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domingo, 19 de mayo de 2013

Historia de la Hermandad del Rocío de Villamanrique


La Regla de la Hermandad de Almonte, de 1758, en su prólogo recoge el descubrimiento de la milagrosa Imagen de la Virgen del Rocío de la siguiente forma:

“Dios Nuestro Señor cuya providencia no padece engaño en sus adorables disposiciones, sí permitió que por muchos siglos gimiese la España bajo el yugo de la tiranía Mahometana no por eso olvidó los venerables monumentos de la Religión que los españoles en medio de su tribulación habían ocultado para hacer a los montes, bosques, y malezas depositarios de las reliquias más sagradas de los Simulacros más dignos de un cristiano respeto. 

Testigos de esta verdad son la ocultación y posterior hallazgo de las Imágenes de María Santísima, con los títulos de la Almudena, en Madrid, de la FuenSanta en Córdoba, de Aguas Santas en la Sierra de Andalucía, de la Antigua en Sevilla, de Clarines en Veger, de Regla junto a Chipiona, de la Bella junto a Lepe, y de la que es Titular de Nuestra Hermandad, y se venera con el Título del ROCÍO en el Arzobispado de Sevilla y término de la Villa de Almonte.” 

Hay, en primer lugar, un silencio significativo y elocuente acerca de la existencia de la ermita de Las Rocinas en fechas anteriores a la propia historia oral, como ya se ha apuntado. En todo el siglo XIV no se conoce ni un solo documento que mencione la iglesia ni la Virgen de Las Rocinas. Se exceptúan en este caso, el testamento de Urraca Fernández, conservado en el monasterio de Santa Clara de Moguer  y el Libro de la Montería  del rey Alfonso XI.


El primero, dado el año de su datación (1348), hace referencia a noticias anteriores, y el segundo, como afirma Gutiérrez de la Vega, incluye el Tratado de la Venación  que hizo Alfonso X el Sabio, a quien parecen deberse los datos relativos a las iglesias de Santa María de Las Rocinas y Santa Olalla, que en el mismo se contienen. Ello supondría que estos datos son ciertamente del siglo XIII y no del XIV, cosa muy natural porque hay una estrecha relación de Alfonso X con estos cotos. 


Avala esta afirmación otro texto del siglo XIV, la Crónica de Alfonso XI, en el que al hablar de Las Rocinas, lo hace al contrario de como se escribe en el Libro de la Montería, sin especificar ni la ermita ni la Virgen, ni señalar los mejores sitios para la caza. ¿No sería ello contradictorio, si los datos de ambos documentos fueran del mismo reinado? 

Otras cartas plomadas del Archivo de la Catedral de Sevilla refuerzan esta hipótesis y las noticias de los monteros. La historia además, viene a corroborar la tradición rociera del hallazgo de la talla de la Virgen, especialmente en otras noticias relacionadas con el hecho. De un lado, el deterioro de la Imagen y su restauración en el propio siglo XV. En este sentido, refiere Morgado, sobre la primitiva Virgen del Rocío que es una bellísima escultura... y revela el estilo propio de los principios del siglo XV, época en que fue aparecida según la tradición. 

El estado de deterioro en que se hallaría debió hacer que se tratase de su restauración y ésta imprimió seguramente en ella el sello del último periodo del gusto llamado gótico. Está embutida en la que se describió antes (se refiere a la descripción que hace de la imagen tal como aparece vestida en la actualidad), tiene completamente borrado su rostro, pende de sus hombros un sencillo manto pintado de azul y el vestido está de verde, sujetándolo a la cintura una correa salpicada de estrellas de color de oro; dejando ver entre los pliegues de la túnica por su parte baja el calzado grana de forma puntiaguda. 


En el sitio del pecho del lado izquierdo está perfectamente señalado el lugar que ocupó el Niño, como también la sentida actitud con que lo sujetaba la Señora. La rigidez y el estilo severo con que los artistas de aquella época modelaban sus estatuas está en relación con el aspecto que manifiesta. Y es todo cuanto se puede apreciar de esta obra de arte.

