Este fin de semana pasado volvías, desde tu pequeño y humilde santuario al otro lado del río, a las calles de Torrenueva, para quedarte otro año más junto a nosotros durante casi un mes.
Aquí ya nos preparamos para celebrar la gran fiesta de Nuestra Madre, la Virgen de la Cabeza, reuniendo de nuevo a todos los torreveños, tanto a los que ya viven aquí, como a los que vivimos fuera. Estas fechas son sinónimo de júbilo, de congregación con familiares que por distintos motivos no podemos ver a lo largo del año, pero que la devoción de Nuestra Madre nos permite reencontrarnos estos días.
A parte de todo esto, esta fiesta es muy especial, es una fiesta que hay que aprovechar, la Virgen nos invita a renovar nuestra fe, afianzar nuestra cercanía al Señor y considerar nuestras relaciones con los demás.
Se trata de una consideración que deberíamos atribuirnos cada cristiano, conscientes de ser objeto concreto del amor de Dios, y que todo en nosotros es fruto de ese amor, a pesar de que esto hoy en día es difícil de valorar y sobretodo de creer.
Por este motivo, debemos tener en cuenta que no solo está presente en estos días tan señalados en los que nos unimos en la devoción que sentimos por Nuestra Patrona. Ella está siempre presente en todos los momentos de nuestra vida, conoce las preocupaciones, alegrías o tristezas que nos acaecen a diario. Aunque si es cierto que cuando está este mes en el pueblo, su cercanía se hace patente y todos buscamos un momento para ir a venerarla, entablando un diálogo entre Madre e hijos.
Así, solo me queda invitar a todo aquel que me lea a pasarse por este pequeño municipio manchego y que comparta con el resto de los visitantes la alegría singular de estos días.
Y como no podía ser de otra forma, este artículo me gustaría terminarlo diciendo: ¡Viva la Virgen de la Cabeza!, ¡viva Nuestra Patrona!, ¡viva Torrenueva!
Estela García Núñez
Recordatorio La Saeta sube al Cielo