Seguramente ya habrán escuchado muchas veces la expresión que da título a este artículo, pero, aunque no nos demos cuenta los cofrades, a muchos turistas les sorprende esto mismo, cómo nuestra Semana Santa y las cofradías suponen una "Catequesis para los sentidos" para todo aquel que la vive en algún momento de su vida, sea más o menos creyente, sea de aquí o de fuera, hable o no nuestro idioma; no hace falta preguntar ni hablar nada, para entender qué es la Semana Santa tan solo hay que vivirla y dejar que nuestros sentidos hagan el resto.
La Semana Santa huele a incienso y azahar, es algo que siempre tenemos presente y son aromas que asociamos directamente con alguna imagen en nuestra mente de un paso en la calle, de unos cultos en cualquier parroquia, de calles repletas de naranjos en flor y de olor a cera fundida ante una candelería de un palio.
La Semana Santa también se toca, afortunados somos los que podemos rozar con nuestros dedos a Nuestro Señor Jesucristo, portar su cruz, llevarlo a hombros en un Vía-Crucis, ser la mano que ayuda a pinchar su flor o su cera, a sentir el áspero esparto en los pies o simplemente portar un rosario en nuestras manos mientras rezamos.
La Semana Santa sabe a dulce, a torrija con miel, a esos viernes de cuaresma con un potaje de vigilia, a una cerveza amarga en una tertulia con los amigos, sabe a ese vaso de agua que calma la sed del costalero ante el esfuerzo de llevar a la Madre de Dios.
Por supuesto la Semana Santa se oye, de mil maneras y con miles de matices, suena a golpe de llamador, a bambalina golpeando el varal, suena a racheo de costaleros, a esa saeta que rompe el silencio de una plaza abarrotada de gente pendiente de su Señor, suena a golpe en la puerta del fiscal pidiendo que se abran las puertas del templo, a voz del capataz, a palermo llamando al nazareno para que ande; y sobre todo, suena a Oración, a Amarguras, a Macarena, a Saeta Cordobesa, suena a Silencio Blanco, a Eucaristía, a Pasan los Campanilleros, a todas esas marchas que inundan de música nuestras calles.
Y, por último, la Semana Santa se ve, imágenes que se quedan grabadas en nuestra retina, el dorado de un paso, la luz de una candelería, una cruz atravesando el azul del cielo, la mirada del Señor que penetra en nuestro corazón, por no hablar de tantos y tantos momentos que cada uno tendrá grabados en su cabeza, esas instantáneas que nunca se olvidan.
Por todo esto no hace falta hablar para explicar a alguien qué es la Semana Santa, simplemente hay que vivirla y sentir todo lo que nos da, dando rienda a nuestros sentidos, y encontrando a través de ellos el verdadero camino a la Fe, la que nos mueve a seguir trabajando para engrandecer aun más si cabe a Nuestros Sagrados Titulares y nuestra Semana Santa, ver como esta "Catequesis para los sentidos" cumple su función evangelizadora y nos acerca más a nuestra Fe.
Paco Afán
Recordatorio Entre lo Divino y lo Humano: Cuaresma Electoral