Sin duda alguna, el movimiento rociero es la manifestación de fe más importante de toda Andalucía. Consciente de esta responsabilidad que a nuestra generación nos ha tocado vivir, tenemos que salvar por encima de todo esos valores, ya que estamos obligados a legarle a nuestros hijos el Rocío que nos legaron nuestros mayores.
Para ello tenemos que tomar conciencia y hacerle ver al mundo entero que el Rocío, por más que quieran disfrazarlo, confundirlo y manipularlo, es una fiesta eminentemente religiosa. En el Rocío la única protagonista es la Virgen. Así lo ha entendido Almonte durante siete siglos y lo sigue entendiendo. En el Rocío hay unos valores espirituales que hacen de los hombres, bajo la mirada misericordiosa de la Madre, que sean más hermanos. Ella nos abraza y nos une para que todos nos sintamos más nosotros mismos, o sea, más hermano de los hermanos.
Por lo tanto, el Rocío debe ser para los rocieros, o sea, para los devotos de la Santísima Virgen; el Rocío sólo debe ser para los que se sienten verdaderamente hijos de esa Blanca Paloma.
Es una gran preocupación para los almonteños y también para la jerarquía eclesiástica y para los buenos rocieros lo que hoy se está llamando la masificación del Rocío. Tenemos el gran peligro de que los espectadores, esa masa de observadores que acuden a la romería, anulen o difuminen a los actores, que son los verdaderos rocieros.
El Rocío debe vivirse bien a través de una hermandad, bien a través de los actos oficiales que en el santuario o en la aldea se celebren. No convirtamos la romería en una fiesta social para presumir, para pavonear o para quedar bien ante quienes queremos deslumbrar o halagar.
Igualmente, tampoco podemos consentir que el Rocío aparezca como una manifestación de cultura popular. Nada más erróneo, ya que precisamente en el Rocío es donde encontramos las raíces vivas de esa religiosidad popular que tanto anhela nuestro sencillo pueblo cristiano. Por eso hemos dicho muchas veces, y no nos cansaremos de repetirlo, que el Rocío es la Virgen, la Virgen y la Virgen.
Y para lograr que el Rocío sea para los rocieros las hermandades tienen que potenciarse, tienen que lograr que sus hermanos participen con ellas en todos los actos, dando ejemplo de que el Rocío es manifestación de fe mariana y por la Virgen se va a la romería. Hay que cuidar, no de que vayan miles de personas, no; lo que hay que cuidar es precisamente el espíritu que esas personas deben llevar. El día que ese millón de personas allí congregadas sepan a lo que van y por qué van, que sólo debe ser al amor manifiesto, lleno de fervor y devoción a la Madre de Dios en esa bendita advocación de Rocío, habremos salvado la romería.
Y ese amor, esa devoción y ese fervor puede demostrarse alegremente. No olvidemos que los rocieros somos –o debemos ser- los portadores del don de la alegría por donde quiera que vayamos. Ya lo decía don Manuel Siurot: “En el Rocío, comer y beber, cantar y bailar, todo es rezar”.
No podemos consentir que el logro de cientos de años, alcanzado por nuestros mayores, para dejarnos la herencia de lo más puro, devoto y también festivo de nuestra tierra desaparezca por la irresponsabilidad y la frivolidad de unos pocos.
La Santísima Virgen ha escogido a este pueblo de Almonte y se ha valido de su Hermandad Matriz para que esta devoción sea ejemplo, luz y sal de todas las devociones marianas. Cuando en el Magnificat la Virgen vaticinaba “Bienaventurada y dichosa me llamarán todas las generaciones”, bajo su aguda vista profetizante debieron de pasar, lentos y tenues como una nube blanca en el Azul... Almonte... Los almonteños... Y el Rocío.
No defraudemos a la Madre de Dios y Madre Nuestra, convirtiendo lo que para los buenos rocieros es el fin y meta de su vida, “El Rocío, camino de salvación”, en algo que a cualquier devoto de la Virgen lo sienta avergonzarse.
Que la Blanca Paloma nos ilumine y nos bendiga a todos, para que cada vez que vayamos al Rocío nos haga un poco mejores.
Presidente de la Hermandad Matriz del Rocío de Almonte
23 de mayo 1985