Feliciano Montero es uno de los
compiladores de "Otra Iglesia. Clero disidente durante la Segunda
República y la Guerra Civil", una obra publicada por la editorial Trea. El
libro narra las vidas de aquellos curas disidentes o militantes de izquierdas
que, según Feliciano, "también son santos" (en el sentido laico de la
palabra) puesto que en muchos casos ejercieron actos heroicos como salvar la
vida de personas de derechas.
"Hay mártires en los dos
bandos, también en el bloque de los curas de izquierdas", afirma Montero,
lamentando que las historias de estos sacerdotes hayan sido en su mayoría
olvidadas. "Los únicos que nunca perdieron la memoria de lo que habían
sido durante la guerra y la República fueron los curas vascos", opina el
compilador del libro.
Como historiador, Feliciano es
consciente de que "la historia de la República y de la Guerra Civil no
pondera demasiado las posiciones de centro". Y esto se debe, a su parecer,
a que "la guerra elimina los matices, hay que definirse en blanco o
negro".
Pregunta (P): El libro trata un tema polémico,
controvertido y poco conocido. ¿Por qué hablar de "otra Iglesia"?
Respuesta (R): Porque los curas biografiados en
el libro tienen ciertamente una trayectoria diferente a la que fue la posición
mayoritaria, y la más conocida y reconocida en la historia de la Iglesia
española.
(P): ¿Existen características comunes
para poder definir a esos curas?
(R): Fundamentalmente son clérigos que
entran en un proceso de conversión hacia valores democráticos y republicanos, a
través del compromiso social o de ciertos contactos del mundo exterior a la
Iglesia católica. Son personas que van convirtiéndose a esos valores, lo que
hace que, cuando llega la República, se encuentran a gusto. De una manera
bastante natural. Y después, ante la situación dramática y crítica de la Guerra
Civil, según dónde les pilla, asumen posiciones heterodoxas para lo que era la
posición dominante en la Iglesia.
(P): ¿Fue compatible en esos casos la
identificación de los valores republicanos o de izquierdas y la pertenencia a
la Iglesia?
(R): Era peligroso, pero desde luego
sí era compatible. Más allá de las biografías más excepcionales de estos curas,
durante la República la mayor parte de la población creo que fue sinceramente
católica pero a la vez aceptó la República. En algunos casos de manera
accidentalista o posibilista, como "mal menor" según la teoría de
León XIII. Pero en otros casos, aunque fuera un sector minoritario, se aceptó
con más convicción. Aunque ciertamente al estallar la guerra la cosa se
complicó mucho más. La compatibilidad se hizo muy difícil, prácticamente
imposible.
(P): ¿Se sintieron esos curas
abandonados por su Iglesia, por su jerarquía?
(R): Sí. La guerra supuso una ruptura
para toda la sociedad española. Creo que la historia de la República y de la
Guerra Civil a veces no pondera demasiado las posiciones de centro. Es decir,
los matices. La guerra elimina los matices, hay que definirse en blanco o
negro. De ahí que todos los que estuvieran en una posición matizada eligieron
el exilio para simplemente desaparecer. En el caso de los curas también. Muchos
de ellos fueron también perseguidos y suspendidos de su cargo, aunque algunos
de ellos lograron posteriormente rehabilitarse.
(P): ¿Fueron los obispos mediadores en
el conflicto, o se comportaron de manera opuesta? Sabemos que en el 37
declararon el alzamiento como una gran cruzada. ¿Hubo posturas diferentes por
parte de algunos obispos o sacerdotes concretos?
(R): Justamente los sacerdotes que
aparecen en el libro son el testimonio de aquellos que fueron enemigos del
golpe de Estado de Franco. Hubo curas muy conocidos que asumieron una tarea de
propaganda en defensa de la República en medios católicos extranjeros,
criticando la legitimidad religiosa de la guerra. De modo que estuvieron
claramente enfrentados con la pastoral colectiva en esa guerra de propaganda.
Guerras de propaganda hay en
todas las guerras, pero en el caso de España lo que se discutía era el carácter
religioso o no de la Guerra Civil.
(P): ¿Cree que tenia un carácter
religioso la Guerra Civil?
(R): Creo que en parte sí. Pienso que
con la distancia histórica que tenemos hoy, y desde una mentalidad
post-conciliar con la que me identifico, es muy fácil desmontar eso. Pero creo
que hay que colocarse en el contexto de la época y escuchar los testimonios de
la gente que vivió aquello de cerca, sus autopercepciones. Una cosa es que
Franco y los militares utilizaran el elemento religioso, sobre todo cuando le
guerra se consolidó, para favorecer claramente su posición (y en esta operación
entraron los obispos, que se dejaron utilizar por el régimen, o se utilizaron
recíprocamente); y otra cosa es que efectivamente los fieles, los católicos,
vivieran la experiencia de la guerra con carácter religioso. Y yo creo que para
bastantes de los que participaron en la guerra, fue así. Y no cabe que nosotros
desautoricemos sus percepciones. ¿Quiénes somos nosotros para desautorizar a
quienes vivieron situaciones tan dramáticas, en las que les iba la vida? Tenían
sus condicionamientos, como tenemos nosotros los nuestros. Pero precisamente el
trabajo del historiador es tratar de comprender el contexto de la época,
intentar situarse en él. Desautorizarlo o descalificarlo desde parámetros
posteriores no tiene mucho sentido. Aunque se tenga que reconocer, por
supuesto, que hubo una manipulación y una utilización de ese carácter
religioso, y que se trató de transmitir al catolicismo internacional (no sólo
español) que había un respaldo de la Iglesia hacia un determinado bando, a
pesar de que medios franceses y belgas habían publicado que no. Que no se trataba
de una cruzada religiosa, y que la guerra no podía justificarse religiosamente.
