la alta sociedad cordobesa funda esta hermandad en el año 1943, conformando su primer cabildo de oficiales, a cuyo frente se hallaba el prestigioso médico don Enrique Luque Ruiz. La extracción social de sus fundadores y la ubicación en pleno centro de la ciudad de la Colegiata de San Hipólito dieron a la hermandad una imagen elitista, que, aunque pocos años después ya no se correspondía con la realidad, ha sido lastre permanente de su historia. 

En el año 1944 se aprueban sus primeros estatutos por el obispo Pérez Muñoz, integrándose desde entonces su escudo de armas como un elemento más de la heráldica de la hermandad. Los primeros esfuerzos se centraron en conseguir los enseres imprescindibles y en la incorporación de la talla del Crucificado, obra en madera de cedro que se encargó a uno de los imagineros más reconocidos de la época, el sevillano Antonio Castillo Lastrucci. quien también realizaría más tarde la imagen de Nuestra Señora Reina de los Mártires. 

En la madrugada del Viernes Santo de 1946 la hermandad realiza su primera estación de penitencia, sólo con el paso de Cristo, obra también del propio Lastrucci, inaugurando así una nueva jornada cofrade en la Semana Santa de Córdoba. Aquella salida de 1946 tuvo como prólogo el nombramiento de José María Pemán, pregonero de la Semana Santa de aquel año como hermano de la corporación. Durante la década de los cuarenta la hermandad realizó un recorrido circunscrito básicamente al centro de la ciudad, con salida de San Hipólito a la una de la madrugada y entrada al itinerario oficial hora y media más tarde, llamando siempre la atención lo acabado de su guión procesional. Buena parte de culpa tuvo en ello su hermano mayor fundador, a quien la hermandad de Pasión reconocía su valía en 1950 al otorgarle la medalla al mérito cofrade que entonces concedía. 

En el año 1951 se produce la primera salida del paso de palio de la Reina de los Mártires, una verdadera maravilla artística en muy poco tiempo concluida, y que combinaba lo mejor del genio creador de dos de los artistas más prestigiosos del arte cofrade contemporáneo, el orfebre Jesús Domínguez y la bordadora Esperanza Elena Caro. A lo largo de los años cincuenta la cofradía es una de las de vida más pujante, favorecida por el semillero de las Congregaciones Marianas, del que se nutrieron sus filas hasta entrados los ochenta.



Aunque siempre se asocia a esta hermandad con la madrugada del Viernes Santo, alteró su día de salida en los años 1961 y 1962, debido a las modificaciones del itinerario oficial, trasladado a la Judería y el patio de los Naranjos de la Santa Iglesia Catedral. En ambas ocasiones pasó a ser la primera hermandad de la tarde del Viernes Santo, saliendo de la Colegiata a las seis y media de la tarde y entrando en el palco de horas a las ocho y media. En el año 1963 suspendió su salida por la lluvia y en 1964 vuelve a la madrugada penitencial. En el año 1973 salió en la tarde-noche del Jueves Santo entrando en carrera oficial en penúltimo lugar, aunque la experiencia no debió ser positiva, ya que al año siguiente volvió a entrar en carrera oficial en la madrugada, aunque saliendo de su templo a las once de la noche. 

En el año 1978 la hermandad debió de salir solo con el paso de Cristo, debido al plante en la misma salida de os costaleros "profesionales" que debían llevar a la Reina de los Mártires; eran los años en los que las cuadrillas de hermanos estaban poniendo punto y final al viejo sistema de cargadores, y en ese ambiente la Semana Santa de este año resultó extraordinariamente polémica. 

El acceso al cargo de hermano mayor de don Lorenzo Domínguez se incorporan a la dirección de la hermandad un importante número de miembros procedentes de la cuadrilla de hermanos costaleros, de la que, desde mediados de los 70, disponía la cofradía. En el año 1982 accede al cargo de hermano mayor D. Antonio Miguel Capdevila Gómez. Con él se produce un cambio importante ya que aunque se mantienen miembros de mayor edad que ya habían estado en directivas anteriores o incluso de incorpora a alguno de los cofrades de mayor antigüedad en el censo de la cofradía, la mayoría de los componentes de la nueva Junta no sobrepasa los treinta años de edad. En estos años se procura la hermandad de jóvenes procedentes de movimientos alentados por la Compañía de Jesús que sirvan de sustitutivo a la antigua cantera de las Congregaciones Marianas, que acababan de desaparecer; así sucederá, sobre todo con los Montañeros de Santa María. Dentro de esta dinámica se inserta el Rosario de la Aurora de la Juventud realizado en 1982, una de las escasas ocasiones en las que la Reina de los Mártires ha dejado su colegiata de San Hipólito. También en estos años e afronta las necesarias restauraciones de las tallas de ambos titulares realizadas por Francisco Peláez del Espino (1984-85), la del paso de Cristo realizada por Ignacio Torronteras en el año 1984. En el año 1984, por cabildo de oficiales, se nombra hermanas de la Buena Muerte al resto de las cofradías cordobesas. 

Bajo el mandato de Lorenzo de Juan Luque se procederá a una nueva restauración de los titulares, se comenzará a realizar en el año 1990 la estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral y se llevarán a cabo las celebraciones del Cincuenta Aniversario Fundacional en las que además de una extensa relación de cultos y actividades formativas, tuvo lugar el pregón conmemorativo, a cargo de don Manuel J. Sánchez Fernández, quien años atrás había pronunciado el juvenil de la hermandad.

