He podido leer en los últimos días en distintos medios de comunicación (también en Gente de Paz) varios artículos en los que entiendo se intentaba justificar, de una forma u otra, el reconocimiento que la Hermandad de la Oración en el Huerto ha realizado recientemente a su capataz Luis Miguel Carrión Huertas. Ya usted sabe… Curro. Yo no voy a abrir un debate, entiendo a todas luces innecesario, sobre la conveniencia o no del homenaje en sí. No. Entre otras razones porque el mismo lo ha organizado su propia Hermandad y teniendo, por tanto, presente tal consideración creo que poco más hay que decir. Allá en su Cofradía es donde mejor sabrán ponderar sus méritos que, seguro, el homenajeado habrá realizado.
No. No soy yo el más idóneo para calibrar lo acertado del homenaje al popularísimo capataz. Pese a que lo mucho que se ha escrito en justificación del evento haga que por mi cabeza ronde la famosa locución latina excusatio non petita, accusatio manifesta. Pensamiento que veo reforzado cuando analizo detenidamente algunos de los argumentos esgrimidos para defender el reconocimiento. A fe mía que todos ellos serán rigurosamente ciertos. No me cabe la más mínima duda. Pero, ¿saben qué les digo? Que la mayoría de los mismos me resultan tan válidos para justificar el celebrado homenaje así como para defender, por ejemplo, las hazañas que en su día realizara el mítico Incitatus para propiciar su nombramiento como Cónsul de Roma a iniciativa de Calígula. No. No creo que a Curro muchos de sus bienintencionados defensores, paradójicamente, le hayan hecho favor alguno.
Yo, por mi parte, quiero hoy aprovechar la ocasión para homenajear desde estas líneas a los aproximadamente diez mil héroes que cada año salen a las calles de Córdoba de forma anónima ataviados con túnica, cubrerrostro o antifaz, capa y cordón o austeros espartos. A todos aquellos que abren majestuosos los cortejos con cirios al cuadril precediendo una Cruz o que portan insignias de grandísimo mérito artístico imposibles de asir de manera más o menos cómoda (muchas veces los artistas que diseñan atributos y las Juntas de Gobierno que dan el visto bueno a los mismos no piensan en las pobres criaturas que los tienen que sacar a las calles). A los penitentes disciplinados que no giran su cabeza ni sueltan su cruz para ver el caminar de sus amados Titulares, cuando tienen la suerte de haber sido ubicados relativamente cerca de los pasos de los mismos. A los que aguantan el frío del pavimento cuando caminan descalzos cumpliendo una promesa. A esos hermanos que mantienen la compostura cuando el dolor de piernas resulta tan inaguantable como la marcha que se interpreta tras el paso en el penúltimo giro a realizar antes de llegar a la última calle que recorrerá la Cofradía. A los ejemplares nazarenos que pasan por la sede de su Hermandad y nunca pide nada de la misma... solo el pequeño tesoro que es su papeleta de sitio. A los que se marchan a sus casas cubiertos -tal cual llegaron al templo horas antes- con la satisfacción interior de haber hecho un año más una hermosa y recogida Estación de Penitencia dando testimonio de su fe cristiana. Por tanto, a ti, NAZARENO, a ti, digo, que te alejas de cualquier tipo de protagonismo, de cualquier reconocimiento, a ti que no abandonas tu puesto con tu cirio encendido ni en las peores circunstancias… a ti te quiero dar GRACIAS, GRACIAS, Y MIL VECES MÁS GRACIAS por estar siempre ahí donde se te necesita. Porque, aunque humildemente no lo creas, sin ti no hay Estación de Penitencia alguna. Por querer seguir siendo parte de los que van camino de constituirse como lo único puro y exclusivo de la Semana Santa. Y es que en tiempos como los que corren con Imágenes Sagradas, pasos, cirios, costaleros, capataces, ciriales, incensarios con su incienso, niños con sus navetas, sacerdotes, músicos, engominados enchaquetados (conocidos, a veces, como servidores) e, incluso ¡hasta el propio azahar! pueden verse ya en distintas épocas del año. Pero tú, NAZARENO, tú eres único de la Semana Santa.
