Blas J. Muñoz. Noche de sábado. En una cadena nacional (Telecinco, en este caso) se emite un programa de los que traen un formato estandarizado, en busca de talentos que se incardinen en los parámetros del marketing imperante. Entre actuación y actuación, donde se alterna la supuesta habilidad perseguida con personajes de toda índole, aparece algo novedoso.
La Agrupación Musical Santa María de la Esperanza del Polígono Sur de Sevilla aparece en la emisión, entre los rostros de sorpresa de los afamados jueces. Apenas unos niños, comienzan a interpretar La Saeta. Más que una marcha, de cara al gran público, la adaptación musical de Serrat sobre el poema de Machado deja rostros de admiración tras de sí.
"No es fácil como algo tan circunstancial como es nacer en un sitio o en otro te deje sin expectativas para el resto de la vida, y vosotros ya tenéis un oficio donde agarraros" -señala Eva Hache-. El programa continúa con su dinámica y, más allá del resultado, la demostración de la grandeza del universo cofrade queda patente en unos pequeños músicos que están luchando por su propio futuro.
