Acaricia el sol de primavera el horizonte del alba. El aroma del azahar perfuma las esquinas de la infancia de mis sueños y la lejanía se preña de un eco familiar a medida que mis pasos se acercan a San Lorenzo. El azul de la mañana de palmas nos saluda mientras el calor de los rayos del rey de los astros comienza a evaporar el rocío del amanecer. Ha llegado de nuevo la mañana en que Córdoba estrena otro pedacito de historia… el Rey de Reyes a lomos de una humilde borriquita, atraviesa el cancel de mis anhelos de once lunas de espera, para impregnar con su divinidad cada rincón de las entrañas del alma y cumplir la profecía...
Entrada Triunfal
Al acercarse a Jerusalén y llegar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles “Id a la aldea que tenéis enfrente y encontraréis enseguida un asna atada, con un borrico al lado; desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, le responderéis que el Señor los necesita y que enseguida los devolverá”. Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por medio del Profeta. “Decid a la hija de Sión: Mira, tu Rey viene hacia ti con mansedumbre, sentado sobre un asna, sobre un borrico, hijo de animal de carga”. Los discípulos marcharon e hicieron como Jesús les había ordenado. Trajeron el asna y el borrico, pusieron sobre ellos los mantos y Él se montó encima. Una gran multitud extendió sus propios mantos por el camino; otros cortaban ramas de árboles y las echaban por el camino. Mateo 21, 1-8
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¿Quién es ese Hombre?
Las multitudes que iban delante de Él y las que seguían detrás gritaban diciendo “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!”. Al entrar en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad y se preguntaban “¿Quién es éste?” “Éste es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea” decía la multitud. Mateo 21, 8-11
Tengo que abrirme paso entre el gentío para acercarme a ti, Señor; necesito tu presencia, tu cercanía, mirarte a los ojos para que me llenes de esperanza y para beber de tus pupilas la confianza y la fe. Preciso de tu fuerza y por eso me hago un hueco en la inmensidad que espera tu paso, la bulla que te busca con la mirada para inundarse de la fuerza que desprende tu esencia.
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Treinta monedas
(…) Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: “¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?” Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua?” Él les dijo: id a la ciudad, a casa de fulano, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos”. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.” Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?” El respondió: “El que ha mojado conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!” Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: “¿Soy yo acaso, Rabbí?” Jesús respondió: “Sí, tú lo has dicho.” Mt 26, 14-25
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Santísimo Sacramento
Mientras estaban comiendo, tomó Jesús pan y lo bendijo, lo partió y, dándoselo a sus discípulos, dijo: “Tomad, comed, éste es mi cuerpo”. Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: “Bebed de ella todos, porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé de este producto de la vid hasta el día aquél en que lo beba con vosotros, nuevo, en el Reino de mi Padre”. Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces les dijo Jesús: “Todos vosotros vais a escandalizaros de mí esta noche, porque está escrito: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Mas después de mi resurrección, iré delante de vosotros a Galilea”. Pedro intervino y le dijo: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré”. Jesús le dijo: “Yo te aseguro: esta misma noche, antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces”. Dijo Pedro: “Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré”. Y lo mismo dijeron también todos los discípulos. Mt 26, 26-35
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Getsemaní
Llegaron a un lugar llamado Getsemaní. Y dijo Jesús a sus discípulos: “Sentaos aquí, mientras hago oración”. Y se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y a sentir angustia. Entonces les dijo: “Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo.” Y adelantándose un poco, se postró rostro en tierra mientras oraba diciendo: “Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero que no sea tal como yo quiero, sino como quieres Tú.”
Volvió junto a sus discípulos y los encontró dormidos; entonces le dijo a Pedro: “¿Ni siquiera habéis sido capaces de velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.”
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El beso de Judas
Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo. Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?”. Mateo 26, 47-49.
No hay dolor más grande que el desprecio de los tuyos, el rechazo de tu entorno, de tu gente y tus amigos. El olvido es consustancial a la condición humana e inexorablemente, el tiempo empuja al silencio y a la desmemoria, pero el daño de sentirte traicionado por quien vivió tantas cosas a tu lado es infinito... hiere los corazones más poderosos con la daga del lamento, del odio y de la vergüenza.
