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viernes, 28 de octubre de 2016

Las escenas olvidadas de la Semana Santa cordobesa (I)


Esther Mª Ojeda. Nunca dejan de resultar sorprendentes los documentos gráficos que, afortunadamente, aún se conservan de la historia de nuestras cofradías como auténticos testimonios inalterables. Gracias a esas fotografías podemos asomarnos al pasado de las hermandades y ser conscientes de cómo estas han cambiado a lo largo del tiempo, bien evolucionando o introduciendo paulatinamente cambios que aún a día de hoy no dejan de fascinarnos despertando la curiosidad colectiva.

Esto ocurre especialmente cuando tenemos la oportunidad de descubrir algunas de las antiguas y ya desaparecidas escenas de la Semana Santa cordobesa como en el caso del Amarrado a la Columna de la Hermandad del Huerto. De por sí, la reincorporación de esta antigua y anónima imagen a la estación de penitencia del Domingo de Ramos fue un hecho muy significativo con el que la corporación, además de cambiar en gran medida su guión procesional, recuperaba una parte importantísima de su pasado volviendo a traernos en 2004 la esencia de una estampa que el pueblo cordobés pudo por última vez contemplar en 1962.


Sin embargo, el “Amarrao” que con tanta expectación aguardaba el colectivo cofrade aparecía en completa soledad sobre su paso en caoba, a su vez concebido para albergar sobre sí una única imagen. Este detalle venía a marcar la diferencia con aquellos tiempos en los que el Señor aparecía inclinado sobre distintas columnas – que se fueron sucediendo con el transcurso de la historia – y en la compañía de su antiguo misterio. 

Dicho misterio estaba conformado por otras tres tallas: la de un romano y dos sayones encargados de azotar la espalda del temeroso Amarrado. Viva prueba de ello son algunas de las fotografías que se conservan y muestran el paso de misterio en su recorrido por la emblemática y vecina Plaza del Potro.

Otro ejemplo de cambio de estas características se produjo asimismo en la jornada del Miércoles Santo, concretamente en la Hermandad del Calvario. Como bien sabemos, se trata de una antigua cofradía de gran arraigo devocional a lo largo de los siglos y por lo tanto, fue también susceptible de sufrir cambios sustanciales, tanto en sus dolorosas – que tras contar con la presencia inconstante de María Santísima Nazarena, adquirió una Virgen encargada a Martínez Cerrillo y después de la que finalmente llegó Nuestra Señora del Mayor Dolor – como en el propio paso de Cristo.


En este sentido, el pequeño nazareno de Fray Juan de la Concepción hacía historia cuando sumó a su escena la presencia de Simón de Cirene en el año 1924. La talla fue, al igual que la Virgen del Mayor Dolor y Esperanza, encargada al ilustre Juan Martínez Cerrillo y tras su paso por la representativa corporación del Miércoles Santo, la obra del imaginero cordobés pasó a pertenecer a la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Espejo. También destacable de aquella memorable época fue el detalle del pelo natural con que procesionaba Nuestro Padre Jesús del Calvario, fiel a una estética que también había seguido el antiguo nazareno de Pasión.


No obstante, el pueblo cordobés aún habría de presenciar más cambios en la configuración del paso del Señor de San Lorenzo. La novedad volvería a llegar a las calles de la ciudad en el año 1938 con la ejecución – también por parte de Cerrillo – de la Santa Mujer Verónica, cuya sede actual sigue constituyendo una incógnita.


Por último y aún con la reciente llegada y bendición de Nuestra Señora del Mayor Dolor ya en la década de los 50, la hermandad se decidía a incorporar a su definitiva y esperada dolorosa en el paso de Cristo hasta la posterior elaboración del palio, recreando con ello el emotivo encuentro de la Santísima Virgen y Jesús en su camino al Calvario.



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