De todo lo expuesto se deduce claramente que la imagen ha sido modificada en tres ocasiones diferentes: la primera, cuando fue hallada, con posterioridad, a mediados del siglo XVI, que, al tratar de vestirla, sufrió una transformación radical, dejando oculta y maltratada interiormente la primitiva que se acaba de descubrir y en 1755 después del terremoto de Lisboa .  

No cabe duda que, a la vista del texto, la escultura permaneció mucho tiempo en estado de ocultación y apartada de la veneración religiosa. Y que el sello de su más antigua restauración es del siglo XV. 

Otro significativo hecho es su tamaño: decía la tradición que la talla medía aproximadamente una vara de largo. Se vendía desde muy antiguo en El Rocío una cinta, en distintas tonalidades de color, con la efigie de la Virgen estampada y con una inscripción que dice “Medida de Nª Sª del Rocío de la Vª de Almonte”, de ochenta y cinco centímetros. Era esa la medida exacta de la imagen primitiva de la Virgen. 

Hay en este punto una posible prueba de certeza. Existen, desde hace varios siglos, dos reproducciones, las más antiguas, de la Virgen del Rocío. Una, en Sanlúcar de Barrameda, que al parecer, fue donación que hizo a esa Hermandad la Casa de Guzmán, en el siglo XVI; otra, en Villamanrique, de más clara fisonomía gótica, que puede fecharse a finales del siglo XV. Y, ambas, tienen semejantes características, así como que las dos miden exactamente los 85 centímetros de la referida cinta y miran al frente. La medida de la Virgen es fundamental para su ocultación en la chueca de un árbol con la mirada al frente, y heratismo y sonrisa arcaica. 

Además coincidía con los tamaños propios de las esculturas del siglo XIII, como la primitiva Virgen de la Hiniesta, en Sevilla, o la de Valme, en Dos Hermanas. En la actualidad, la Virgen del Rocío presenta unas proporciones de tipo académico, propias del barroco y la mirada baja. 

Las personas que más frecuentaban los parajes de Lomo de Grullo y Las Rocinas eran, sobre todo, los cazadores y monteros. Ciertamente así se desprende de las cédulas, cartas y provisiones que dan los monarcas españoles para la conservación de la caza en el Cazadero Real. 

Los Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel, al ser informados de que muchas personas entraban a cazar en dicho término y que era preciso poner remedio a ello para que cuando fuesen a los dichos Palacios hallasen caza y recreación, por una carta y provisión, dada en la Villa de Medina del Campo en 30 de abril de 1494, mandaron que ningunos caballeros, ni escuderos ni otra persona alguna de cualquier estado o condición no fuesen osados de cazar de noche ni de día, puercos, ciervos, liebres, conejos ni otras algunas salvajinas ni tampoco tomar con halcones ni con otra cosa alguna perdices ni otra ninguna especie de volatería con ninguna manería de cazar . 

Participaban especialmente en estas cacerías los vecinos de los aledaños de los sotos del Cazadero Real. Pero, según de la localidad de donde procedían, eran distintos los motivos y los fines que los movía a la caza. Los de Almonte, donde había más pastoreo de ganados, cazaban principalmente para protección de los rebaños y sementeras, de aquellos animales considerados “dañinos”, en épocas posteriores al siglo XV. En el Archivo Municipal de Almonte, a partir del siglo XVII, se prodigan las disposiciones donde se premian los que salgan a cazar para matar salvajinas y animales dañinos, especialmente si las presas son hembras con crías. 

Los de Villamanrique, según el Libro de la Montería, al hablar de la Xara de Mures, estaban plenamente dedicados a la caza por razones de verdadera tradición cinegética, desde 1285. Tan sólo de Mures vivían de la caza los vecinos de todo un barrio, el barrio que fue de los monteros de Alfonso X, contándose, en el siglo XV, más de medio centenar de familias de cazadores, monteros y halconeros. 

Los datos que aporta, pues, la historia corroboran plenamente la historia oral sobre el descubrimiento de la imagen de la Virgen del Rocío por un cazador manriqueño llamado Goro Medina, tras su ocultación para librarla de su profanación, en el último cuarto del siglo XIII, de las invasiones benimerines.  Parece pues que la historia completa seriamente el relato oral con las noticias que se deducen de las cédulas reales en relación con la caza y de los estudios realizados de la escultura y de la talla de la Virgen del Rocío.

