Buscando los orígenes de la festividad, hay que remontarse a la devoción eucarística que despunta después del año 1000. Pero la fiesta la introduce el obispo Roberto de Thorote en Lieja en 1247. Poco después, una bula de Urbano IV la extiende a toda la Iglesia. Era la primera vez que un papa imponía una nueva fiesta a toda la Iglesia de Occidente. Sin embargo, no sería universalmente aceptada hasta después de Clemente V y Juan XXII.
Con todo, ninguno de los tres papas que la promovieron aluden a la procesión eucarística, que se propagará a lo largo de los siglos XIV y XV. En las primeras noticias sobre esta procesión aparece como contenedor de la Eucaristía un arca, al parecer de madera, relacionada con el Arca de la Alianza del Antiguo Testamento. Hasta el siglo XV no hay referencias a las custodias de plata, que experimentarán su auge a lo largo del siglo XVI.
Estos modelos expresan el desarrollo teológico del misterio eucarístico, alrededor del cual se celebró en España la fiesta más importante del año durante cinco siglos. En ella participaba toda la ciudad con danzas y música, portando estandartes y símbolos que precedían la aparición de la custodia.
Custodias de Torre
Surgen en el Levante español, inspiradas en los relicarios italianos que se realizaban para las cabezas de los santos. Su intencionalidad era la de guardar oculto el Cuerpo de Cristo, según el criterio de “misterio sagrado” imperante en la época. Sin embargo, el mostrar el Cuerpo de Cristo a los fieles, especialmente en la procesión del Corpus, irá cambiando el criterio de ocultar por el de mostrar, apareciendo recipientes horadados en los que se pueda ver la forma consagrada.
En este marco se inscribe la “reinvención” de la custodia de torre protagonizada por Enrique de Arfe, quien invierte el criterio de ocultación, respondiendo al dictamen de la Iglesia; así, crea custodias “transparentes”, auténticas torres caladas, miniaturas de edificios en plata.
Algunos autores piensan que el origen de este modelo de custodia está en los sagrarios alemanes o flamencos del siglo XV, otros lo relacionan con la gran arquitectura en piedra (Torre de la Catedral de Burgos)...Pero quizá la relación más directa se halle en los retablos góticos, en los sagrarios-templete situados sobre el altar, ya que la función de la custodia era la misma que la del sagrario. Es fácil pensar que la idea inicial era construir un sagrario movible, y por tanto, lo más parecido posible al sagrario fijo del retablo.
La Custodia de la Catedral de Córdoba
Es una obra de arquitectura gótica, aunque con ornamentación de corte renacentista, realizada entre 1514 y 1518 en plata en su color y sobredorada; formada por tres cuerpos decrecientes cuya estructura consta de cuatro partes fundamentales: basamento, templete del viril, templete de la Asunción y templete de las campanas.
La Custodia mide 2,63 metros de altura y pesa más de 200 kilos. Su estilo es gótico, con planta dodecagonal, se compone de dos cuerpos con arbotantes y pináculos. El cuerpo inferior aloja en el interior el viril -pieza de cristal donde se coloca la hostia consagrada, y en el superior la imagen de la Virgen de la Asunción, bajo cuya advocación está la Catedral.
En su base se pueden admirar diversas escenas bíblicas, que destacan por su factura: se trata de figurillas de oro, labradas pieza a pieza, en bulto redondo que luego fueron colocadas en su lugar. El capitel sobre el que se asienta la columna es un añadido de época Barroca.
Basamento
Es de planta dodecagonal, de varios niveles y gran riqueza decorativa. El nivel inferior fue añadido en el siglo XVIII, y supone un documento gráfico interesante sobre la procesión del Corpus en la época. Muestra las tradicionales danzas profanas propias de la corte de Felipe II o III, además de costumbres folklóricas populares como “La Tarasca”, o el “baile de los seises”.
La Tarasca era un artefacto de madera y trapo montado sobre andas con ruedas y conducido por hombres desde su interior. Tenía forma de serpiente, dragón o tortuga con varias cabezas, una de las cuales se abría y cerraba prendiendo objetos. Durante años figuró en la procesión del Corpus en Madrid, adquiriendo la costumbre de quitar los sombreros a los espectadores, a los que se llamaba “guindas” (de ahí el refrán de “echarle guindas a la Tarasca”). Solían acompañar a la Tarasca dos figuras vestidas a la última moda.
Con Felipe II se prohíbe que la Tarasca forme parte de la procesión del Corpus, aunque años después resurgió en la víspera, acompañado de una comparsa precedida por “El Mojicón”, un personaje que portaba un bastón del que pendían unas vegijas sopladas. Este parece ser el motivo representado en el bajo-relieve de la Custodia de Córdoba.
Respecto al “Baile de los seises”, ya en la Edad Media existieron en Sevilla y Toledo los “niños cantorcicos”, que danzaban y cantaban ante el Arca del Sacramento en el Corpus, y que recibieron el nombre de “seises” por su número. Esta tradición aún persiste en la Catedral de Sevilla.
A pesar de que estas tradiciones han podido desvirtuar su sentido originario, no dejan de suponer una expresión espontánea de alegría popular ante el hecho de la encarnación de Cristo y de su Alianza. El relieve de David bailando delante del Arca, que acompaña estas escenas, así parece subrayarlo.
De hecho, el origen de estas danzas se remonta a los albores de la cristiandad, aplicadas generalmente a festividades eucarísticas, e incluso hubo casos en los que actuaban los clérigos, como en las “danzas de vísperas”, que fueron pronto suprimidas.
