Hace unas semanas mi compañero Blas Jesús Muñoz escribía en su sección semanal “El cáliz de Claudio” un artículo descorazonador en el que expresaba que ojalá no fuese cofrade. Cualquiera de los que hemos vivido en este universo gran parte de nuestra vida somos conscientes de que son múltiples las ocasiones en las que uno experimenta sensaciones idénticas derivadas de la podredumbre que en ocasiones aflora en este mundo en el que la humanidad, la hermandad y el respeto al prójimo brillan por su ausencia con muchísima más frecuencia de la que sería deseable.
Los acontecimientos que se han desarrollado a orillas de Capuchinos en la última semana representan un excelente ejemplo de la vergüenza que sentimos muchos cofrades por estar rodeados de especímenes de determinada calaña, algunos de ellos ocupando puestos de relevancia en ciertas corporaciones y destrozando hermandades que tenían una estabilidad que algunos de estos sujetos se han encargado de hacer desaparecer de la faz de la tierra.
Si, queridos lectores, hoy el Cirineo les trae otro de esos artículos que harán las delicias de los buscadores de mierda dentro de las cofradías para meter en el mismo saco de basura todo lo que huela a incienso y justificar los ataques que venimos sufriendo en los últimos tiempos. Pero convendrán conmigo en que son tantas veces las que nos lo buscamos que en ocasiones uno llega a pensar que cierta parte de culpa de lo que se nos está viniendo encima tenemos. Lamentablemente en los últimos tiempos, las cofradías somos ejemplo de bastante poco. Y también convendrán conmigo en que el silencio no hace más que perpetuar la injusticia, los problemas nunca desaparecen por ciencia infusa.
Lo ocurrido en la hermandad de la Paz con la destitución de Rafael Muñoz al frente de la cuadrilla de la Paloma de Capuchinos ha sido sencillamente lamentable, un espectáculo bochornoso perpetrado por sujetos que no tienen ni la más remota idea de la trascendencia que tienen ciertas decisiones, y mucho menos cuando afectan a una hermandad como ésta.
Dejando aparte que una Junta de Gobierno es absolutamente soberana para tomar una decisión de estas características, nadie lo pone en duda, de ser ciertas las informaciones que han trascendido, las formas han sido una vergüenza para todos aquellos que somos hermanos de la corporación capuchina. Si un hermano mayor, que se permite el lujo de decir que no concede entrevistas porque no es un político, dando muestras de lo lejos que está de las obligaciones de su cargo y de alcanzar a comprender la relevancia que de él se deriva, es incapaz de gestionar una crisis como ésta, medir las consecuencias y la trascendencia de una decisión que sitúa a la corporación que preside en el centro de la tormenta, provocando con su incompetente manera de proceder un terremoto de proporciones bíblicas, es urgente que tome la única decisión honrada que puede tomar, a esta alturas: presentar su dimisión de manera inmediata. Aquí no hay medias tintas señor Aguilar, ni se arregla eliminando comunicados de páginas de Facebook. Más allá del pensamiento que pudiese tener al respecto de la decisión adoptada, la responsabilidad es suya, no puede sacudirse los hombros ni eludirla. Lamentablemente, considerando la que usted y los suyos han montado, ocupa el cargo de hermano mayor y por tanto es el máximo responsable de las decisiones que toma su junta y por supuesto de la manera en que estas se ponen en práctica. Hay quien dice que en la reunión que mantuvo con el capataz cesado usted llegó a decir que no compartía la decisión. Yo quiero creer que esto no es cierto, porque de serlo implicaría una cobardía por su parte que prefiero creer imposible. Cobardía porque si una junta que usted preside adopta una decisión que implica destituir a su capataz en contra de su criterio, debía haber dimitido en ese preciso instante y porque aún en el supuesto de que tuviese el estómago de tragar que, siendo el poseedor de la vara dorada, su voz no pinte nada y que las decisiones se tomen en contra de su voluntad, lo mínimo que tendría que haber hecho es asumir la decisión de su junta como propia y nunca, nunca, querer quedar bien con una persona a la que se le ha hecho un daño infinito, al que se ha infringido una humillación intolerable, escudándose en que la decisión la han tomado otros en contra de su opinión, y que usted no quería... Cualquiera de estas opciones sería de una cobardía tan grande que quiero creer que es imposible que sea cierta. Un hombre que se viste por los pies jamás actuaría de este modo.
Le pese a quien le pese, Rafael Muñoz forma parte de la historia de la hermandad de la Paz, algo que jamás sucederá con algunos que hoy por hoy ostentan un miserable carguillo, y cualquier decisión que hubiese implicado que dejase de ser responsable de la cuadrilla del palio de Nuestra Señora exigía necesariamente una solución mucho más inteligente. Revísese lo ocurrido cuando su padre, uno de los capataces más grandes de Córdoba y el más importante de la historia de la Paz dejó de ser titular del martillo del paso de palio. No hubo crisis alguna. Aquello se gestionó sin hacer ruido y con una inteligencia que ha sido inexistente en quienes rigen los destinos de la hermandad en la actualidad.