Vaya, pues, por todo lo dicho, nuestra más sincera felicitación desde aquí, NAZARENO. Y por supuesto también a ti, capataz, por tus 25 años al frente del martillo de María Santísima de la Candelaria.
No. No soy yo el más idóneo para calibrar lo acertado del homenaje al popularísimo capataz. Pese a que lo mucho que se ha escrito en justificación del evento haga que por mi cabeza ronde la famosa locución latina excusatio non petita, accusatio manifesta. Pensamiento que veo reforzado cuando analizo detenidamente algunos de los argumentos esgrimidos para defender el reconocimiento. A fe mía que todos ellos serán rigurosamente ciertos. No me cabe la más mínima duda. Pero, ¿saben qué les digo? Que la mayoría de los mismos me resultan tan válidos para justificar el celebrado homenaje así como para defender, por ejemplo, las hazañas que en su día realizara el mítico Incitatus para propiciar su nombramiento como Cónsul de Roma a iniciativa de Calígula. No. No creo que a Curro muchos de sus bienintencionados defensores, paradójicamente, le hayan hecho favor alguno.
Yo, por mi parte, quiero hoy aprovechar la ocasión para homenajear desde estas líneas a los aproximadamente diez mil héroes que cada año salen a las calles de Córdoba de forma anónima ataviados con túnica, cubrerrostro o antifaz, capa y cordón o austeros espartos. A todos aquellos que abren majestuosos los cortejos con cirios al cuadril precediendo una Cruz o que portan insignias de grandísimo mérito artístico imposibles de asir de manera más o menos cómoda (muchas veces los artistas que diseñan atributos y las Juntas de Gobierno que dan el visto bueno a los mismos no piensan en las pobres criaturas que los tienen que sacar a las calles). A los penitentes disciplinados que no giran su cabeza ni sueltan su cruz para ver el caminar de sus amados Titulares, cuando tienen la suerte de haber sido ubicados relativamente cerca de los pasos de los mismos. A los que aguantan el frío del pavimento cuando caminan descalzos cumpliendo una promesa. A esos hermanos que mantienen la compostura cuando el dolor de piernas resulta tan inaguantable como la marcha que se interpreta tras el paso en el penúltimo giro a realizar antes de llegar a la última calle que recorrerá la Cofradía. A los ejemplares nazarenos que pasan por la sede de su Hermandad y nunca pide nada de la misma... solo el pequeño tesoro que es su papeleta de sitio. A los que se marchan a sus casas cubiertos -tal cual llegaron al templo horas antes- con la satisfacción interior de haber hecho un año más una hermosa y recogida Estación de Penitencia dando testimonio de su fe cristiana. Por tanto, a ti, NAZARENO, a ti, digo, que te alejas de cualquier tipo de protagonismo, de cualquier reconocimiento, a ti que no abandonas tu puesto con tu cirio encendido ni en las peores circunstancias… a ti te quiero dar GRACIAS, GRACIAS, Y MIL VECES MÁS GRACIAS por estar siempre ahí donde se te necesita. Porque, aunque humildemente no lo creas, sin ti no hay Estación de Penitencia alguna. Por querer seguir siendo parte de los que van camino de constituirse como lo único puro y exclusivo de la Semana Santa. Y es que en tiempos como los que corren con Imágenes Sagradas, pasos, cirios, costaleros, capataces, ciriales, incensarios con su incienso, niños con sus navetas, sacerdotes, músicos, engominados enchaquetados (conocidos, a veces, como servidores) e, incluso ¡hasta el propio azahar! pueden verse ya en distintas épocas del año. Pero tú, NAZARENO, tú eres único de la Semana Santa.
Vaya, pues, por todo lo dicho, nuestra más sincera felicitación desde aquí, NAZARENO. Y por supuesto también a ti, capataz, por tus 25 años al frente del martillo de María Santísima de la Candelaria.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de Cola