El santo que reconquistó Sevilla en 1248, y que trajo consigo a la Virgen de los Reyes, celebra el 30 de mayo su festividad, aniversario de su muerte.
Se llamaba Fernando III, Rey de Castilla. Como ha ocurrido con multitud de personajes históricos, era sevillano de adopción ya que, si bien nació en Peleas de Arriba (Zamora), fue a morir a Sevilla, después de haberla reconquistado.
Hijo de Alfonso IX, Rey de León, y de Berenguela I, Reina de Castilla, fue quien unificó ambos reinos. Durante 24 años de guerra incesante, recorrió el Valle del Guadalquivir obligando a retroceder a los reinos musulmanes. De esta forma, de Jaén bajó hasta Isbiliya, la Híspalis mora, para arrebatar la ciudad a quien era el emir de Niebla, Amen Amanfon.
Un año y tres meses de asedio, con la protección divina de la Virgen de los Reyes, hasta expulsar a los musulmanes. Para ello, aprovechó su río para infligir una herida de muerte al reinado califa. Fernando III de Castilla encargó a Ramón de Bonifaz la construcción de una flota para tomar Sevilla. Trece barcos traídos de Cantabria, acompañados por galeras, subieron la corriente del río por Sanlúcar de Barrameda, hasta llegar a Isbiliya, donde la flota musulmana era superior en número.
Bonifaz envió refuerzos terrestres y consiguió la victoria en el río Guadalquivir, impidiendo así la llegada de barcos procedentes del Norte de África. Empezaba, un 20 de agosto de 1247, el asedio terrestre a Sevilla.
No era una tarea fácil. Refuerzos de Amen Amanfon no cesaban de llegar desde San Juan de Aznalfarache, aprovechando el puente de barcas para atravesar el río. Un puente que llegaba, según las crónicas, desde la Torre del Oro hasta el actual castillo de San Jorge. Fernando III decide romper las fuertes cadenas que aguantaban las barcas, cortando, así, las dos vías de comunicación fundamentales musulmanas: el río y el puente.
Así lo cuenta Ortiz de Zúñiga: «el Rey Santo, que en persona con el Infante Don Alfonso, seguidos de lo mas gallardo de sus tropas, se avanzaron por la parte de la Torre del Oro contra los Moros del Arenal para retirarlos á la ciudad, y hacer por tierra escolta al Almirante, que acabando de deshacer el puente, como es de entender, volvió á salir salvo con sus dos naves, á que sin duda amaynando las velas, luego que executo el violento y feliz choque, y volviendo las proas hácia la torre del Oro, salia tan aplaudido de los vítores alegres de los Christianos, como de los funestos lamentos de los Moros, que miraban cortada la garganta al cuello de su esperanza...».
Meses después, un 23 de noviembre de 1248, el emir Axataf capitulaba y entregaba las llaves de la ciudad a Fernando III. El Rey Santo ponía fin al dominio árabe.
Respeto a la Giralda
Su hijo, Alfonso X, después conocido como El Sabio, amenazó a los habitantes de Sevilla con degollarlos si infligían algún daño a la mezquita o a su alminar, la Giralda.
Fernando III, que propagó la devoción a la Virgen María allá por donde pasara, llevaba consigo siempre una imagen de Nuestra Señora, como protectora en sus batallas. Cuenta la leyenda que, en sueños, se le apareció la Virgen y mandó hacer una talla de su visión, que le acompañó en la Reconquista. Era la Virgen de los Reyes.
En agradecimiento a Dios, mandó construir sobre la mezquita de Sevilla el mayor templo católico de la Cristiandad. Allí sería enterrado, tras su muerte el 30 de mayo de 1252. Y allí reposan, desde entonces, incorruptos sus restos, en una urna labrada por Laureano de Pina que se abre el día de su festividad para que los sevillanos acudan a rendir pleitesía al Rey Santo que recuperó su ciudad del yugo musulmán y que, además, trajo consigo a su protectora, Patrona de la Archidiócesis, la Virgen de los Reyes.
Ésta es la historia del hombre por el que, este jueves, Sevilla estará de fiesta, coincidiendo con la salida de su imagen en el Corpus, un tal Fernando III, Rey de Castilla.