Todavía recuerdo una frase del Pep Guardiola futbolista sobre, el por entonces compañero de equipo, Romario De Souza. Dentro del área es mortal de necesidad, aseveraba y no le faltaba razón. Y es que Romario poseía el halo de los artistas, los que trazan obras maestras en tardes de inspiración, como cuando el Faraón de Camas acariciaba el Capote con la yema de los dedos y el tiempo se detenía.
Artistas quedan cada vez menos y, en su comparativa ideológica, estadistas pocos y esa perspectiva aterra a más de uno -de dos y de tres-, de cara a lo que pueda ocurrir a partir de este domingo. Y si lo extrapolamos a las cofradías, cuando las coyunturas fallan la claridad se escapa por las comisuras de la boca que prometió y no hizo.
Y así el traslado a la Catedral se halla en un stand by que empieza a encender el piloto verde con algunas declaraciones reticentes al cambio y partidarias de dejar las cosas como venían siendo antes de la marea política de noviembre. Es legítimo y ni mucho menos un pecado mortal defender lo que crees si te arropan tus hermanos. Pero posando la mirada en otro punto, a nadie que creyó en este se le va del paladar el sabor amargo de una nueva derrota que planea en el horizonte de nuestros pecados mortales.
Todo pasa y todo llega, pero nuestro camino siempre es sinuoso y dubitativo y uno acaba pensando que Cervantes estuvo más en Córdoba de lo que cuenta la historia, pues somos Quijotes luchando contra molinos eternos. Tal vez, sea mejor hacer un let it be y dejarse hacer hasta que llegue un líder carismático que avance con su bandera el primero para librarnos de nuestros pecados mortales.
Blas J. Muñoz