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jueves, 17 de marzo de 2016

El cáliz de Claudio: Un regalo por tu cumpleaños


Es seguro que cada una de las siguientes líneas son las más complejas que haya escrito en estos dos años. Y no se trata de una crítica feroz o de un asunto espinoso. Se trataba de hablar, de narrar, de contar lo que es parte de una vida y que en la vida misma se convierte, se transforma y la abarca con su todo. Y, reconociéndolo abiertamente, no sabía y no podía contar lo que esta parte importante de mi vida (la misma que comprende veinte de los veinticinco años de la Virgen de la Caridad) ha supuesto y pretender que alguien comprenda mis motivos, que son los mismos que los de cualquiera. 

Por ello, decidí preguntar a un grupo de amigos que han tenido a la Virgen de San Andrés en su vida como una constante. Inquiridos todos por lo que la hermosa Imagen mariana ha supuesto en sus vidas, su autor, creador y quien dio forma a este sueño, Miguel Ángel González Jurado, respondía lo siguiente: "Muchísimo en mi carrera. Entiendo con Ella que me convierto en imaginero, que estoy a la altura, porque esto es algo que te crees con el paso del tiempo. Le debo mucho a la Caridad y a Córdoba por aceptarla Como lo ha hecho".


Con todos y cada uno de los entrevistados me siento identificado. Si el sueño de conocer a Miguel Ángel, quiso la Virgen que se hiciera realidad, las palabras de Mercedes no dejan de identificarme tanto con ella: "Es recordar el "ansia" por hacerlo perfecto, o al menos, lo que entendíamos con esas edades, el convencimiento de que Ella era la definitiva, la que había llegado para quedarse en ese ultimo rincón que siempre nos hace volver a salir con una alpargata encallecida por los años, la que hace volver a los hijos a casa y la que hace que mientras te lo digo no deje de pensar en lo que hemos perdido en el camino y a los que hemos ganado. Para mi es saber que ganar, a lo mejor, no es lo importante. Lo bueno sí es haberme ganado ser el ultimo cirio que la acompaña, una pequeña luz que así purga sus faltas aunque así... eso no es penitencia".

Es un regalo y no este cáliz, sino aquel que pasamos hace años ya y la Virgen quiso que su último trago fuese dulce, como la caída de sus párpados infinitos. Por ello, preguntaba a uno de sus capataces, antes costalero y con el que tantas noches compartí. Antonio cuenta lo siguiente: "Entré en la cofradía sin conocer ni a la Virgen, por amistad con Alberto Rojano, que era del Señor. Y salí de cirial con Él. Al año siguiente, con 15, quería salir ya de costalero y me fui a la Virgen pensando que pesaría menos. Y de ahí han pasado 18 años y sigo sin faltar y mientras pueda estaré, por algo será. Digamos que soy cofrade de "bulla" y, de entrada, ni siquiera el estilo cuadraría conmigo, pero es algo que no sé ni explicar porque ahora no concibo un Martes Santo sin salir. Siempre me ha parecido preciosa, pero creo que desde mi enfermedad se ha creado un vínculo mayor pues iba mucho a la capilla en hora de misa con mi mujer y creo que llevé mejor el tratamiento por eso. Además, junto a la Virgen han salido mis dos hijos y no hay cosa más grande. De hecho, ayer fue el retranqueo y me los llevé y para mi ese día es como el inicio de la Semana Santa, no el Domingo de Ramos".

Francisco Márquez, antiguo hermano mayor de la corporación, me habla en primera persona y él habla así de Ella: "Seguro que no se expresar lo que siento por Ella. En la Virgen de la Caridad se sintetizan para mi todas las virtudes que atesoran las mujeres, te lo dice una persona para quien la mujer siempre ha sido el centro de su vida, mi madre, Mercedes, Paula y Clara. Cuando la Virgen de la Caridad llega a mi vida yo ya era profundamente mariano, pero coincide en el tiempo que el Señor me regala dos hijas, tú hoy ya sabes que no hay nada más importante en la vida que un hijo. Pues bien, desde el primer día, las puse en sus manos, le pido a Ella  que que las proteja bajo su manto, no hay día que no le de gracias a Dios por tenerlas y lo hago a través de Ella, cuando cada Martes Santo nos vamos vistiendo los cuatro con la túnica de la hermandad no pienso que voy ha hacer penitencia, qué motivos tengo, sino a darle gracias por ese regalo. Además en ese rostro que me transmite paz y serenidad siento también como una percepción de comunión con mucha gente que quiero, amigos, familia. En fin, no sé expresar lo que siento por Ella pero todo lo que amo en esta vida lo veo cuando la tengo delante".

Quería guardar para el final, la reflexión de alguien que, junto con Miguel Ángel, tuvo mucho que ver en la hechura de la sagrada imagen. Esta es la reflexión de Rafael de Rueda: "La Virgen de la Caridad supuso la consecución de un anhelo personal, largamente esperado, a pesar de la juventud de todos los que en aquel momento formábamos la junta de gobierno de la Hermandad. La posibilidad de que el autor fuera un amigo imaginero de carrera incipiente, pero cualidades inmensas hacía que viviéramos los meses de la ejecución del boceto en barro con una ilusión desmedida. El resultado superó todas las expectativas.


Hay imagineros que son capaces de hacer una imagen con unción cien veces y otros que no lo consiguen nunca y Miguel Ángel lo consiguió a la primera. Personalmente no creo que haya otra imagen con más unción que Ésta en la imaginería contemporánea. Haber visto como nacía del barro prácticamente cada día supone para mí un privilegio y un orgullo. Y además se une a que no fue una imagen para otra cofradía sino para la de mi barrio, aquella Hermandad joven y humilde en la que un grupo de amigos echamos los dientes y que nos marcó tanto como para que aun hoy sigamos en ese mundo contradictorio pero fascinante que es el de las cofradías. A veces me preguntan quién o qué hizo que me dedicara a lo que me dedico. La Virgen de la Caridad tuvo mucha culpa de ello".

Blas J. Muñoz


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