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sábado, 28 de junio de 2014

Magna Mariana: La Virgen de Araceli, la primera coronada



Blas Jesús Muñoz. La primera Virgen de Córdoba y su provincia en ser coronada fue María Santísima de Araceli. Resta por confirmarse aunque parece evidente que sí su participación, en la Magna Mariana del próximo año. Entre tanto, y a expensas de que este proyecto se haga realidad tangible. En las siguientes líneas les exponemos la historia de su coronación canónica que, tan excelentemente detallada, aparece en su web:

"Como resultado del ambiente espléndido que, a partir de 1885, supieron imprimir las diferentes juntas o comisiones constituidas en Lucena para organizar anualmente las fiestas aracelitanas, en los primeros años del siglo XX, la idea de coronar canónicamente a María Santísima debió encontrar en Lucena un eco muy favorable, amplificado por las gestiones que por entonces se realizaban para la celebración de otras coronaciones de imágenes de singular devoción en diversas localidades españolas y andaluzas.

Alentados quizás por los devotos y en especial por los distintos capellanes aracelitanos, fueron los círculos eclesiásticos de Lucena los que tomaron la iniciativa para el logro de tan señalado honor hacia María Santísima de Araceli.

La primera noticia conservada al respecto la constituye una carta de fray Patricio Panadero, de la Venerable Procuración General de los Franciscanos de España en Roma, fechada el 10 de enero de 1908, que es respuesta a otra del arcipreste y párroco de San Mateo, don Joaquín Garzón, en la que este inquiría sobre las gestiones precisas para alcanzar de la Santa Sede la bula de la Coronación de la Virgen de Araceli.

Es probable que, una vez madurada la idea, se entendiera fuese necesario hacerla pública en la mejor ocasión posible. A tal efecto se eligió el último día de la novena de María Santísima en las Fiestas Aracelitanas de 1910, predicadas aquel año por el canónigo magistral de la Santa Iglesia Metropolitana de Sevilla el Dr. D. José Roca y Ponza, quien hizo suya la propuesta animando a los fieles a solicitarla a la jerarquía eclesiástica.


El día 30 del mismo mes, el clero secular y regular y un buen número de fieles suscribían una instancia elevada al Ayuntamiento en la que hacían patente el deseo de coronar canónicamente a la Patrona de la ciudad. En relación con el atuendo que se pensaba, había de llevar Nuestra Señora en el momento de la Coronación, era prácticamente unánime el sentir de que había de ser blanco, bordado en oro, a juego con el vestido que la Virgen estrenó en 1887.

Un impulso fundamental en el logro de la coronación provino de la visita a Lucena en las Fiestas Aracelitanas de 1923, del prelado de la diócesis don Adolfo Pérez Muñoz, que animó a los lucentinos a perseverar trabajando para el logro de su anhelado fin. Fruto de este renacido interés fue la constitución de una junta pro-coronación cuya presidencia ostentó don Juan Fernández de Villalta.

La junta inició inmediatamente el trámite para el logro de la bula papal, trabajando activamente en la recaudación de fondos a fin de elaborar las coronas. A partir de la primavera de 1923 las comisiones recaudatorias de dinero en metálico y de alhajas funcionaron activamente, por lo que dado el caudal de los donativos se acordó irlos depositando en una cuenta corriente en una entidad bancaria, al tiempo que se daba puntual cuenta de los ingresos mediante relaciones nominales publicadas en sucesivos números de la "Revista Aracelitana".

El día 13 de julio de aquel mismo año falleció súbitamente don Juan Fernández de Villalta, presidente de la junta. Su desaparición significó un durísimo golpe al proyecto, entre cuyos miembros surgieron serias discrepancias. Reunida la junta el día 20 inmediato, abandonó en principio la prosecución de la labor iniciada, acordando además su disolución "provisional" hasta conocer el dictamen del prelado de la diócesis.
               