Por último, la historia popular también sustenta la tradición en los aspectos devocionales que han tenido desde siempre las comunidades de Almonte y Villamanrique, a porfía en la más esplendorosa fe y veneración hacia la Virgen del Rocío.  Almonte proclamaría a la Virgen del Rocío como Patrona de la villa el 29 de junio de 1653.  En el aspecto rociero, la historia viene a reforzar esa coparticipación de los dos pueblos en el hallazgo. Este aspecto sociológico y etnográfico, de comportamiento de los grupos sociales, lo estudia, dentro de un ensayo antropológico, el catedrático de la Universidad de Sevilla, Alfredo Jiménez Núñez, quien dice que según la tradición, fue un manriqueño quien encontró la imagen de la Virgen, pero como el lugar pertenece al término de Almonte, en este último pueblo reside la hermandad matriz y son los hombres de Almonte los que mantienen el privilegio de transportarla el día de la procesión , así como la identificación del pueblo con la Virgen y el lugar predominante que ocupa en toda la religiosidad popular.


A raíz del hallazgo de la milagrosa Imagen, por el cazador manriqueño Gregorio Medina, comienzan a peregrinar periódicamente los devotos de Villamanrique hasta Las Rocinas. Poco tiempo después aparece organizada una primera asociación de devotos, integrada fundamentalmente por cazadores, monteros, halconeros y campesinos y compartida por los propios señores de la villa,  D. Alvaro y Dª Blanca que es el embrión de esta primera Hermandad del Rocío

Desde sus comienzos y para constituirse legalmente como institución piadosa fue dotada de Reglas propias que en su día le proveyera el Ordinario del lugar. Así nació la Primera y Real Hermandad manriqueña, la más antigua como tal que inicia el camino, la peregrinación y la Romería, a través de la Raya Real. Es la primera que confecciona un Estandarte o Simpecado y que construye una carreta-templete para conducirla hasta el Rocío.

Los Marqueses de Villamanrique, don Álvaro y doña Blanca, de la Casa de Béjar, recogiendo la acendrada fe rociera de su pueblo, influyeron en la constitución de esta Hermandad del Rocío, que, para así rememorarlo, lleva en su escudo el propio de esta casa-palacio. 


Don Francisco de Zúñiga y Guzmán adquirió la villa del Emperador Carlos I en 1539 y a partir de esta fecha las Casas de Guzmán y Ponce de León se vinculan con Villamanrique y con la Hermandad del Rocío local. Don Juan Ponce de León está relacionado con los Núñez de Guzmán, según se deduce de varios códices manuscritos. Esta casa ostentará más tarde el señorío de Villamanrique y el marquesado de su nombre, creado en 1575 por el Rey Felipe II y representado en la persona de don Álvaro Manrique de Zúñiga. 

Ponce de León, que pasó a las Indias en el segundo viaje de Colón, es efectivamente el personaje de que habla una cartela con inscripción, al pie de la pintura más antigua y perfecta de Nuestra Señora del Rocío del Simpecado primitivo de la Hermandad. Documentalmente, en Villamanrique se conservan antiguos manuscritos y objetos del arte rociero. 

Esta Hermandad ha ido acumulando por su piedad y devoción gran cantidad de títulos y dignidades. Los que más llenan de orgullo a los manriqueños son los de Primera y Más Antigua, que utiliza consuetudinariamente con el de Real, por estar erigida en una localidad que es considerada sitio y real villa. En numerosas ocasiones lo ha sido con la presencia de los reyes Alfonso X, Carlos V, Felipe V, Alfonso XIII y Juan Carlos I, a los que contagió de su amor y devoción a la Virgen del Rocío. Legítimamente le corresponde el título de Real desde que los Duques Montpensier se lo concedieron en 1850 y posteriormente el 15 de marzo de 1911 le fuera ratificado por Su Majestad el Rey don Alfonso XIII, siendo desde sus mismos orígenes la Hermandad del Rocío de la Casa Real Española y la Primera que ostentó el título de Real. 

