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viernes, 27 de enero de 2017

El Cirineo: Fin de ciclo


Mentiría si dijese que no me han sorprendido determinadas actitudes de las que he sido testigo en los últimos meses y haciendo examen de conciencia, he de reconocer que algunas de las reacciones han venido derivadas por acciones u omisiones de quien les habla. Dicen quienes nos quieren que lo más les gusta de este pequeño rincón de libertad es que hablamos con una claridad meridiana. Precisamente la misma característica que odian profundamente quienes no nos cuentan entre sus amigos y despotrican adjetivos gruesos inmediatamente después de nuestros nombres, minutos después de haber devorado con fruición lo que hemos publicado, porque con nuestra página ocurre algo similar a lo que sucede con Sálvame -qué curioso que algunos sigan utilizando ese insulto aún después de la marcha de Jorge Javier- o El Chiringuito. Casi nadie reconoce que los ve a diario y los critican con fiereza pero luego casi todos conocen al dedillo sus contenidos.

Alguno pensó de manera ilusoria, que colgarnos ese sambenito supondría desautorizar cada cosa que contamos. Se equivocaba de plano, como se equivocaban, con y sin alzacuellos, quienes con una ridícula jugarreta pensaron que nos destruirían para quedarse con la cuota de mercado que con nuestro esfuerzo –he dicho nuestro, los tiempos del mío pasaron felizmente a mejor vida- hemos ido labrando paulatinamente. Es cierto que tuvimos un instante de flaqueza, y entono el mea culpa por ello, como lo es que la rápida reacción de algunos de quienes comparten camino conmigo y han demostrado que la palabra amistad va mucho más allá de interminables y al parecer vacías charlas a altas horas de la madrugada, logró que esa debilidad apenas durase unas horas. La duda pasó, mucho antes de lo que algunos ni siquiera imaginan, que puestos a jugar con los tiempos todos sabemos hacerlo, y la seguridad en que el equipo siempre está por encima de las individualidades, por mucho ego que estas manejen. El devenir de los acontecimientos vino a demostrar que quienes quisieron cambiarnos el apellido, minimizándonos, habían errado a la hora de medir con propiedad el potencial del grupo y la cabezonería que atesoramos. Y así, el tiempo ha terminado poniendo a cada cual en su sitio, unos a lomos de la libertad que siempre fue nuestra única bandera y otros haciendo encajes de bolillos arrodillados frente al dueño del cortijo, compartiendo miserias con los mismos que antes de ayer eran objeto de sus críticas furibundas.

Me prometí a mí mismo que jamás entraríamos en una disputa estéril que sólo interesa a quien cabalga por detrás y pretendo cumplirlo a rajatabla. Sirva esta frase de aviso para navegantes, no se cansen, no habrá recompensa. Si alguien espera que determinadas acciones infantiles provoquen una reacción, que pierda toda esperanza, ya estamos muy talluditos para eso. Somos nosotros, en el ejercicio legítimo de nuestra libertad cuyo significado algunos desconocen, quienes marcamos los temas y los tiempos, y nadie más que nosotros; ya debería haber quedado suficientemente aprendido. Retorcer un titular, presuponiendo que con ello se enmienda la plana a otros, creyendo que con ello se abre una grieta y se empieza una guerra resulta pueril, al tiempo que denota un desconocimiento absoluto sobre la personalidad de aquél a quien se pretende provocar. Hay quien parece no haber aprendido nada con los años.

Ahora, Gente de Paz finaliza un ciclo de una corta pero intensa existencia, un periodo que concluye inaugurando una nueva puerta que en la frontera invisible que separa el viernes del sábado, a lo largo de esta madrugada, se hallará abierta de par en par para todos, los que nos aman y los que nos odian, los que ocasionalmente acuden a nuestra orilla y los que a diario nos honran bebiendo de nuestro humilde venero. Una nueva etapa camino de la soñada profesionalización que algunos creyeron que jamás llegaría, dejando atrás la etapa del blog, que tantos utilizaron como menosprecio sin ser conscientes que nuestro éxito estuvo siempre fundamentado en la sencillez y la cercanía con quienes nos leen, en la verdad de lo que contamos y en el lenguaje directo de quienes dicen lo que piensan, sin ambages, sin miedo a que alguno se moleste por decirle a la cara lo antes nadie más se atrevió a decir. Y eso no precisa de una estética depurada y a las pruebas me remito. Haber conseguido con nuestra humilde imagen corporativa lo que jamás habíamos soñado, con este look artesanal de andar por casa, siendo unos "simples aficionadillos", lejos de servir de bandera para quienes no son nuestros amigos, debería hacer reflexionar a más de uno.

En unas horas saldrá a la luz el nuevo Gente de Paz, que ha de ser la bandera de un proyecto que se lleva fraguando en silencio desde hace meses y que está por ver hasta dónde es capaz de llegar. Un proyecto de un grupo de locos que sigue apostando por esta bendita locura, desde la absoluta independencia, porque ahí están todos los que cada día nos siguen para darnos la fuerza que a veces falta. Un proyecto que pasa por la conversión en medio de comunicación que ya es jurídicamente un hecho y que se materializará en el primer diario digital íntegramente cofrade de la ciudad de Córdoba, con el objetivo de un crecimiento que ya es un hecho en lugares como Sevilla y que empieza a desarrollarse en Granada o Cádiz, y sobre todo con vocación de permanencia, porque vinimos para quedarnos, le pese a quien le pese, que no le quepa duda a nadie.

Guillermo Rodríguez
Director de Gente de Paz



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