La llegada a la capellanía aracelitana, en 1927, de don Manuel Osuna Torres, que en unión de don Joaquín Garzón retomó el asunto, aceleró en alguna medida el tema de la Coronación. De hecho, el nuevo capellán, tras un largo periodo de decaimiento, hizo renacer la devoción a la Virgen de Araceli. Momentos culminantes de su actividad fueron la celebración de dos espléndidas romerías al Santuario, repletas de actos, a comienzos del otoño de 1927 y 1928.

En noviembre de 1932 se iniciaban gestiones para proceder a la elaboración de las dos coronas. Tras diversas gestiones se designó al artista sevillano Cayetano González para que diseñara y elaborase las coronas para María Santísima de Araceli y su Hijo. El 24 de julio, el orfebre presentó dos diseños distintos de coronas. Acordada la elección, el costo de la hechura de las dos coronas sería de 14.000 pesetas, de las que se entregaban 3.000 a la firma del contrato, y las restantes dos terceras partes conforme lo fuera requiriendo el artífice; recibiendo este la última suma a la conclusión y entrega de las obras, lo que debía realizarse en Lucena el 31 de marzo de 1934.

Sobrepasada con creces la fecha estipulada para la entrega de las obras, aceptada y justificada especialmente por la calidad del trabajo del orfebre, el día 2 de septiembre del citado año se produjo la entrega del trabajo a satisfacción de las partes.
               
Las circunstancias políticas de la época republicana, la Guerra Civil y sus consecuencias socioeconómicas impidieron el progreso hacia su logro de la idea de la Coronación Canónica de María Santísima de Araceli. Fue necesario esperar hasta el 23 de marzo de 1943 para que el entonces alcalde don Francisco Moreno Güez, retomando oficialmente el proyecto de la coronación canónica de la Patrona, presentó una moción al Ayuntamiento en este sentido, que la Corporación aprobó de manera unánime.


Sin embargo, el fallecimiento del prelado Pérez Muñoz dio lugar a una nueva detención en el tema. No obstante, el proyecto vino a contar con dos importantes valedores: el nuevo alcalde de la ciudad, don Antonio Delgado Sánchez, y el Rvdo. fray Albino González, recién elegido prelado de la diócesis. en quien hallaron inmediato eco las instancias a él elevadas.
               
El 28 de octubre de 1946, por vía de urgencia, la Corporación municipal atendía la propuesta de su presidente, el referido Sr. Delgado Sánchez, para proseguir las instancias tendentes a coronar a María Santísima de Araceli "cuya Moción se sirvió aprobar por unanimidad el Ayuntamiento Pleno en la sesión referida" La acción del obispo fue inmediata y eficaz. El 22 de enero de 1947 presentaba en Madrid al Nuncio de Su Santidad, la documentación necesaria para el trámite. Las gestiones se encauzaron a través del cardenal Tedeschini, arcipreste de San Pedro, antiguo amigo del obispo de Córdoba. El 7 de marzo de 1947 se firmaba en Roma el breve pontificio de la Coronación de Nuestra Señora.

En cuanto tuvo Lucena conocimiento oficial del hecho a través de su Ayuntamiento, el alcalde, don Antonio Delgado, lo comunicaba al pueblo mediante bando, el 12 de mayo, haciéndolo en los mismo términos al día siguiente la Obra Pía de Nuestra Señora, invitando a la ciudadanía a adornar e iluminar las fachadas, y a la celebración al día siguiente, de una Salve y Te Deum en acción de gracias. Finalizado este acto, una manifestación multitudinaria y espontánea recorrió jubilosamente las calles de Lucena.

Para promover y coordinar los trabajos de la Coronación, en mayo de 1947 se constituyó la "Junta de la Coronación", de la que se derivaron, el 5 de junio de 1947, diversas comisiones específicas: de estatutos para la Cofradía, de Cultos, de Festejos, de Hacienda, Recaudatoria, de Propaganda, Cultural, de Beneficencia y de Alojamientos, que iniciaron de inmediato su labor. En los primeros días de marzo de 1948 tomó posesión de la alcaldía de Lucena don José de Mora Escudero, iniciando inmediatas e importantes gestiones relacionadas con la Coronación.
               