La Hermandad de Villamanrique mantiene vivo en el recuerdo el cariño hacia los personajes que más se distinguieron a lo largo del surgimiento y posterior desarrollo de la devoción a la Virgen del Rocío en la villa.

Así, hacia los primeros monteros y halconeros, portadores de la fe rociera hacia Santa María de Las Rocinas; Gregorio Medina, el cazador elegido que le cupo en suerte encontrar la Sagrada Imagen en el siglo XV; Francisco Bedoya Béjar, el entrañable Hermano Mayor que en 1887 engrandeció la Romería fundando el Gran Rosario de la noche del domingo; S. A. R. don Carlos de Borbón, Hermano Mayor efectivo en 1925 y posteriormente Hermano Mayor Perpetuo; don Juan Miguel Béjar, por su eficaz labor organizadora de los años 1925-1926; SS. AA. RR. e II los Príncipes de Orleáns-Bragança, incansables peregrinos de la Hermandad manriqueña; y tantos otros Hermanos, imposibles de enumerar que entregaron lo mejor de sus vidas al servicio de la devoción a la Santísima Virgen del Rocío y a esta Hermandad. 

La Hermandad de Villamanrique está establecida canónicamente en la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena. En la cabecera de su nave lateral izquierda posee, en soberbio retablo barroco, un magnífico Simpecado de plata repujada sobre terciopelo rojo, donado por don Bernardo María Lasso de la Vega, en 1766, junto con dos Varas de plata con la siguiente inscripción: "ESTas UAas LACOSo Dn BERNdo MARIA LASSO D LA UEGA FAMIa EL Sto OFICIO SIENDO ALCALDE D LA HERMd DE Nsra DEL ROCIO D VILLA MANRRIQUE AÑO D 1766".

Este Simpecado contiene en su parte central, enmarcada en las rocallas de su plata cincelada, una extraordinaria pintura de la Virgen, orlada por una corte de ángeles que portan símbolos bíblicos y en su extremo inferior una escena costumbrista del Rocío de la época, atribuida al pintor Domingo Martínez. Es el Simpecado, que aún, después de más de 200 años, peregrina anualmente al Rocío. Ha sido restaurado varias veces.  Las últimas en 1963 y en 1986 que fue costeada por D. Diego Gallego Jurado. 

Es curioso observar en los Libros de Bautismo del Archivo Parroquial la profusión del nombre de Rocío, en especial a partir del siglo XVII y el siglo XVIII, que figura sin excepción agregado al nombre primero, cuando no lo es, de todos los bautizados desde 1750 se establece como norma general que todos los manriqueños lleven el nombre de Rocío añadido al suyo propio. 

Durante el siglo XIX estuvo la Hermandad radicada en la iglesia conventual de Santa María de Gracia, de frailes franciscanos, donde se veneraba una imagen, bellísima, de la Virgen del Rocío, del siglo XV, que mide una vara, es decir, ochenta y cinco centímetros. 

La Virgen, con la mirada al frente, como en todas las antiguas representaciones, y una leve y arcaica sonrisa, conserva su primitiva encarnadura y policromías. 

La talla del Niño manifiesta las mismas características escultóricas que la Virgen. Y ambos portan y se ornan con atributos de plata de realeza.

Contaba esta imagen con una fundación piadosa, del siglo XVII, documentada en los archivos del citado convento. Hasta hace muy pocos años se celebraban Cultos especiales en su honor, según una vieja costumbre, el domingo de la Santísima Trinidad. 


En la Casa-Hermandad-Museo, sita en la calle de Santiago, donde estuvo ubicada la primitiva ermita de Santiago como primer templo cristiano de la villa de Mures después de la conquista cristiana, cuenta con dependencias para Secretaría, Salón de sesiones y Capilla donde se guarda, como reliquia y joya del Rocío, el extraordinario Simpecado, del siglo XVI, modelo y símbolo de la Romería. 

Sobre un terciopelo rojo, hecho a mano, sostenido por presillas a modo de pendón, una barra de plata, se perfila una doble orla bordada en plata, de muy poco relieve, casi plana, cuyo diseño recuerda los bordados de la Cofradía del Valle de Sevilla. 

