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martes, 5 de marzo de 2013

La tercera caída

Cargado con el peso del pecado de la humanidad entera avanzas por los senderos que se difuminan entre oraciones y promesas de silencio. Observo cada paso que rachean tus sandalias intentando comprender de dónde proviene la fuerza imposible para continuar con tu chicotá de tragedia hacia el Gólgota de mis lamentos. Tres veces se doblaron tus rodillas, Caído y sometido al peso infinito e inabarcable para un ser humano. Y en tu eterna Divinidad te has incorporado con el Poder celestial del que se alimenta tu grandeza, el que me enseña a sobreponerme a mis miedos y mis fracasos, a las trampas que me regala la vida… y la muerte… 


Porque esta carga sólo puede ser soportada por tus hombros y no existe relevo posible que ocupe tu sitio en esta trabajadera de desolación en que te hallas… nadie posee el poderío suficiente para sustituirte. Por eso te vuelves a levantar, una vez más, erguido como siempre entre el orgullo de hijo de Dios hecho hombre, y tu impresionante Humildad y Paciencia… pregonando a los cuatro vientos que nada podrá callar tu voz ni ocultar tu mensaje… jamás…


Rodilla a tierra por tercera vez,
no hay capataz donde implorar relevo.

El madero está clavado
en tus hombros doloridos,
y tu cuerpo maltratado
ya se siente sometido
al martirio soportado.

En las piedras del camino
un reguero de tu savia
se ha quedado confundido...
... pa’ esconderte entre mis ramas
quién pudiera ser olivo.

El costal de mis pecados
es el peso del castigo
que por mi orgullo te han dado;
si yo pudiera trabajar Contigo
quisiera hacerlo a tu lado.

Guillermo Rodríguez



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