Hoy os escribo para hablaros de una hermandad histórica. De un sentimiento que ha pasado de generación en generación, desde mi bisabuelo hasta mí. cuatro generaciones de un mismo sentimiento, de una misma pasión hacia unos Titulares y una hermandad. Señoras y señores, os estoy hablando de la Real Hermandad y Cofradía del Señor de la Caridad. Se me llena la boca al hablar de mi hermandad y por eso mismo voy a procurar ser lo más objetivo posible. Es una hermandad cuya casa se encuentra en la iglesia de San Francisco y San Eulogio desde el siglo XIX.
Hablar de esta hermandad es hablaros de historia viva. Una hermandad fundada en 1469, casi desaparecida en el siglo XIX y refundada en plenitud en 1939. 600 años de historia en los que por la hermandad han pasado reyes, nobles, militares y gran parte de la alta sociedad de Córdoba.
Hablar de la Caridad es hablar de la hermandad, que de no haber desaparecido, sería la más antigua de Córdoba. Pero el destino no quiso que fuera así.
Sus titulares: el Señor de la Caridad y su Dolorosa. Dos imágenes de gran belleza que con el tiempo han cautivado a miles y miles. Él, con el misterio y el secreto, desde su cruz y Ella, hermosa como siempre, desde sus pies, reparten caridad cada Jueves Santo por la tarde-noche. Y tras ellos desde hace 60 años, los caballeros legionarios del Tercio Gran Capitán que desde Melilla acuden a la llamada del Señor y de su Madre para acompañarlos y custodiarlos.
Mi bisabuelo fue uno de los que quedó cautivado por tal grandes imágenes y así se lo transmitió a sus hijos. Estos a sus hijos. Y estos a sus hijos, es decir, a mí y a tres más de mi generación.
En mi vida ocurrirán miles de cosas. Momentos para el recuerdo, momentos dolorosos, personas que llegarán para quedarse y personas que estarán durante un momento. Pero hay algo que no cambiará y es que mi amor y mi devoción hacia el Señor de la Caridad, su Bendita Madre y la hermandad nunca cambiarán haga lo que haga y pase lo que pase. Un sentimiento, una pasión llamada Caridad. A Ellos les digo desde estas líneas que sé que siempre me acompañarán y protegerán a donde vaya y haga lo que haga. Si acierto en mis decisiones, me lo dirán y si fallo, me lo dirán y me enseñaran. La Caridad, un sentimiento que en el Compás de San Francisco tomó la forma de un majestuoso crucificado y una Madre arrodillada que llora por su muerte.
Alberto Rider Cros
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