(P): Como historiador, ¿cómo ves los
procesos de beatificación de los mártires de la Guerra Civil?
(R): Hay que reconocer que es
llamativa la evolución de la política de la Iglesia al respecto. Hay un
momento, en torno al 63 o 64, en que Pablo VI decidió que se paraban esos
procesos, y se paralizaron los que habían empezado inmediatamente después de la
guerra. El importantísimo libro de Antonio Montero sobre la persecución
religiosa está hecho en buena medida sobre la base de los estudios previos
sobre esos procesos, que estaban demasiado recientes.
Pues bien, la paralización de
todo ese proceso tuvo que ver con el espíritu del Concilio, pero sobre todo con
lo que significaba el proceso de reconciliación de la sociedad española, que
era necesario apoyar. No es casual que el proceso se recupere en un momento en
que la Iglesia cambia de orientación, con Juan Pablo II, cuando éste plantea la
reafirmación de la identidad católica. Es decir, el Papa plantea que no hay de
qué avergonzarse de ser católico, sino al revés, dar testimonio; y en ese mismo
contexto el Papa plantea una canonización masiva, de gente incluso anónima
(santos laicos, etc.). Por otro lado, coincide con un momento en que la
Transición se ha consolidado, y eso da pie a que se pueda replantear el tema
desde otra perspectiva.
Lógicamente esto fue percibido
por la oposición tradicional a la Iglesia, por los socialistas y por los
comunistas de Izquierda Unida como una vuelta al tiempo de la guerra. Pero yo
creo que no es así. Hay que distinguir, deslindar, el proceso de reconocimiento
de la fe de esos mártires, de esos sufrientes o víctimas de la guerra; de las
reivindicaciones que pusieron en cuestión la reconciliación y sus valores.
Luego está también el tema del
perdón. Siempre se ha dicho que la izquierda, los sectores anticlericales o la
oposición laica han criticado a la Iglesia que no haya pedido perdón. Pero yo
pienso que sí que hubo una petición de perdón muy temprana, que tiene que ver
con el proceso de pre-transición de la Asamblea Conjunta. Aunque no fuera
aprobado finalmente como conclusión, es un documento que obtuvo una mayoría
amplísima. La Iglesia del útimo quinquenio del franquismo funcionó en clave de
reconciliación. Y por tanto, en clave de revisión de lo que había hecho y de
petición de perdón de muchas maneras.
Hay otro aspecto que puede ser
más impopular o puede parecer que decirlo sea políticamente incorrecto, pero es
que por la otra parte tampoco se ha producido una petición de perdón verdadera.
Y el perdón tendría que ser recíproco. Pero ninguna de las dos partes
propiamente lo ha hecho.
(P): Si bien es cierto que los
mártires lo son no por una cuestión política sino por haber sido asesinados por
motivo de su fe, también es cierto que no hay procesos de martirio en el otro
bando. No hay ningún proceso iniciado de algún cura republicano o vasco que
también hubiera sido asesinado... ¿No hay mártires entre los curas que no
fueron asesinados por los comunistas o los republicanos?
(R): Volvemos a lo de antes: al
contexto de la época, en el que nuestros biografiados eran heterodoxos y
representaban justo lo contrario de lo que era la postura oficial mayoritaria.
En general, en el caso de nuestros curas disidentes o de otros militantes de
izquierdas que no cometieron actos de violencia e incluso que cometieron actos
heroicos por salvar a personas de derechas etc., es evidente que también hay
santos (en el sentido laico de la palabra). Es decir, que en el bloque de los
curas de izquierdas también hay "mártires".
Lo que pasa es que en este debate
hay un cierto error en el sentido de que la cuestión de los mártires al final
es una cuestión interna de la Iglesia. ¿Por qué entonces duele tanto o afecta
tanto a sectores que no son de Iglesia que sean mártires o no? Sería más lógico
que no los no creyentes pensaran "allá la Iglesia con ese tema".
Pero en el sentido de haber
ejercido virtudes heroicas (de generosidad, de perdón, de jugarse la vida por
salvar a las personas...), desde una perspectiva laica más amplia, creo que hay
mártires en los dos bandos.
(P): ¿Documentáis casos así en el
libro?
