Blas Jesús Muñoz. A lo largo de esta serie hemos venido narrando de una forma absolutamente subjetiva aquellos hechos o acontecimientos que, a nuestro parecer, han marcado el devenir del año que hoy concluye. Y no es mal día, el último de cada año, para interrogarse qué es uno y que camino lo trajo y lo lleva en una existencia que es solo presente.
2014
Hemos dejado en el tintero muchísimos acontecimientos y no hemos vaticinado -porque no somos futurólogos- muchos de cuantos acaecerán. Sin embargo, no deja de permanecer el regusto en el paladar de que algo está cambiando y no para bien. Si miramos cada uno de los resúmenes y hacemos un muestreo más o menos riguroso de noticias podremos observar como la Semana Santa, en general, y en Córdoba, en particular, no pinta bien. Las cofradías se han mundializado de tal manera que se están banalizando a un ritmo galopante. Hasta el punto de que, como con el cambio climático, la verdad incómoda y el punto de no retorno están a la vuelta de la esquina.
Si miramos el giro del pregón de Semana Santa, la cantidad ingente de extraordinarias, el aumento de la beligerancia externa, la dimensión que han alcanzado capataces y bandas... Todo apunta a que nos encontramos en el punto e éxtasis orgásmico que precede al gran crack.
2015
No será un crack bursatil o macroeconómico. No. Es una ruptura con los valores que, hasta ahora -en mayor o menor medida- se habían venido respetando, pero el código parece haber caído en desuso y el nuevo código es que no hay código.
Todo vale. Todo es posible. Todo se ha desrregularizado y poco importa que alguien diga lo contrario. Puede que no llegue en 2015, o sí. Pero nos hallamos en la delgada línea que distingue esta celebración de la conmemoración de un solsticio o un equinoccio.
Todo importa tan poco que les pondré un ejemplo pavoroso. Se ha llegado a un punto en que una cofradía con dos pasos tiene aproximadamente 15 parejas de nazarenos. Suman, por tanto, 30 personas cubiertas. Si sumamos costaleros y equipo de capataces ya hay más que nazarenos. Y ¿saben? Da igual. Nadie se queja, nadie dice en voz alta que eso no puede ser. Luego se pasa uno por alguna iglesia, cuya hermandad está de cultos. Hay 17 personas y por faltar no está ni el Hermano Mayor.
Entre todos la mataron y solo ella puede resucitar. Qué pena de ciudad.