Se va agotando el verano, se va esfumando como el humo de un cigarrillo y, poco a poco, los más inocentes, vuelven a pensar en pupitres, libros, lápices y juegos con sus compañeros de siempre. Sin embargo, cuando el mes de la vuelta al cole vaya al encuentro de su ecuador y los más pequeños se encuentren frente a la pizarra, lápiz en mano, soñarán Contigo.
Sus mentes volarán a los días en los que sus pies pisaban la arena, pero no la de la playa (que pisaron algún día que otro), me refiero a esas benditas arenas del Rocío. Esas que Tú hiciste blancas de pureza, de inocencia. Las que hiciste cuna para que miles de niños y jóvenes las pisaran cada verano y tenerlos tan cerquita, como a tu Bendito Hijo.
Algunos de ellos ni te conocían, fueron los primeros días que vivieron junto a Ti. Rezaron, cantaron, bailaron, jugaron... a tu lado, teniéndote cerca, muy cerca. Y todo gracias a esas hermandades que cada año organizan las colonias de verano en aquella aldea de la provincia de Huelva, final del caminar del peregrino por Pentecostés.
Hermandades que saben que el verano no es todo apalabrar futuros contratos, ni empezar a gestionar con entidades bancarias grandes préstamos para realizar una obra maestra con la que engrandecer su patrimonio artístico, sino que es tiempo para dedicarles a los que, por desgracia, no tienen todo lo deberían tener, y también a los pequeños de la Hermandad. Sí, para que ellos vivan con plenitud el Rocío, y de la manera que ellos saben, jugando, porque también se aprende así.
Mi admiración a esas Hermandades que, cada año, cada época estival, llevan de la mano a los que, algún día, llevarán las riendas de este país, de nuestra sociedad, porque gracias a ellas aprenden que con trabajo, compartiendo, ayudando y amando al de al lado, se puede llegar lejos.
Señora, que nunca se pierda ese espíritu jovial en nuestras hermandades rocieras, porque así de esta manera, se podrá construir un futuro mejor. No teniéndolos como soldados o como objetivos de bombas o rifles.
Los niños tienen que disfrutar, no ser las víctimas de las guerras de la humanidad.
Raquel Medina
Recordatorio Sendero de Sueños