Ya ha llegado el día, ese día que esperan los cofrades, ya es Cuaresma, el tiempo de los ornamentos morados, de la austeridad y del examen de conciencia: ¿Merezco yo con mis actos ese cielo, la salvación, que le costó la sangre y la vida a Dios encarnado? ¿Servirán esas lágrimas que derramó su Bendita Madre? Dijo San Juan de Ávila: "Grande es como el mar su quebrantamiento". Pues, siete veces se le traspasó el corazón de dolor, y otras tantas seguirán traspasándose por dolor de nuestros pecados, y digo yo: ¿Sirvió para algo?, ¿sirve para algo la cuaresma? La cuaresma desgraciadamente se ha desfigurado, la fe de los que van a llenar los cortejos y bancas en los cultos de su hermandad está por ver. Ya no importa si Jesús sufrió o no, si dio su vida por salvarnos o no, lo importante ahora ha pasado a lo superficial, a las cañas tomadas los viernes de ayuno en un bar, al diseño del costal nuevo con olor a arpillera, al número de velas de un altar de cultos o al traje puesto para ir a la misa de regla… ¿Dónde está nuestra penitencia?, ¿Dónde está esa fe, que predicamos con esas medallas colgadas al cuello?
Las Iglesias en cuaresma… vacías, el Domingo de Ramos… vacías, en el triduo Pascual… vacías igualmente. ESA es nuestra fe, queremos ser el cirineo, cuando nos comportamos como fariseos, el cirineo, al menos, acompañó a Jesús hasta el Calvario, mientras, nosotros no nos dignamos ni a verlo en su casa. Jesús, después de 2000 años, vuelve a morir sólo en la cruz ¿Dónde están sus seguidores, sus cristianos?
Yo os lo recuerdo, nos hemos convertido en judíos errando por un desierto de egocentrismo, del YO, cuando es el ÉL, de adorar al becerro de oro. ¿Cuántos entran en la casa de Dios, donde habita y está REALMENTE, y no miran ni al Sagrario?, ¿de qué sirve adorar al becerro de oro en que hemos convertido las imágenes devocionales, si no adoramos al VERDADERO CRISTO que se encierra en el Sagrario?, ¿de qué sirve pelearse por ir más cerca de un paso, si más cerca que en la comunión eucarística no lo vamos a tener en vida? No, no nos esforzamos en ser católicos, porque nuestro pecado es la tibieza, el poner la excusa de: yo no soy practicante. Lo digo ya, no existen los católicos no practicantes, o se es católico con todas las consecuencias o no se es. La seña del católico no es creer en el Dios de los católicos, sino en llevar a cabo las exigencias que conlleva ser católico: ir a misa, confesar, practicar la caridad, y sobre todo, el amor; estos son conceptos inseparables, de nada sirve amar al prójimo si no se ama a Dios.
¿Merecemos pues que Jesús escuche nuestros ruegos si no escuchamos su palabra ni cumplimos sus leyes? Los católicos, pues, estamos en peligro de extinción, antes, el miércoles de Ceniza, se decía: "en polvo eres, y en polvo te convertirás", pero eso era antes, cuando realmente sabíamos de nuestra miseria, cuando creíamos en Él, cuando la Semana Santa era verdaderamente una semana de pasión, y el Viernes Santo era sinónimo de luto y soledad. Ahora se dice: "conviértete y cree en el evangelio", frase más acorde con los tiempos que corren, puesto que, si pocos creen, menos se convierten.
¿Cómo vivimos la Cuaresma?, ¿Cómo vivimos la hermandad en la que se basa una cofradía? Hay veces que me pregunto seriamente para qué sirven los esfuerzos de una hermandad montando unos cultos para no llenar ni dos bancas de la iglesia, o ¿de qué sirve jurar un Credo en el que no sabemos su significado ni creemos realmente?, ¿de qué sirve jurar un credo, jurar que creemos, en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, si no nos esforzamos en cumplir sus preceptos? Esto me recuerda a la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, porque es un crudo ejemplo de lo que nos va a pasar a nosotros, si seguimos este camino abocado a un triste final. Ya lo dice Abraham en la parábola: "Si no hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque un muerto resucite" Ese muerto para mí es Cristo.
Yo, propongo un compromiso cuaresmal a los que leyeren esto, en vez de disfrazarnos (que es lo que hacemos, puesto que se viste el que cree en lo que se viste) de costalero, penitente, acólito, etc., vamos a vestirnos de católicos, vamos a condenar ese carnaval en que hemos convertido la Cuaresma y la Semana Santa, vamos a evitar la excusa de la Cuaresma para disfrazarnos de todo eso en que nos disfrazamos. Si vamos a ser los pies, luces, incensarios y música para el Señor, vamos a aprovechar ese privilegio, que no derecho, para estar más cerca de él espiritualmente, para convencernos de que el único Dios que salva y escucha es ese escondido en la pequeñez del Sagrario. Y ya que, prácticamente la estación de penitencia carece de penitencia, vamos hacer la penitencia de ir a ver a Dios en la misa, a ese Dios que ha muerto, y ha resucitado, por mí y por ti, a ese Dios olvidado por nosotros, por esta sociedad superficial. Porque no cuesta ser cofrade, lo que cuesta es ser católico regalándole media hora a la semana, a lo largo de nuestra vida, a Dios, yendo a misa. Pero recuerdo, no sirve con ir solamente, sino en creer en el misterio de la presencia de Dios en la humildad de ese Pan y ese Vino.