Podría recordar al inigualable título de Paco de Lucía o a la enorme canción de Héroes del Silencio. Nada más lejos de la realidad. Sin embargo, el principio y el final del curso cofrade parecen ofrecer la paradoja de dos Magnas "extraordinarias". Con la primera abrimos este curso, mientras que la segunda, prácticamente, cerrará el próximo.
El Año de la Fe nos trajo un Vía Crucis que dejó tras de sí numerosos contrastes y un regusto agridulce en el paladar. Dulce porque, a nivel de respuesta, la convocatoria resultó mucho más que un éxito. No hay parangón que sirva para comparar la inmensa afluencia de público en aquella jornada para el recuerdo. hecho que viene a confirmar, de una parte, que las cofradías poseen un tirón indiscutible y que supera, con creces, a cualquier otra manifestación de las que tienen lugar en la ciudad. De otro, que un acto extraordinario supera, también con creces, la afluencia de visitantes que se produce en Semana santa, si bien, la misma no es ni mucho menos escasa.
Agrio, tal vez, en la organización y las formas. Al contrario de lo que está sucediendo con la Magna Mariana (parece que esa lección se ha aprendido), desde su anuncio oficial hasta el sí quiero de las hermandades implicadas, apenas se dio espacio al tiempo prudencial de reflexión y planificación que cualquier cofradía requiere para adoptar una decisión de tal calibre.
Los horarios tampoco fueron un dechado de pulcritud suiza o anglosajona. Y, si bien es cierto que con una Carrera Oficial similar, el número de pasos bajaría (de 19 a 12 la tarde del Domingo de Ramos, por ejemplo) y la facilidad organizativa aumentaría, no es menos cierto que los retrasos -en algunos casos- fueron desmedidos en lo que resulta tolerable para cualquier cofrade que se precie de serlo.
Una muestra de bandas
Ni en un certamen, festival o salón cofrade se tuvo la oportunidad de ver tanto número de bandas como durante aquella tarde-noche de septiembre. Un amplio elenco de formaciones de las que algunas hermandades hicieron de lo extraordinario excusa para probar cambios en el estilo. Y, en alguno de los mismos, las probaturas han resultado ser la antesala del cambio.
Blas Jesús Muñoz
