Desde que me invitaron a escribir unas líneas en este
blog tuve claro que quería escribir de este espinoso tema y llevo días dándole
vueltas al coco pensando si seré capaz de expresar con concreción mi punto de
vista sobre el mismo, si seré capaz de transmitiros que no estoy en contra de
la caridad sino que lo que pido es dar un paso más en ella.
No os oculto que sospecho en algunas corporaciones hay
una “caridad política”, una caridad forzada por la demanda de los tiempos que
corren y que pretender ser más una justificación y una promoción del ente que
la promueve que un reparto de Amor, que es la verdadera caridad. La palabra
latina caritas se traduce como Amor.
“Deus caritas est”. ”Dios es Amor”. Amor que el cristiano tiene el deber de
repartir. Un mandamiento nuevo os doy: “Que os améis los unos a los otros como
yo os he amado”. Eso es caridad. ¿Cuántas veces la manera más fácil de no
entregarse en ayudar a alguien es quitárselo de encima con una monedas? Monedas
que poco solucionan y que solo arrojan una luz momentánea y fugaz sobre la
situación de quien las recibe porque su problema probablemente sea más derivado
de una situación de injusticia que de carencia. No tiene porque bienes porque
no puede acceder a ellos, porque los bienes que le habrían de corresponder los
tiene otro, no porque no existan. Conseguirá unos bienes momentáneos y al poco
volverá a la misma situación.
Hemos vivido una época, y no quiero entrar a juzgar si
seguimos viviéndola, en que nuestro país y nuestras finanzas se asimilaban a un
barril de agua lleno de agujeros por donde se salía la misma a chorros. Algunos
se empeñaron en echar más agua al barril pero a nadie se le ocurría tapar los
agujeros, con lo que el resultado lejos de mejorar empeoraba. Algo similar me
parece a mi esta “caridad fungible” (repartir bienes que se consumen y se
acaban). Por muchos bienes que entreguemos sin solucionar los problemas de
fondo nunca llenaremos el barril. Es indudable que hay situaciones de
emergencia que han de ser atendidas con urgencia, y que si nos entretenemos en
reparar los agujeros del barril puede que se llegue a vaciar antes de le
repongamos el agua y habrá que echar agua antes de empezar a reparar. Pero sin
duda si no reparamos los agujeros ya podemos echar el agua que queramos que
seguirá vaciándose incesantemente.
En la actualidad existe una gran demanda por parte de
todos los sectores de una mayor ejercicio de la Caridad, incluso en este blog
podemos encontrar varios artículos incitando a incrementar la caridad en las
Hermandades. Completamente de acuerdo en ello, pero parecen incitar a una
caridad fácil siempre recaudando comida, juguetes y bienes fungibles para
llenar el barril. A nadie que se le plantee recaudar bienes para los
necesitados puede negarse y todos acceden: Hermandades, Ateneos, Cabalgatas,
Bandas, Asociaciones de comerciantes, etc, etc., pero parece que la manera más
fácil de salir del paso y quedar bien es recaudar y entregar bienes fungibles
para un remedo momentáneo. “Quedamos divinamente y no nos complicamos más de lo
necesario”. “Este año, el dinero que pensábamos destinar al repaso de las
bambalinas lo destinamos a la operación kilo”, olvidando que quizá la bordadora
de aquel pequeño taller que se está quedando sin encargos y que con su escaso
sueldo llevaba a duras penas su casa acabe recibiendo de la Hermandad la comida
que ya no puede comprar porque arruinaron su trabajo. Por supuesto que el
ejemplo es demagógico pero vale para exponer el hecho de que el dinero que
destinamos a ese tipo de caridad a fin de cuentas lo estamos quitando de otro
sitio.
Se lo quitamos a otro que quizá pueda aguantar con algo
menos, pero que a fin de cuentas lo que hace es igualarnos pero por abajo,
hacernos a todos más iguales pero más pobres. Me parece muy fuerte, pero no me
voy a resistir, hablar del mal reparto de los bienes que llega a hacerse cuando
esa decisión de crear la bolsa de caridad se hace por salir del paso, por no
quedarse atrás, pero sin una dedicación comprometida, cuando se da por concluida
la operación solo con la recaudación. Todos sospechamos como en esta Andalucía
nuestra (y otros no se quedan atrás) hay verdaderos especialistas en el censo, magníficos
expertos en la falsedad, doctores en picaresca y familias que cada miembro está
empadronado en un sitio distinto para mejor acceder a todo tipo de ayudas y así
acumular la misma prestación varias veces en la misma casa. Repartir bienes en
estas condiciones es una tarea harto delicada y expuesta a ser engañados si no
se realiza con mucho compromiso, por lo que la ayuda además de no servir de
mucho a veces llega también donde no debe.
Desde pequeñito nos han explicado el trabajo de los misioneros con
aquella frase de “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un
día, enséñale a pescar y le darás alimento para siempre”. Este tipo de Caridad
misionera es el que propongo para las Hermandades. Dejemos esa caridad tan
fácil de repartir bienes a otras organizaciones con menos estructura social
tales como asociaciones varias y destinemos un equipo humano en las Hermandades
a enseñar a pescar, a tapar agujeros del barril, a una Caridad más elaborada y
comprometida, a dar formación, asesoramiento, apoyo, asistencia, empleo y en
definitiva a detrayendo los menos recursos del normal funcionamiento de una
hermandad conseguir la creación de riqueza. A veces vale más nuestro tiempo que
nuestro dinero. Dediquémonos a repartir amor en todos los sentidos.
cartujosereno
Recordatorio Reflexiones