Un Cabildo General de la Hermandad es la reunión de todos los hermanos con derecho a voz y voto, constituyendo el más alto órgano deliberante y ejecutivo de la cofradía. Tiene la capacidad y competencia para realizar todo acto de disposición a tenor de los estatutos y teniendo presente las normas canónicas y las disposiciones del ordinario del lugar. Sus acuerdos son vinculantes a todos los miembros de la Hermandad, incluso a los no asistentes y a los que hubieren manifestado su disconformidad.
Cuando este órgano toma una decisión, implica que todos los hermanos disconformes con la decisión tomada, tienen el deber de cerrar filas, apoyar sin fisuras algunas y poner los medios humanos y materiales para la realización de este acuerdo. Cualquier decisión que signifique: dar un paso atrás, no participar, oposición constante…, evidencia que dichos miembros están rompiendo la comunión y lesionan la caridad que ha de reinar y presidir la vida de la Hermandad.
Observo con tristeza, que la inmensa mayoría de los miembros de las cofradías no dan el valor que merece a este órgano de gobierno. Es patético asistir a asambleas generales ordinarias y tener como asistentes a 20 o 30 personas de una Hermandad que cuenta con numerosos hermanos. Es incluso paupérrima la afluencia cuando se trata de un Cabildo Extraordinario de Elecciones a Hermano Mayor, salvo que se presenten varias candidaturas. Y lo que es indigno e intolerable, es cuando los miembros que no han asistido, a posteriori, se dedican a cuestionar o crear un clima de oposición.
Igualmente me llama la atención cuando las distintas Juntas de Gobierno se inquietan o ponen nerviosas cuando en estas asambleas los miembros cuestionan, preguntan, rechazan… las propuestas o el modo de gestión que llevan. ¡Por favor! Un hermano mayor y su junta no pueden ni deben olvidar que esta asamblea es soberana y que ellos tienen un aval de cuatro años y que, ante todo, se deben al parecer de sus hermanos. Gobernar es servir, y eso debería estar grabado a fuego. Del mismo modo, todos los hermanos hemos de ir a estas asambleas con el espíritu de construir y de velar por que se cuiden todos los aspectos de la cofradía, no sólo la Estación de Penitencia, la contabilidad o proyectos estéticos. Hay muchas otras dimensiones a las que no prestamos la debida atención. Y por encima de todo, está el mejor patrimonio de la Hermandad: LAS PERSONAS.
Desde aquí, animo a todos los cofrades a descubrir y participar en las asambleas ordinarias y extraordinarias, eso será un signo evidente de que a los hermanos les importa su cofradía y el culto y devoción a sus sagrados titulares.
José Juan Jiménez Güeto