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Prendimiento
Los que estaban con Él, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: "Señor, ¿usamos la espada?" Y uno de ellos hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. Pero Jesús dijo: "Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán. ¿O piensas que no puedo yo rogar a mi Padre, que pondría al punto a mi disposición más de doce legiones de ángeles?. Pero, ¿cómo se cumplirían las Escrituras si yo hiciera eso?". Y tocándole la oreja, lo curó.
Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "¿Soy acaso un bandido para que vengáis con espadas y palos? Todos los días me sentaba en el Templo para enseñar, y no me detuvisteis. Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas". Entonces todos los discípulos le abandonaron y huyeron. Mateo 26, 50-56
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Redención
Los que prendieron a Jesús le llevaron ante el Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro le iba siguiendo de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando un falso testimonio contra Jesús con ánimo de darle muerte, y no lo encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Al fin se presentaron dos, que dijeron: "Éste dijo: Yo puedo destruir el Santuario de Dios, y en tres días edificarlo." Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y le dijo: "¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?" Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote le dijo: "Te ordeno por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios." Jesús respondió: "Tú lo has dicho. Yo os digo que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo." Mt 26 57-64
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La bofetá
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: "¡Ha blasfemado!. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?. Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?". Respondieron ellos diciendo: "Es reo de muerte". Entonces se pusieron a escupirle en la cara y a abofetearle diciendo: "Adivínanos, Cristo. ¿Quién es el que te ha pegado?" Mt 26 65-68
Navegas en una balsa a la deriva en el mar de la tragedia, a merced del oleaje enemigo. Qué difícil es discernir quién te teme y te odia más. Y mientras el mundo te golpea inmisericorde, Tú en tu infinita Misericordia ofreces la otra mejilla…
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Lágrimas y negaciones
Pedro, entretanto, estaba sentado fuera en el patio y se acercó a él una criada diciéndole “Tú estabas con Jesús el Galileo”. Pero él lo negó delante de todos: “No sé qué dices”. Cuando salía al portal, le vio otra criada y dijo a los que estaban allí: “Éste estaba con Jesús el Nazareno”. Y de nuevo lo negó con juramento: “¡Yo no conozco a ese hombre!”. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: “¡Ciertamente, tú también eres de ellos, pues además tu misma habla te descubre!”. Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: “¡Yo no conozco a ese hombre!”. Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro se acordó de aquello que le había dicho Jesús: “Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces”. Y, saliendo fuera, lloró amargamente. Mt 26 69-75
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Despreciado y en Silencio
Se levantaron todos ellos y le llevaron ante Pilato. Comenzaron a acusarle diciendo: “Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey”. Pilato le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”. Él le respondió: “Sí, tú lo dices”. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente: “Ningún delito encuentro en este hombre”. Pero ellos insistían diciendo: “Solivianta al pueblo con sus enseñanzas por toda Judea, desde Galilea, donde comenzó, hasta aquí”. Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo. Y, al saber que era de la jurisdicción de Herodes, le remitió a Herodes, que por aquellos días estaba también en Jerusalén. Cuando Herodes vio a Jesús se alegró mucho, pues hacía largo tiempo que deseaba verle, por las cosas que oía de él, y esperaba que hiciera algún signo en su presencia. Le hizo numerosas preguntas, pero Él no respondió nada. Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándole con insistencia. Pero Herodes, con su guardia, después de despreciarle y burlarse de Él, le puso un espléndido vestido y le remitió a Pilato. Lc 23 1-11
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Jesús de la Sangre
Y, mientras los sumos sacerdotes y los ancianos le acusaban, no respondió nada. Entonces le dice Pilato: “¿No oyes de cuántas cosas te acusan?” Pero Él a nada respondió, de suerte que el procurador estaba muy sorprendido. Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás. Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato: “¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo?”, pues sabía que le habían entregado por envidia. Mientras él estaba sentado en el tribunal, le dijo a Pilato su mujer: “No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por su causa”. Mt 27 12-19
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Rescatado
Los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la gente para que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Y cuando el procurador les dijo: “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”, respondieron: “¡A Barrabás!”. Replicó Pilato: “Y ¿qué hago con Jesús, el llamado Cristo?”, y todos gritaron: “¡Crucifícale!”. “Pero ¿qué mal ha hecho?”, preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: “¡Crucifícale!” Mt 27 20-23
Pilato se lava las manos queriendo apaciguar su conciencia, creyendo que con su cobarde gesto libera su alma de responsabilidad. Pero no es el silencio ante la injusticia lo que nos hace libres. Si el maltratador actúa, el terrorismo asesina o el dictador oprime es la denuncia y la lucha la única salida. Porque es obligación del cristiano remar para modificar el mundo y no esconderse en un rincón sin hacer ruido para conservar los inútiles tesoros de la vida terrenal.