Rafael Muñoz Cruz ha dedicado gran parte de su vida a la hermandad de la Paz, construyó una cuadrilla con su esfuerzo y el de los suyos y no merecía en ningún caso ser destituido de una manera barriobajera, con nocturnidad y alevosía y mucho menos ser sustituido por alguien que no tiene ninguna experiencia en llevar un palio (algo imprescindible y que debería saber el señor Aguilar si fuese capataz y no un señor que se viste de negro el Jueves Santo) y cuya capacidad, en mi opinión y en la de muchos, dista un mundo de la necesaria para gestionar un palio como el de la Paz. Créanme que me duele decir esto de alguien a quien respeto profundamente como persona y al que jamás he escuchado una palabra más alta que otra, (no puedo decir lo mismo del equipo que le rodea, con una única excepción que ya estaba ahí en tiempos de Juan Berrocal), pero somos muchos los que pensamos que no tiene lo necesario para ser capataz del paso que lleva, y tampoco para serlo del palio de la Paz, y ha llegado la hora de que esto que muchos compartimos se diga en voz alta. Esta situación es similar a la que vivió Del Bosque cuando fue sustituido por el segundo de Ferguson. Que a Del Bosque le echasen de mala manera ya debió ser en sí mismo humillante, pero que además su puesto lo ocupase un segundo espada, imagino que lo haría aún mucho más duro. Por cierto, el señor Mengual bien haría en poner sus barbas a remojar, vaya a ser que todo esto no sea más que una maniobra de distracción y una decisión transitoria para que un tercero con ansia de martillo ocupe el cargo con el que sueña y que a todas luces no merece.
Ahora, muchos se muestran sorprendidos, como si todo esto les hubiese pillado de improviso, cuando justo hace un año la candidatura del señor Aguilar tuvo que apresurarse en anunciar en sus redes sociales que seguiría contando con ambos capataces en caso de vencer, ante los insistentes rumores que aseguraban lo contrario. Otros ya veíamos venir este desastre cuando manifestamos públicamente que entendíamos que no era la persona adecuada para gestionar una hermandad como la Paz. Lamentablemente el tiempo nos ha dado la razón, les aseguro que jamás me hubiera gustado más estar equivocado, y que este fuego nunca se hubiese producido, un fuego que puede ser extraordinariamente complicado de extinguir.
Porque son varias las voces que opinan que esta decisión no busca únicamente que el llamador de la paloma cambie de mano, sino que lo que subyace es algo mucho más profundo y que aquella oposición que tuvo el vencedor en las pasadas elecciones precisamente bajo las trabajaderas del palio de la Paz, y sobre todo la posibilidad de que se traduzca en el futuro en una candidatura alternativa a la hipotética reelección, han influido de manera considerable en la decisión que ha provocado un terremoto junto al Bailío. Ténganlo en cuenta aquellos que, en la lógica impulsividad del momento, han manifestado abandonar, porque eso supondría dejar vía libre, caso de ser éste el verdadero objetivo de esta maniobra.
Se fraguan reuniones, se celebran cenas y se multiplican las conversaciones para evaluar la triste situación en la que la hermandad se encuentra a la luz de los acontecimientos. El volcán ha estallado y las consecuencias pueden ser absolutamente imprevisibles, ahora bien, si todos los actores que están realizando los mencionados contactos, todos, no demuestran la grandeza, los arrestos y la humildad necesaria para asumir su responsabilidad en la realidad actual de la hermandad, que ahora mismo es cualquier cosa, menos un ejemplo de Paz capuchina, todos estos contactos serán estériles y sus voces se limitarán a un infantil pataleo. En cambio, si son conscientes de que lo que está sucediendo es consecuencia del nefasto gobierno del anterior hermano mayor (cuyo nombre no descarten, irónicamente, que salga para salvar a la hermandad del caos) y de la división interna que provocó su mandato y la campaña electoral que lo precedió, -como la resurrección de las dos Españas se inició con Zapatero y la aparición del chico de la coleta no es más que la herencia de su gestión-, y que la culpabilidad de esta situación está repartida más allá de quienes pululan entre los muros de lo que un día fue una casa hermandad, por acción o por omisión, será imposible construir un futuro de estabilidad sobre las cenizas actuales.
Solamente desde la asunción de esta responsabilidad compartida es posible tener la humildad necesaria para olvidar las diferencias personales y trabajar por un bien superior. Hace tiempo que personalmente perdí toda esperanza de que esto suceda, pero si existe una pequeña posibilidad de que así sea, ahora es el momento de levantar la voz ante la injusticia y el desgobierno, denunciando a los responsables del caos, mostrándoles la puerta de salida si es necesario, pero sobre todo es la hora de los grandes hombres y de enterrar el ego. El tiempo dirá si quienes tienen que dar el paso al frente son capaces de hacerlo, aunque sea muriendo en el intento.
Guillermo Rodriguez
Recordatorio Carta de despedida de Rafael Muñoz de sus costaleros