Es fácil comprobar que la historia de la Custodia se vincula a la historia de la Iglesia y también a la historia de lo cotidiano. Porque la fe siempre supone un diálogo de Dios con el hombre en el que Aquel sabe descender hasta hacerse tangible y cercano al hombre, posibilitando una respuesta de alabanza.
Siguiendo con la descripción del basamento, sobre este zócalo se asientan los restantes niveles. El primero se asemeja al friso de la Urna eucarística del Sagrario de la Catedral de Córdoba, y sobre este, otro con elementos vegetales y figuras sobre el que se asienta la estructura arquitectónica del primer cuerpo.
El último nivel del basamento lo compone un friso de dieciocho capillitas gótico-flamígeras que ofrecen escenas de la vida de Cristo. Se trata de figuras proporcionadas, de influencia italiana y flamenca. La narración comienza con la Anunciación y, tras detenerse en la infancia de Jesús, se centra en su vida pública, Pasión y Resurrección.
Se trata de un relato en imágenes de toda la historia de la Salvación. Es lo que causa la fiesta precedente, el motivo de alegría, lo que da sentido a todo lo demás. Dios se ha hecho carne, se ha hecho cuerpo, y con ello ha sacralizado lo corpóreo, ha redimensionado nuestra humanidad.
Templete del viril
Cubierto por cúpula, se encuentra el viril de plata sobredorada que regaló el Cardenal Salazar, que porta el Santísimo Sacramento, y que se protege con un cilindro de cristal. Se apoya sobre un friso manierista añadido al original de Arfe, decorado con un Arbol de Jesé.
Templete de la Asunción
Otra cúpula calada cobija una escultura en plata de la Virgen en su Asunción, que sustituyó a la imagen del Salvador. Alrededor hay un “bosque” de torrecillas unidas por delfines sobre los que cabalgan angelitos.
Templete de las campanas
También se le llama “de la paloma” porque, según referencias, durante la procesión del Corpus hubo una época en la que se colocaba en su interior una paloma como símbolo espiritual. A veces también se prendían espigas de trigo como expresión de gratitud por la cosecha. En la parte superior se asienta una corona de la que pende una de las catorce campanas que dan nombre al templete; rematando el conjunto, una figura del Resucitado.
Historia
El obispo Martín Fernández de Angulo encarga la realización de la Custodia del Corpus Christi a Enrique de Arfe, orfebre de origen flamenco que llegó a España con la Corte de Carlos I. Arfe ya había construido una en León y estaba inmerso en el labrado de la de Toledo. Empieza su obra hacia el año 1512, dejando el prelado en su testamento 500 ducados para la terminación de la misma. Contribuyó también con su aportación de 100 marcos el Arcediano don Francisco de Simancas.
La obra primorosamente acabada, se estrena el 3 de junio el año 1518 bajo el pontificado de don Alonso Manrique, año en que procesiona por primera vez. Su extraordinaria belleza causó gran impacto entre cordobeses. Es justo señalar que no fue sólo Arfe quien elaboró tan magnífica joya, sino que le ayudaron en su realización varios plateros cordobeses, (entre ellos Juan Ruiz El Vandalino) que aleccionados por el maestro alemán, perfeccionaron su arte y así pudieron sustituirle en su frecuentes desplazamientos a Toledo donde también estaba esculpiendo la Custodia de dicha capital.
Restauraciones
En el transcurso de los años, la Custodia ha sufrido varias restauraciones notables, que no han alterado ni su fisonomía ni su espectacularidad.
La primera fue hecha en 1616 por el platero cordobés Pedro Sánchez de Luque que le añadió y puso algunas piezas de plata.
La segunda restauración fue hecha 1735 también por el platero cordobeses Bernardo García de los Reyes, donde se le añadió un basamento y elementos decorativos barrocos realizados en plata con objeto de que se levantara y descollara más. Este basamento lleva grabada en él, de medio relieve las danzas del Misterio de la Festividad, empezando por el rey David danzando delante del Arca de la Alianza, siguiendo los niños de coro, y otros personajes del pueblo, en los resaltes doce ángeles con instrumentos musicales, otros tantos serafines y flores que en su conjunto componen ciento quince piezas. En el friso se representa la vida y pasión de Jesucristo que se plasman en 18 medallones de relieve entero, 24 piezas enrejadas, 24 pilarillos y seis entrepiezas en las que están descrito lo siguiente: la Anunciación, Nacimiento, Adoración de los Reyes Magos, la Huida a Egipto, Entrada en Jerusalén, Azotes, Ecce Homo, Pasión, Crucifixión y Resurrección. Todo este trabajo tuvo un coste 501 marcos, 7 onzas y medio real de plaza.
Al viril donde se coloca el Santísimo Sacramento, se le puso una corona de oro, quitando una de plata que tenía. Está este viril guarnecido por una parte de esmeraldas y por otra de amatistas que fue donado por el Cardenal Pedro de Salazar y Toledo, obispo de Córdoba. En la corona luce un brillante de gran tamaño cuya donación se debe al canónigo don Francisco Javier de Barcia.
La bóveda del primer cuerpo se le puso 63 piezas nuevas de diferentes tamaños que le faltaban. Sobre dicha bóveda, que configura un segundo cuerpo, se sustituyó un Resucitado de baja calidad por una Virgen de la Asunción en plata realizada en Milán, y que fue donada por el canónigo Bernardo Blázquez.
La última restauración data del año 1966 que fue aureolado con brillantes el viril.