Estamos en diciembre, el mes para ser buenos y ser más falsos que Judas Iscariote, que no San Judas Tadeo que le rezo para que me quite las trampas pronto. Somos falsos porque nos hartamos de operaciones kilo, de ensayos solidarios, de recogidas de alimentos como si no hubiera un mañana. Pero luego, salvo excepciones, el resto del año hacemos muy poquito y, el que no tiene pa´comer supongo yo que se acordará de las campañas navideñas en marzo o abril cuando huele a incienso y las preocupaciones de los cofrades son otras. Porque a algunas hermandades, seamos sinceros lo que les preocupa es justificar la cuota de obra social ante su párroco.
Recuerdo hablar con cierto hermano mayor hace años y decía amargamente que eso del diez por ciento en obra social cómo iba a ser, que entonces cómo iban a hacer estrenos. Esa es más realidad que las campañas de recogida de alimentos. Aquél hermano mayor era tan espabilao que muchos y metía en las cuentas el sueldo del guarda de seguridad de su caseta de feria como obra social. Un ejemplo de solidaridad cofrade. Sobre todo, porque la cofradía en cuestión estrenaba y estrenaba por aquella época. Con menos criterio que el que tiene mi suegra, pero estrenaban y no sé si eso lo metían en obra social destinada al disfrute de los cordobeses.
Luego están los hermanos mayores que se aprendieron la canción de que somos Iglesia. Esa trova es muy moderna porque hace unos años a un hermano mayor le nombrabas a un cura y o te miraba mal o salía corriendo. Ahora, las cáritas parroquiales son su segundo hogar y visitan más al cura que a sus propias madres. ¡Qué lejos han quedado aquellos tiempos en que el clero decía, si quieres tener problemas mete una hermandad en tu parroquia! Ahora, todo lo que se recoge va a parar a las cáritas parroquiales. Lo malo es que seguimos sin ver con detalle lo que de verdad destinan las hermandades. Será mucho y no les da tiempo a contarlo.
Juan Antonio Martínez Aragón
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