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La Sentencia
Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: “Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis”. Y todo el pueblo respondió: “¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” Entonces les soltó a Barrabás Mt 27 24-26
Cada instante que se mueve el segundero de los tiempos el mundo se separa más y más de Ti. Tú te revelas y te ofreces a los hombres mostrando el camino de la Verdad y la humanidad ingrata y olvidadiza se empeña una y otra vez en condenarte, en separarse del ascua de la hoguera de tu Gloria. Incluso los más fieles, los que más cerca habitaron de tu orilla, dirigen cada vez con más frecuencia la quilla de su barca hacia la playa de la comodidad mundana alejándose de tu rumbo de sacrificio y compromiso aunque de cuando en cuando, el llanto del remordimiento les haga retornar a la ribera de tu verbo, al litoral de tu cercanía, de tu esencia y tu calma.
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Flagelación
Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Jn 19,1
Hieren tu cuerpo con el látigo de la ira, la crueldad y la indiferencia y cada golpe que maltrata tu dolorida espalda lacera mi alma, haciéndola jirones. Ojalá pudiese con mi fe, detener el miserable brazo del verdugo que te ataca y que un ejército de ángeles descendiera de los Cielos, para hacer justicia con este sinsentido y los que lo provocan. Pero has venido para aguantar este castigo y enseñarnos que si Tú, siendo Dios, puedes soportar, en tu humildad infinita, esta inmensa humillación por cumplir tu mandato, del mismo modo las ovejas de tu rebaño debemos estar preparados para llevar la más pesada carga en defensa de la justicia y nuestras más profundas convicciones, porque vale más morir de pie que vivir cien años de rodillas…
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Coronado con espinas
Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de Él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Mt 27 27-30
Con espinas de dolor y de desprecio han ungido tus benditas sienes heridas y con cada gota de sangre que se derrama por tu frente se muere poco a poco la esperanza de mi espíritu confundido. Yo pensaba, Señor, que con un gesto tuyo, una legión de arcángeles se abriría paso entre las nubes que amenazan tormenta abriendo las puertas del Cielo, ajusticiando con la furia de sus espadas a los que osan tocarte y humillarte… intento comprender el sentido de toda esta locura, pero es tan complicado para un simple corazón que se ahoga entre lágrimas de impotencia por tu sufrimiento y tu martirio y que agoniza por verte golpeado y maltratado… y mientras las fieras inhumanas se burlan de Ti, Tú Humildad incalculable e inabarcable para la comprensión terrenal, nos enseña a no responder con puñales a los que nos apuñalan ni con odio a quien nos odia…
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Y te entregaron la Cruz
Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle Mt 27 31
Te condena la justicia que imparte el cobarde que lava sus manos, el miserable incapaz de ser justo que se ampara en un gesto insignificante para calmar su conciencia por enviar al cadalso a quien nada ha hecho más que predicar amor y paz. Y ordena que te azoten y castiguen y te entreguen la cruz del martirio, riéndose la fortuna del hijo del hombre, a las puertas de San Andrés…
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Tu Rostro