(R): Sí. Por ejemplo, el caso de un
cura nada conocido, el párroco de Mijas, Francisco González Fernández. Él se
fue decantando cada vez más por la República, se hizo maestro, abandonó la
parroquia (o le presionaron para que lo hiciera) y se fue a trabajar a una
escuela. Poco a poco se fue comprometiendo con la República, cada vez más,
hasta identificarse plenamente con la República Popular. Es un caso en torno al
que hay más preguntas que respuestas, porque acceder a fuentes o documentos es
difícil, pero los testimonios apuntan a que él siempre trató de mediar para
salvar a personas y familias.
Hay otros casos más conocidos de
anarquistas o socialistas que pasaron por la cárcel. Todos fueron represaliados
salvo aquellos a los que les pilló la guerra en territorio republicano y
lograron ir al exilio. Aunque el exilio también fue una represalia, pues no
podían regresar ni recuperar su identidad.
(P): ¿Cómo era la Iglesia con la que
soñaban estos personajes que se vieron obligados a abandonar su país y en
cierto modo también su ministerio activo?
(R): Hay dos perfiles: uno más de tipo
social, en el que fue el compromiso lo que les llevó a tomar posiciones
críticas con el contexto político y también con la propia Iglesia en la medida
en que no apoyaba decididamente ese compromiso. Y luego hubo también una
evolución intelectual en muchos casos hacia valores liberales y republicanos.
Lo curioso en ese sentido es que este fenómeno sería claramente un antecedente
de lo que es el espíritu del Concilio Vaticano II.
En el caso de uno de los
biografiados que aparecen en el libro y que ya era conocido porque aparecía en
otros, le dio tiempo a contemplar la Iglesia del Vaticano II, y a verse
reconocido a posteriori. Esto ocurrió en más casos, pero lo irónico es que la
Iglesia post-conciliar apenas reconoció esas trayectorias. Esas trayectorias y
esos valores quedaron verdaderamente olvidados, salvo los de algunos muy
destacados, que jugaron papeles principales como propagandistas durante la
guerra. Pero la mayoría ha quedado muy olvidada. Los únicos que fueron
reivindicados, tanto en el exilio como en el interior, fueron los curas vascos,
que tenían mayor peso como colectivo y que nunca perdieron la memoria de lo que
habían sido durante la guerra, la República y demás. Al igual que los
catalanes.
Pero el resto de curas
desconocidos no fueron reivindicados en el tiempo del Concilio como
antecedentes. Aunque uno al leer la historia se da cuenta de que efectivamente
son un anticipo.
(P): ¿Cómo vivieron estos biografiados
la persecución que en un momento se dio durante la República contra las órdenes
religiosas? ¿Cómo vivieron ellos, los curas que admiraban los principios de la
República, que en su nombre se desatara la violencia anticlerical antes incluso
de que estallara la guerra?
(R): La violencia antes de la guerra,
en el año 34 y en la época del Frente Popular, no fue comparable con la
violencia que se desató en el verano del 36, ya en un contexto de armas.
La pregunta que muchos autores
nos hemos hecho pero que creo que no está suficientemente plateada o estudiada
es la justificación que existe en el discurso republicano. Algo así como
"la Iglesia se lo merece". En la línea de la postura de autocrítica
de los sectores del catolicismo social más combativos y comprometidos, que en
vísperas de la guerra reflexionaban sobre lo que entonces llamaban "las
razones de la apostasía de las masas". Hacían una autocrítica muy fuerte
desde círculos de estudios y seminarios dirigidos a selectos grupos de
sacerdotes, y señalaban la responsabilidad de la Iglesia en el desafecto y la
desafección, e incluso en la violencia popular anticlerical. Es decir, que en
parte se entendió o se justificó esa violencia, aunque también hay que tener en
cuenta que durante la guerra las noticias de lo que estaba ocurriendo no eran
inmediatas. Habitualmente llegaban tarde y de manera confusa, sin calibrar las
situaciones.
Hubo republicanos católicos que
por defender la república justificaron totalmente la violencia anticlerical. En
cambio, otros de esa misma tendencia la criticaron. Así que hubo de todo,
aunque no está excesivamente estudiado, a pesar de que es un tema bien
interesante.
(P): ¿Quiénes son los estudiosos que
han participado en este libro?
(R): Yo he animado y coordinado el
libro, dándole una cobertura académica desde mi posición de profesor
universitario. Llevo tiempo coordinando un proyecto de investigación sobre el
catolicismo y el laicismo en la España del siglo XX, y dentro de ese contexto este
tema es muy interesante, porque en las biografías de estas personas se cruzan y
se pueden apreciar perfectamente esos conflictos. Creo que en general son
personas que experimentan una conversión hacia la laicidad, compatible con la
fe católica. En ese sentido, están en el cruce.
En el libro han participado
varios autores. Algunos de ellos están haciendo tesis sobre los clérigos
republicanos en el Parlamento de la República, lleva trabajando tiempo en
investigaciones de ese tipo y tienen una base de datos muy amplia sobre este
tipo de curas. Cada biografía del libro es el trabajo de una persona que se fue
agregando al proyecto, pero como equipo nos reunimos varias veces para
contrastar e intercambiar. Es decir, que hay un cierto trabajo colectivo dentro
de que cada capítulo tiene su autonomía. Pero el protagonismo principal
corresponde a los autores