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martes, 9 de diciembre de 2014

Una primavera en diciembre


Blas Jesús Muñoz. Hay un nombre de Mujer que nos besa con su aliento renovado; que nos acoge en el regazo tibio donde buscamos refugio; que nos acaricia la piel de la infancia que nos encontraba, sonrientes, en cada despertar mágico. La mañana nació al día teñida con el azul celeste de diciembre. La luz se construía intensa sobre el horizonte de la festividad que se renueva, de la ilusión que se marca bajo la piel de muchas de las imágenes que se renuevan en la devoción de cada nuevo besamanos.


Pocas jornadas al año se concitan con tanta intensidad en los anhelos del cofrade. Encarnación, Dulce Nombre, Salud, Esperanza del Valle, Trinidad, Gracia y Amparo, Alegría, Mayor Dolor, Reina de los Ángeles, Palma y Concepción daban cuenta de una sucesión de devociones que complementan la ciudad donde el Dogma surgió, desde un atril, para extenderse entre el sentimiento popular, allá por cada rincón donde la Santísima Virgen se concibe y se entiende en sí misma sin mancha de pecado original.


Cada 8 de diciembre el Dogma se renueva con la fe de sus devotos y se da cuenta de que el Adviento ha llegado. La alegría y el recuerdo se albergan en cada mirada que sabe que el ciclo ha comenzado. Mientras tanto, en el Salvador, la Inmaculada Concepción vivía la Fiesta de Regla de su Hermandad para dar cuenta, por un instante, de una primavera efímera, a las puertas mismas del invierno.














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