Su motivo central lo ocupa un “verdadero retrato” de Nuestra Señora del Rocío, vestida con traje de época de la Corte de Castilla, a semejanza de los que luce Germana de Foix en las pinturas que se conservan. El remate de los cetros es una flor de lis, que expresa la relación de su donante con la Corona de Aragón, que igualmente aparece sobre el anagrama de María en las puntas del estandarte. 

En cuanto a la parte documental, lleva una cartela con inscripción en donde se expresa, con grafía característica del siglo XVI, el nombre de quien lo costeó, Juan Ponze. 

El lienzo está ambientado con escenas costumbristas y personajes ataviados con ropajes al gusto renacentista italiano, de acabada y minuciosa técnica, casi miniaturista, de pintores de los comienzos del siglo XVI, tal como data este Simpecado el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

Es tradicional que esta Hermandad confeccione convocatorias de Cultos, en los que además de hacerlos públicos se incluyen versos alusivos a la propia Hermandad o al Hermano Mayor. 

Se conserva una extraordinaria Convocatoria de Cultos, editada en 1766, confeccionada en papel de hilode seda rosa, color malva, siendo Hermano Mayor don Bernardo María Lasso de la Vega.

Las primitivas Reglas de la Hermandad, aprobadas en León, por la pertenencia de Villamanrique al Priorato de San Marcos, la rigieron durante los siglos XVI, XVII y buena parte del XVIII. Antes de 1766 debieron ser modificadas, apareciendo por vez primera el cargo de Alcalde de la Hermandad, a nombre de D. Bernardo María Lasso de la Vega. Se desconoce por cuanto tiempo se mantuvo esta nomenclatura. Lo cierto es que, el presente siglo, en el Contrato de Hermano Mayor, que preveían las Reglas, como el publicado en 1913, ya no aparece tal denominación tradicional, ni en las Reglas de 1925, aprobadas ya en la Diócesis de Sevilla, ni en las actuales. 


Los Cultos que celebra en honor de la Santísima Virgen del Rocío son: Rosario de la Aurora, Solemne Triduo y Función Principal de Instituto que termina el día de la Ascensión de Señor; Procesión del Santo Rosario y traslado de los Simpecados el domingo anterior a la Romería; a partir del martes anterior a Pentecostés, Recepción de las Hermandades de Triana, Coria del Río, Umbrete, Benacazón, Gines, Dos Hermanas, Olivares, Puebla del Río, Espartinas, Sanlúcar la Mayor, Bollullos de la Mitación, Sevilla (El Salvador), Huévar, Aznalcácar, Villanueva del Ariscal, Lucena, Los Pala­cios y Villafranca, Ecija, Bormujos, Camas, Las Palmas de Gran Canaria, Córdoba, Granada, Cabra, Málaga, Badalona, Puente Genil, Jaén, Alcalá de Guadaira, Marbella, Tocina, Gelves, Utrera, Almería, Sevilla-Cerro del Águila, Sevilla-Sur, Almen­silla, Las Cabezas de San Juan, San Juan de Aznalfarache, Fuengirola, Osuna, Santiponce, Valencia, Mairena del Alcor, Carmona, Sevilla-Macarena, Málaga (La Caleta), Priego de Córdoba, Ronda, La Algaba, Murcia, Tomares, Alicante, Moratalaz, Mairena del Aljarafe, Pozuelo de Alarcón, Santa Fe, Albaida del Aljarafe, Garrucha, Gijón, Montequinto, Morón de la Frontera, Palomares del Río, Brasil, Sevilla-San Pablo, Santander, Valencina, Salteras. En el atrio de la iglesia parroquial tiene lugar una ofrenda floral a los Simpecados y un acto comunitario de la fraternidad, que concluye con la Salve.

Conserva esta Hermandad una tradicional rifa del pañuelo, que desde tiempo inmemorial se lleva a cabo en las fechas anteriores a la Romería. Con sonidos de cohetes y tambor, casa por casa, una representación de la Hermandad recorre Villamanrique para apuntar al primitivo sorteo y para que en cada calle o en cada esquina se formen los corros en donde se baila al toque del tamborilero.

El día del Corpus asiste corporativamente, desde hace siglos a la procesión que organiza la parroquia. 