Aunque la hermandad admite en su seno hombres y mujeres, no es hasta el año 2004 cuando se aprueba que las mujeres puedan hacer estación de penitencia en la madrugada del Viernes Santo vestidas con túnicas de nazareno. La lluvia de ese año impidió que se produjese la incorporación de las mujeres a las filas de nazarenos, produciéndose esta incorporación en la madrugada del año 2.005 

Otro hito importante ocurre en el año 2.005, cuando con motivo de la celebración del Año de la Eucaristía y del XVII Centenario de los Santos Mártires, las Cofradías cordobesas decidieron realizar una Peregrinación Jubilar a la ahora Basílica Menor de San Pedro donde se encuentran los restos de los Santos Mártires cordobeses San Acisclo y Santa Victoria. Dicha peregrinación que se celebraró el día 19 de noviembre de 2005 estuvo presidida por Nuestra Señora Reina de los Mártires en su paso de palio y a ella se invitó a participar a todas las Hermandades y Cofradías de la provincia de Córdoba.


Imágenes

Santísimo Cristo de la Buena Muerte: La imagen del Señor es obra de Antonio Castillo Lastrucci en 1945 y ha sido restauradas por Francisco Peláez del Espino en 1984 y por Miguel Ángel González en 1991.



Nuestra Señora Reina de los Mártires: La Virgen también es obra de Antonio Castillo Lastrucci en 1950, restaurada también por Francisco Peláez del Espino en 1985 y por Miguel Ángel González en 1990.



Pasos Procesionales

Paso de Cristo de estilo Neobarroco, color caoba, iluminado hachones. La talla y el diseño es de Antonio Castillo Lastrucci (1945), restaurado por Ignacio Torronteras Paz (1984) y por Andrés Valverde Luján (1990).


Paso de Palio en orfebrería de Jesús Domínguez (1951), con candelería de 98 piezas. El relicario de los Santos Mártires de la calle central de la candelería fue realizado, en plata, por Díaz Roncero (1960).


Hábito Procesional: Túnica y cubre rostro negro y cinturón de esparto.
Estación de Penitencia: Madrugada del Viernes Santo

Su Templo

Real Colegiata de San Hipólito

La Real Colegiata de San Hipólito de Córdoba formó parte de un monasterio fundado por Alfonso XI el Justiciero, rey de Castilla y León, en 1343. El monarca fundó el monasterio como agradecimiento por su victoria en la Batalla del Salado, librada en el año 1340 y, también, para destinar la iglesia del cenobio a panteón real, pues Alfonso XI deseaba que en ella recibieran sepultura los restos de su padre, el rey Fernando IV el Emplazado, que había fallecido en el año 1312, y en esos momentos estaba sepultado en la Mezquita-Catedral de Córdoba, y también porque deseaba que sus propios restos mortales descansasen allí. El día 17 de julio de 1343, hallándose en el sitio de Algeciras, Alfonso XI el Justiciero donó al monasterio de San Hipólito diversos bienes que habían pertenecido a Martín Pérez y a Ruy Pérez de Castro, y que en esos momentos se hallaban en manos de la cámara del rey, y el sobernano encomendó a Fernán Rodríguez, su camarero mayor, la administración de los mismos.

En 1347, cuatro años después de la fundación del monasterio, fue elevado al rango de colegiata por el Papa Clemente VI, mediante bula emitida el día 1 de agosto de 1347, con el propósito de que en este templo pudieran ser celebrados los oficios en memoria de los reyes difuntos con la solemnidad adecuada. La devoción mostrada por Alfonso XI el Justiciero hacia San Hipólito aparece reflejada en un documento expedido el día 2 de octubre de 1333 en la ciudad de Sevilla, por el que ordenaba a los clérigos de las ciudades de Jerez de la Frontera y de Sanlúcar de Barrameda que celebrasen aniversarios por las almas de sus antepasados en diversas festividades y, especialmente, el día de San Hipólito, pues era el aniversario de su nacimiento.


Debido a la lentitud de las obras, sólo se realizaron la cabecera y el crucero de la iglesia durante los reinados de Alfonso XI y de su hijo y sucesor, Pedro I el Cruel, quedando inconcluso el resto del edificio hasta el siglo XVIII. En 1729, con el beneplácito de Felipe V, las obras para la terminación de la iglesia fueron reemprendidas, y en 1736, siete años después, se dieron por finalizadas.

Las obras realizadas en el siglo XVIII afectaron fundamentalmente a la nave, crucero y fachada de la iglesia, y fueron ejecutadas por Juan de Aguilar, con probable traza de Tomás Jerónimo de Pedrajas. A lo largo de los siglos XVIII y XIX se levantaron una serie de dependencias que dieron al conjunto de la Colegiata su fisonomía actual. En 1852 fue suprimido su título de colegiata, durante el reinado de Isabel II de España, aunque la iglesia siguió abierta para el culto, y a finales del siglo XIX fue cedida a la Compañía de Jesús a perpetuidad, que continúa regentándola en la actualidad. El revoco de estuco del exterior del edificio fue repuesto en 1994, siguiendo el modelo original del siglo XVIII, bajo la dirección del arquitecto Arturo Ramírez.






Recordatorio Buena Muerte


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