Avanzas lenta y pesadamente con el madero de nuestras tribulaciones y cada centímetro que derramas en tu agonía se convierte en sendero de martirio para los corazones que laten al compás de la granadera que te conduce al Gólgota de la injusticia. El sudor humedece tu bendito rostro mientras tus rodillas se niegan a obedecer tu férrea voluntad de cumplir la promesa de los Cielos. De pronto, sin saber de dónde, una mujer abriendo paso entre el gentío, ahora jauría, ahora dolor penitente, se acerca a tu Majestad para limpiar tu semblante con el lienzo de sus oraciones… ¡quién pudiera borrar tu martirio como se difuminan los regueros de sangre que se derraman por tu frente!… ¡quién pudiera alejarte de todo el sufrimiento inhumano que atormenta tu cuerpo dolorido!... ¡quien pudiera arrojar el contenido de este cáliz de muerte al sumidero del olvido!… ¡quién pudiera convertir este atronador caos en silencio celestial… y en Paz!…
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Calle de la Amargura
Le seguía una gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque llegarán días en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron y los pechos que no criaron! Lc 23 27-29
Entonces la vi, en aquella esquina… con su belleza impresionante de mujer luchadora que perdura pese a que su alma esté ajada por el devenir del sufrimiento… con su mirada perdida en el océano del dolor incomprensible de quien le están arrancando a jirones la carne de su carne… Las lágrimas inundan la noche de su mirada mientras siete puñales se clavan en su corazón marchitado. Y cuanto te aproximas a Ella, racheando tus sandalias, se cruza tu mirada con la suya… ni una palabra… no es necesario… cómo expresar con vocabulario humano el dolor inhumano que golpea las entrañas con el mayor de los horrores… sus pupilas en las tuyas… y su llanto de madre rociando la ribera de nuestros sentimientos de amargura y de lamento… de tragedia inconcebible…
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Vía Crucis
Amenaza tempestad en la negrura del firmamento del Gólgota de mis desvelos. Caminas con tu hechura impresionante mientras tus hombros torturados abarcan el excesivo peso del pecado del universo que te abandona en el devenir de los días e ignora egoísta el suplicio que soportas por causa de nuestras deudas. Y aún herido y cansado, tu inmensa grandeza ilumina los corazones del gentío que te observa enmudecido, conmovido… incapaz de ceñirse el costal cirineo para ayudarte a sobrellevar la carga que el destino te ha deparado… camino del Calvario el Rey del Cielo, paso a paso, golpe a golpe martilleando mi espíritu afligido de Pasión y sufrimiento…
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La tercera caída
Cargado con el peso del pecado de la humanidad entera avanzas por los senderos que se difuminan entre oraciones y promesas de silencio. Observo cada paso que rachean tus sandalias intentando comprender de dónde proviene la fuerza imposible para continuar con tu chicotá de tragedia hacia el Gólgota de mis lamentos. Tres veces se doblaron tus rodillas, Caído y sometido al peso infinito e inabarcable para un ser humano. Y en tu eterna Divinidad te has incorporado con el Poder celestial del que se alimenta tu grandeza, el que me enseña a sobreponerme a mis miedos y mis fracasos, a las trampas que me regala la vida… y la muerte…
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Cirineo
Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Mt 27 -32.
Soñé que estaba entre el gentío, lamentando y sufriendo tu suplicio inhumano e injusto; que me mirabas a los ojos solicitando mi ayuda calladamente… escuché al capataz de tu desdicha ordenar que ocupara tu lugar... y me vi dando un paso al frente, para compartir la carga que pretende hacer claudicar tu inmensa fortaleza. Soñé que me acercaba a tu ribera para ayudar a levantarte y alejar el madero de mis culpas de tu espalda azotada y ensangrentada. A veces cierro los ojos bajo la trabajadera e imagino que estás a mi lado, como uno más de los que anónimamente llevamos el costal en silencio. E imagino que comparto contigo el peso infinito de la carga que el destino te ha reservado.
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Despojado
Le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Mt 27 -34
…los soldados (...) , tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Jn 19 23-24.