En el Archivo Municipal de Villamanrique constan datos de esta celebración, desde el siglo XVI, con partidas de fondos y mandamientos de pago para adornar las calles de la población para esta procesión con juncia, espadaña y romero. Y en el Archivo y en las Reglas de la Hermandad consta, asimismo, la ininterrumpida participación de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío en esta solemne procesión, a la que ha asistido siempre no con una representación, sino toda la Hermandad en corporación, y el Simpecado de la Virgen del Rocío justamente ante el paso de la Custodia. En esta misma celebración tiene lugar la Toma de Posesiónd del nuevo Hermano Mayor para la Romería del Rocío del año siguiente. 

Establecida en la Regla, celebra la Hermandad una Misa mensual por los hermanos fallecidos durante el mes.Y, en el mes de noviembre, Misa de difuntos por todos los hermanos fallecidos durante el año.

En el mes de febrero realiza una peregrinación a El Rocío, en la que participa masivamente toda la población manriqueña. Esta peregrinación de invierno tiene su origen en el acompañamiento que hacían muchos Hermanos al párroco de Villamanrique, que oficiaba la Santa Misa en la ermita para el cumplimiento del precepto dominical de los comarcanos en fechas muy anteriores a la creación de la Diócesis de Huelva. Esta peregrinación, origen de las hoy reguladas y establecidas, ha tenido siempre lugar el tercer domingo del mes de febrero de cada año y ha adquirido en las últimas décadas la importancia de un gran acontecimiento rociero por la numerosa y nutrida participación y la perfecta organización de la liturgia y los actos de convivencia en la Casa-Hermandad en El Rocío. 

En el mes de octubre de cada año, para conmemorar la Fundación del Gran Rosario del Rocío por nuestro Hermano Mayor, Francisco Bedoya Béjar, en 1887, realiza la Hermandad una Peregrinación oficial andando al Rocío, para cumplimiento de promesas y para la apertura del curso del Grupo Joven de la Hermandad. En el año 1986 se hizo un nuevo Simpecado para las Peregrinaciones Extraordinarias que se llevó andando desde Villamanrique de la Condesa al Rocío y en el año 1993 lo bendijo SS. el Papa Juan Pablo II. 

Organiza el I Pregón Rociero del Aljarafe, que reunió a más de tres mil personas, en un grandioso acto de fervor rociero. Y constituyó un punto de encuentro fundamental de los rocieros de toda esta comarca de Sevilla, que ha servido, más tarde, para solventar problemas de organización de caminos y acampadas para nuestras Hermandades. Y fue también un punto de partida hasta que se llegó, tras numerosos reuniones, a la erección de la Confraternidad de Hermandades de Nuestra Señora del Rocío. Aljarafe, por decreto del Sr. Arzobispo de Sevilla, Rvdmo. Sr. Fray Carlos Amigo Vallejo. 

El Camino hacia el Rocío lo iniciaba la Primera y Más Antigua Hermandad, según una costumbre centenaria, el mismo sábado de madrugada desde la parroquia hasta el lugar conocido como “Corona de la Virgen” para adentrarse por Gato en el “Camino viejo de Villamanrique al Rocío”. Actualmente, sale de la población el viernes al amanecer, continúa por Veredilla de Gato, Raya Real y Palacio del Rey, donde sestea. Al atardecer del mismo día, prosigue hasta La Loma del Gato, al sitio de El Pinto, en el Parque Nacional de Doñana, donde tiene lugar la Misa de Romeros y la pernocta de la Hermandad. Convertida la marisma y el coto en catedral de la fe; el cielo estrellado del Camino del Rocío en bóveda y crucero silentes, que recogen las peticiones, las lecturas y los rezos de los fieles; el altar ante la carreta de plata, iluminada, en sagrario y custodia de nuestro credo; las formas verde-oscuras de los pinos en muros que abrigan el silencio y la oración; y la arena y los juncos de la loma en sitiales, donde el rociero espiritualmente se recoge y se serena, esta celebración eucarística es uno de los actos de culto más entrañables y más intensamente vividos por los peregrinos y hermanos de esta Hermandad.