En la mañana del domingo 25 de abril, la Juventud provincial de Acción Católica, con sus banderas y guiones, en número aproximado a 3.000 personas peregrinó para, a las cinco de la tarde, acompañar a con el pueblo devoto, la imagen de María Santísima de Araceli, en su bajada a la ciudad, siendo recibida en la Puerta de la Mina por autoridades eclesiásticas, civiles y militares.

El día 2 de mayo, a las diez de la mañana un solemnísimo pontifical, en el que ofició el excelentísimo y reverendísimo arzobispo de Granada doctor don Balbino Santos Oliveira:
               
"... En el lado del Evangelio, situada sobre un espléndido trono de flores blancas aparecía la bellísima imagen de la Virgen de Araceli con su rico manto blanco bordado en oro, pero sin corona [...] Muy próximo a este trono, ocupó un sitial el Emmo. y Rvdmo. Cardenal Dr. D. Pedro Segura Sáez, arzobispo de Sevilla, asistido por los muy ilustres señores D. José Padilla Jiménez, deán de la S.I.C. de Córdoba y don Félix Romero Mengíbar, canónigo magistral. Enfrente se situaron los prelados de Granada, Jaén, Cádiz y Córdoba [...] En un lugar preferente estaba el Excmo. Sr. Ministro de Agricultura, D. Carlos Rein, representante del Caudillo en la ceremonia de la Coronación.

El templo estaba totalmente ocupado por personas procedentes de todos los puntos de la región, entre los que se encontraban gran número de sacerdotes y miembros de Ordenes religiosas. Durante la ceremonia el Coro Easo, de San Sebastián, interpretó brillantemente la Misa de Bartolomeus, a cuatro voces, dirigida por el Maestro de Capilla de la Catedral de Sevilla don Norberto Almandoz. Al final cantó el himno a la Virgen de Araceli, dirigido por el maestro Angel Galarza, director del coro y acompañado al piano por su propio compositor D. Luis de Aramburu [...]
               
Terminada la función religiosa, organizóse una procesión para conducir la imagen de la Virgen de Araceli al lugar donde había de ser coronada. Abría la marcha la cruz parroquial, a la que seguían los miembros de la Cofradía de la Virgen, clero regular y secular. A continuación iba el trono de María Santísima de Araceli, llevado a hombros por componentes de la Junta de la Coronación. Detrás seguía su eminencia el cardenal Segura y los prelados de Granada, Dr. Santos Oliveira; de Cádiz, Dr. Gutiérrez; de Jaén, Dr. García de Castro; y de Córdoba, Dr. Fray Albino González, y cerrando el desfile las primeras autoridades.

La corona de oro de la Virgen era portada en una bandeja por el Alcalde de la ciudad, D. José de Mora, y la del Niño Jesús, que lleva en brazos Nuestra Señora de Araceli, era llevada por el Excmo. Sr. Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento de Córdoba D. Alfonso Orti Meléndez-Valdés (...) En la fachada exterior de la iglesia de San Mateo fue instalado un gran tablado para el acto de la coronación, adornado con tapices y banderas nacionales [...]
               
Al llegar el trono de la Virgen a este lugar, fue depositado en lo alto del tablado, ocupando los prelados y las autoridades sitios preferentes. El capellán de la Virgen, Rdo. D. Manuel Osuna dio lectura al Breve de la Santa Sede por el que se concede la Coronación canónica. En este momento descargó un fuerte aguacero, a pesar de lo cual todo el público, dando muestras de su auténtica devoción y fervor, no se movió de sus puestos.

Rezadas las preces, el cardenal Segura y el ministro de Agricultura, subieron a una plataforma superior. Primero, el ministro ofreció a Su Eminencia la corona del Niño Jesús, del mismo estilo y características, aunque de tamaño más reducido al de la Virgen y el Cardenal se la impuso. Acto seguido colocó sobre la frente de la Virgen de Araceli la hermosísima corona. El instante fue de extraordinaria emoción que no pudo disminuir la lluvia, al tiempo que la Banda de Música del Regimiento de Infantería interpretaba el Himno nacional y las campanas eran echadas al vuelo."






Recordatorio La Virgen de los Dolores: La coronada de la capital más antigua de la Magna



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