Te han despojado de todo lo que tenías… separado de tu Madre, alejado de tus amigos, abandonado por tu grey y hasta privado de tus vestiduras… pero jamás podrán arrancarte la dignidad ni acallar el eco de tu Verbo. Desnudo frente al mundo, a pecho descubierto, envuelto en tu manto de Humildad y valentía… Sólo conservas la Cruz, la Fe y tus convicciones… tu esencia, tu mensaje, tu Verdad… y mi alma varada en tu orilla.
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Crucifixión
Cuando llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo crucificaron… Lc 23 33
Han posado en el calvario la cruz del cénit del martirio para darte muerte clavado en ella. Una muerte que pretende ser humillante y que mutará en símbolo para millones de almas. La crueldad es excesiva… cuatro clavos perforan tu cuerpo maltratado para consumar la horrible tortura que padeces. Y tu Madre derramando lágrimas de desolación acariciando con su espíritu agonizante tus heridas, intentando sanarlas vanamente… pero no es posible… tu destino está marcado. Abrazaste la cruz conociendo el final del camino que iniciaste con tus hechos. Y asumiste con tu invencible valentía cada golpe, cada dolor, cada menosprecio… Y aunque podrías con un gesto hacer que todo esto pasara en un suspiro o simplemente que no sucediese, te ofreces como cordero para cumplir la profecía y para alumbrar a toda la humanidad.
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La Exaltación del Perdón
La voz del centurión atruena en los espíritus afligidos con su impasible autoridad, con su inhumana indiferencia… con un dedo ordena levantar la cruz del destino para multiplicar nuestro dolor y arrojarnos por el abismo de la desesperación más oscura. Y me pregunto entre dudas y lágrimas si merece este sacrificio un universo que tolera que el Rey del Cielo sea masacrado y humillado sin mover un músculo para evitarlo.
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Madre e hijo
Junto a la cruz de Jesús, estaba su Madre y la hermana de su Madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la Madre y cerca de Ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu Madre". Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Jn 19 25-27
Maldita la crueldad humana, la iniquidad y la indolencia. Maldita la Tierra entera por consentir impunemente los siete puñales que se clavan en el corazón de una Madre desolada a los pies de su hijo agonizante…
Te miré la frente ensangrentada envuelto en mis pesadillas… pude sentir el escalofrío y respirar la humedad latente de los instantes en que empiezan a caer las primeras gotas de la lluvia de primavera. Observé el brillo en la mirada de María intentando imaginar lo que sentían sus entrañas… pero era imposible abarcar desde la orilla la dimensión del drama.
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La Conversión
(…) lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Lc 23 33-34
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo". Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino". Él le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso". Lc 23 39-43
He sido como un leño a la deriva en el río de mi existencia. En la cadencia de mi monotonía tropecé en miles de ocasiones con las piedras del sendero, empeñándome en despeñarme por el abismo de mis deseos y mis tentaciones. Y ahora, después de tantas equivocaciones, llegaste a mi ribera para hablarme de tu luz, para contarme que tu Padre es mi Padre; que como buen padre olvida los desprecios del pródigo, perdonando con una sonrisa mis culpas y mis faltas, con el infinito sacrificio que destila tu presencia en el cadalso de los pecados del universo. Y mi corazón envuelto en oscuridad sintió tu llamada y entendió tu mensaje… y sentí que un venero de esperanza comenzó a derramar sobre mi espíritu el néctar de la Palabra, de la contrición, de la frescura de tu Amor verdadero, y descubrí, comprendí, que Tú eres Dios. Porque sólo Dios puede indultar la lejanía de mis hechos y perdonar al mismo tiempo al verdugo que te ha golpeado… el que ha perforado tus manos y tus pies para clavarte en este madero que no mereces. Sólo Dios puede perdonar los pecados de la humanidad…
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Expiración
Desde el mediodía, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: "Elí, Elí, lemá sabactani", (...). Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías". En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: "Espera, veamos si Elías viene a salvarlo". Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron. Mt 27 45-51
Llora el crepúsculo de Nisán a las puertas de San Pablo inundándose la primavera de oscuridad y penitencia. En el instante supremo del holocausto, el grito del Rey del Cielo retumbó en nuestras almas clavándose en los corazones… "Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has abandonado?".