Al día siguiente, sábado, al clarear, se dirige hacía El Ajolí y El Rocío, donde hace se entrada oficial, en primer lugar, conforme le corresponde por su antigüedad, a las doce del mediodía, hora del Ángelus. Es el acto cumbre del primer día de la Romería, en que hace gala Villamanrique de su centenaria puntualidad y del ritual ancestral de la ceremonia de la llegada o del amadrinamiento a otras Hermandades, siguiendo una costumbre inmemorial. 

El Camino de vuelta lo realiza el martes, a la inversa. Entra en la villa, ya anochecido, siguiendo una antigua costumbre. El pueblo entero de Villamanrique participa de la entrada de su Hermandad y acompaña al Simpecado de manera incansable a la par que se dan vítores a la Madre de Dios incesantemente. Por esa total participación se viven momentos indescriptibles de verdadera hermandad y caridad cristiana, muy especialmente cuando, atendiendo su petición o la de sus familiares, se detiene la carreta de la Virgen ante la casa de cualquier enfermo o impedido, para que pueda rezarle o pedirle su intercesión a Nuestra Bendita Madre. 

Durante la Romería, la Hermandad reside en su Casa-Capilla de la calle El Real, al borde mismo del arroyo de la Madre del Rocío y próxima al Santuario. Anteriormente, según se conserva en el Archivo Municipal de Almonte en 1765 solicitó la Hermandad al Ayuntamiento de Almonte la construcción de una casa de material en el mismo lugar que tenía la choza. Es la primera licencia de obras que concede el Ayuntamiento de Almonte en El Rocío, fechada el 4 de agosto de 1765 y posteriormente en 1925 la actual Casa Hermandad sita en el Real del Rocío que fue donada por D. José Ruiz Vázquez. 

En 1.972 se modificó su fachada para dar cabida en la Casa-Capilla a la nueva carreta de plata, obra del orfebre sevillano don Jesús Domínguez Vázquez, que reproduce fielmente las formas y el estilo de las anteriores del siglo XIX y principios del siglo XX. Con motivo del estreno de este templete, presidió la Hermandad la entonces Princesa de España, S. M. La Reina Doña Sofía y en 1980 se le dotó por primera vez de una espadaña con campanil . 

La Hermandad de Villamanrique ha amadrinado, entre otras, a las Hermandades de Triana (1814); Benacazón (1916); Bollullos de la Mitación (1949); Sevilla-El Salvador (1951); El Puerto de Santa María (1957); Jaén (1983); Sevilla-El Cerro del Águila (1987); Sevilla-Sur (1987); Santiponce (1990); Carmona (1991) y Tomares (1996). 

Como dato curioso, es de resaltar que el fundador de la Hermandad de Triana fuera un manriqueño, don Francisco Antonio Hernández, que junto con su esposa, doña María del Carmen Tamayo, se inscriben como primeros Hermanos de la misma.

Otros muchos manriqueños han participado también en la fundación de Hermandades rocieras, porque allí donde se encuentre un manriqueño está siempre presente la Santísima Virgen del Rocío. 

Proxima a concluir la ampliación de la Casa-Hermandad-Museo en Villamanrique para construir un Museo Rociero, con Capilla y dependencias para Archivo, Secretaría, Tesorería y Salón de Sesiones, en el mismo solar donde hoy se ubica, que fue, desde el siglo XIII, una anterior Ermita de Santiago Apóstol y antigua cruz del Aculadero. 

Asimismo cuenta con nueva Casa-Hermandad en la Aldea del Rocío, edificada sobre el solar de la de 1925. 


Es encomiable y tradicional la aportación esplendorosa que Villamanrique ha hecho siempre al Rocío. Así queda reflejado en documentos gráficos y periodísticos a lo largo de este siglo, como en el año de la Coronación de la Virgen, en que concurrió con más de 27 carretas y gran número de caballistas; o en la Romería de 1932 de la que el diario La Unión de Sevilla reseñaba, con referencia a esta Hermandad que llevaba doble número, o más quizás, que de Hermanos y Hermanas hace gala nuestra Cofradía del Gran Poder. Todo ello hace una vez más proverbial los versos de una de las más antiguas sevillanas rocieras: 

En El Rocío hermoso 
nadie se pique, 
que se lleva la palma 
Villamanrique.


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