Blas J. Muñoz. Es Lunes de Pascua y la emoción de lo vivido
aun es muy fuerte. Parece que hace siglos que pasó todo, cuando apenas
hace cuatro días vivíamos un momento histórico cuando la Hermandad de la
Cena se adentraba por el Patio de los Naranjos. De esos instantes, así
como de los acontecidos bajo el palio de la Candelaria o dirigiendo a la
cuadrilla de la Virgen de la Trinidad hablamos con el capataz y
costalero Carlos Lara. Estas son sus reflexiones:
Candelaria
Lo del domingo de Ramos me dolió mucho. Fue algo que nos pilló de
sorpresa. Este año tenía muchas ganas de Candelaria, nunca se sabe
cuando será tu último año de costal, este en concreto hacia 31 que me
acerqué por primera vez a la Candelaria y este año mi espalda me ha dejado
entre ver que no voy a estar ahí siempre.
Trinidad
Lo del martes fue sublime. Los que llevamos palios
pequeños, sabemos que cada año es una aventura, un calzo mal puesto, un
remate de varal apretado más de la cuenta, etc, hacen que el palio no se
mueva correctamente o al menos como nos gusta a algunos (que en eso hay
debate).
Las chicotas se iban sucediendo y el palio iba como la
seda, la Virgen estaba espectacular, solo quedaba ver el trabajo de la
cuadrilla y su fuerza y como viene siendo habitual aprobaron con nota.
Cuadrilla, madura, alegre y con elegancia. Todo por Ella y para Ella...
creo que ha sido el mejor año del palio.
Cena
Lo de la Cena fue todo un reto. El año pasado le tomamos el
pulso a la cuadrilla y salió bien. Este había que hacer igual, no nos
podíamos creer nada de lo ocurrido el año anterior, estamos ante uno de
los pasos más pesados en Córdoba (si no el que más) y de los que más
lejos viene. Lo teníamos claro y así se trabajó durante los ensayos,
señores, andar, andar y andar, pero siempre con el son poderoso y
elegante de los grandes misterios.
Tuvimos momentos duros como la catedral por el terreno o la
salida de Santa Catalina. La cuadrilla demostró que tanto los ensayos
como la novedad de ir a seis por palo funcionó y la subida de la calle
de la feria fue algo brutal. Me pueden llamar lo que quieran, pero con
todo el respeto que le tengo a todas las cuadrillas, no he visto nunca
subir un misterio de esas dimensiones como lo hizo la Cena, un paso
detrás de otro y los costeros arriba fuertes, impresionante.
Tuvimos un momento muy emotivo que quiero recalcar y fue el
encuentro con los padres de la Asociación de Niños Autistas de Córdoba.
Una historia muy bonita que empezo en un ensayo con un niño llamado
Francisco.