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En Verdad era Hijo de Dios
Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. Jn 19 32-34
El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: "¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!" Mt 27 54
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Alfa y omega
Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido. Lc 23 49
Contemplé la epidermis de tu cuerpo ennegrecido, maltratado y lacerado por el rencor, la ira y el rechazo, intentando comprender, desde mi esquina de silencio y aflicción, la injusticia de tu muerte cruel y despiadada, mientras el perfume de la inconfundible nube de incienso que acaricia el litoral de tu grandeza impregnaba mi espíritu sometido a la tragedia, azotado por el látigo del determinismo más encarnizado. Todo se había consumado, porque así estaba escrito.
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Entre dos aguas
Con Él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Mc 15 27
Dos peregrinos de caminos de perdición confluyeron en tu cruce de caminos cuando vino a reclamarte la reina de la guadaña. Ante tu Divina Providencia, uno decidió purificar el terreno que transitaba su cotidianidad, transformándolo en sendero de conversión, de retorno a la casa del Padre, de perdón y penitencia. Lentamente fue extrayendo cada escollo con que sistemáticamente tropezaban las ruedas de su caravana. Bastó una mirada, una palabra… el arrepentimiento sincero… y el esfuerzo y el sudor de sacar una a una cada piedra que había ido preñando la linde. Sin embargo. lo sencillo es sentarse a esperar, sin abordar el sacrificio que supone cambiar el mundo que nos rodea… y el otro caminante renunció al arduo trabajo, dejando el sendero plagado de rocas.
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La mayor de las promesas
Has dado la vida por todos nosotros, ofreciéndonos el mayor de los regalos... y a tu imagen y semejanza, entregaron a lo largo de la historia, su bien más preciado miles de ovejas de tu rebaño por defender al inocente, proteger al humilde y alimentar al hambriento. En contraprestación, al igual que sucedió contigo, la maldita piara demagógica, cobarde e ignorante que te sigue persiguiendo con el paso de los siglos, ataca, hiere y martiriza a tus hijos en nombre de la igualdad, la injusticia terrenal y una multiplicidad de dioses temporales sedientos de carnaza. Y con su nueva inquisición, culpan al sencillo sacerdote que predica tu mensaje, al misionero que arriesga su vida o al seglar que publicita sus sentimientos contrariando a la progresía que impone privacidad y silencio para el sentimiento religioso, de los pecados de una minoría de cuyos desmanes no puede hacerse responsable a toda la cristiandad.
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El Descendimiento
Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea, miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios, tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana y bajó el cuerpo de Jesús. Mc 15 42-46
En tu presencia Señor, entre los tuyos, contemplándote calladamente mientras te bajan de la cruz de tus tormentos. Dice el relicario de mis creencias que al morir, descendiste a los infiernos. Pero Tú no llegaste el averno cuando te capturó la muerte, sino desde el mismo instante en que viniste a este planeta ingrato, en aquél humilde pesebre… una gélida noche de diciembre, frente al mundo ignorante e indiferente. Y por él caminaste hasta tu martirio por el rechazo, el odio y el miedo del poder establecido al que te negaste a rendir pleitesía. Miedo a quien hace temblar el suelo bajo sus pies; a quien hace tambalear los pilares del santuario de sus miserias; miedo a quien sacude el trono de su avaricia.
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Angustias
Ahí está Ella, al pié de la cruz, sumida entre lágrimas, enclaustrada en su infinito sufrimiento imposible de contabilizar con medidas humanas.
Ella, la que te tuvo en sus brazos cuando llegaste al mundo, de la que aprendiste a caminar y a levantarte cuando la vida te golpeaba; la que te enseñó a vestirte, a leer y a cantar, a comprender el por qué de tantas cosas ordinarias... a vivir tu integridad, a soñar que puede modificarse el universo.
Ella, la que creyó en Ti desde mucho antes de que brotara tu semilla. La que confió en el anunciador de tu existencia y en el Dios que lo enviaba. La que te protegió entre sus brazos de la tormenta y el frío y consoló tu llanto en los desvelos de madrugada.
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La Mortaja
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente, por temor al sanedrín, pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y aloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. Jn 19 38-40
He depositado delicadamente tu cuerpo en un lecho de flores, para purificar tus heridas con silenciosas plegarias. Superado el miedo que me atormentaba, he recogido tu divinidad martirizada, para bendecir tu cuerpo con el bálsamo de mis oraciones en una eucaristía de lágrimas y envolviéndolo en el sudario de mi alma para darle sagrada sepultura.
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El Santo Sepulcro
Entonces José de Arimatea tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. Mt 27 59-60
Rachean zapatillas costaleras llevándote en sus hombros. Costales de penitencia del pecado, por dejarte morir en la cruz del sacrificio, sin detener el martillo que te clavó en el madero. Bajo tus trabajaderas, la esencia de tu sabiduría y el cáliz de tu mensaje. Tras el faldón, todos hijos tuyos, iguales a los ojos de Dios.
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El Duelo
Todos consuelan a la Reina del dolor y el lamento, tomando su mano, ofreciéndose como pañuelo y abrazándola con dulzura. Y Ella inunda al mundo entero con sus lágrimas. Su corazón casi naufraga en un océano de pesadumbre y su barco parece carecer de rumbo… pero en verdad, existe un destino para el timón de su navío.
De repente, en el cielo del horizonte se comienza a vislumbrar un rayo de sol entre la negrura de la tormenta, y entonces se produce la conversión... y María, que era hace un instante pasajera a la deriva en mitad de la tempestad, se ha transmutado en capitana del velero, en marinera de esperanza, en ancla para la humanidad y otra vez en luchadora. Y seca su llanto en su manto de estrellas, para atisbar una pequeña sonrisa mientras nos habla de Él, de su mensaje, de su promesa, del tercer día. Y Ella, la que vinimos a consolar, se erige en consoladora del universo para empezar a devolvernos la Fe...
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Soledad
Tu caminar sin rumbo te hizo regresar al Gólgota del sacrificio. Todos se habían marchado... arribaron a tu orilla para ser pañuelo de tu llanto y memoria de su fragancia. Y tras el duelo, el silencio y la ausencia. Observas la cruz abandonada con el sudario que han utilizado para descenderlo colgando del travesaño y sientes que el alma se te hace jirones mientras tu agonía derramada, hace brillar tu mirada como estrellas en la oscuridad del firmamento. Navegas en la inmensidad de la Soledad más absoluta.
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Esperanza
He sentido el frío de la ausencia peregrinando por mis entretelas. He sufrido la carencia, el miedo y la tristeza. He prostituido mis creencias por salvaguardar mis posesiones. He renegado de los que me tendieron su mano y se ofrecieron a pecho descubierto por defenderme, aún a riesgo de perder todo lo que tenían, su libertad y su existencia. He preferido despeñarme por el abismo de la desolación antes que levantarme y luchar por lo mío, por mi Fe, por mi Dios.
Y mientras el Hijo del Hombre yace inerte en el sepulcro de mis fracasos, te tengo a mi lado, Pastora de mi alma, Altar de mis sueños, Consuelo de mis desventuras. Para amarrar la quilla de mi barca al muelle de tu regazo y alimentarme de la dulzura de tu mirada con el néctar divino de la Esperanza que derramas por donde caminas. Esperanza en el tercer día, en la llegada del Reino del Padre y en que algún día, este maldito e ignorante planeta aprenda a respirar Amor, a beber Paz y a vivir la Verdad de Dios…
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Resurrección
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que Él os decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día". Y las mujeres recordaron sus palabras. Lc 24 1-8
Lentamente se disipa la tormenta y la oscuridad de la noche del Sábado Santo va buscando la lejanía del horizonte, transformándose en madrugada de estrellas y luna. La quietud de la nada comienza paulatinamente a preñarse de los primeros trinos del alba y en la línea que delimita el levante y el abismo centellean los rayos de sol que pugnan por hacerse un hueco en la infinitud del firmamento.
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