En los últimos años las hermandades y cofradías han experimentado un notable crecimiento en cuanto a popularidad y seguimiento por parte del público, cofrade o no, que ve como detrás de esa cofradía no sólo se encuentra el hecho de salir en procesión un día determinado en la Semana Santa, sino que también hay una actividad que se mantiene durante todo el año entre cultos, actos y actividades, algunas más que otras, que hacen que las hermandades sean vistas, en algunos casos determinados, como motor de una pequeña sociedad o grupo de personas pertenecientes a una misma comunidad, barrio o pueblo.
Es aquí donde una hermandad cobra su máxima dimensión en tanto que llega a ser epicentro de la vida social y cultural de estas comunidades. Además de este importante papel dentro de la sociedad, no podemos obviar el significado y función más importante de hermandad, que es la de asociación de fieles y devotos en torno a una imagen santísima ante la cual los pertenecientes a la misma realizamos un acto de fe.
Como es natural, cuando una congregación de personas se hace partícipe de la vida de una hermandad, donde además de la actividad devocional y religiosa, se realizan multitud de actividades, es necesario que exista un órgano que dirija y organice la gestión de dicha comunidad. Es aquí donde aparecen las Juntas de Gobierno, encabezadas por la figura del Hermano Mayor, el máximo representante de dicha asociación, elegido por la mayoría de los pertenecientes a la misma, sobre el cual recae la tarea de organizar y planificar la vida de la hermandad junto a un equipo de gobierno que desempeñará funciones similares durante cierto periodo de tiempo, rindiendo cuentas de toda su actividad ante el organismo soberano de cualquier cofradía, el Cabildo de Hermanos.
Es por todos conocido lo expuesto anteriormente, algo que en muchos casos queda en simple teoría cuando nos paramos a analizar lo que vemos en muchas hermandades en la figura de su Hermano Mayor, y en algunos casos también en sus miembros de Juntas de Gobierno, que aprovechan estas congregaciones de personas como “escaparate” político y social, que intentan hacer ver una supremacía sobre el resto de hermanos con sus actos y su comportamiento, por un momento olvidan que fueron esos hermanos los que decidieron confiar en ellos para encargarle la ardua tarea de dirigir una hermandad.
Desde ese momento el cargo que desempeñan en la hermandad parece despojarlos de la condición de “hermano” que todos tenemos para convertirlos en “ser supremo” frente al resto. Personas que tras una vara de mando anteponen el interés personal al bien común de la sociedad no son las adecuadas para estar al frente de nuestras hermandades. En esos casos es cuando todo se desvirtúa y pierde el sentido, donde prima aparecer en una foto en un medio o figurar en un libro, donde la riqueza se mide en bordados y encajes, donde se antepone un metal labrado a una persona, o donde se realizan “paseíllos triunfales” saludando al personal en una procesión o un acto religioso. Es aquí donde se olvida que lo importante, lo que mueve a una hermandad, son las personas y su devoción hacia una imagen divina; es aquí donde se confunde entre lo divino y lo humano, donde se cree estar por encima de todo y de todos, olvidando que lo que en realidad nos mueve a todos es el amor fraternal depositado a la representación del Hijo de Dios y de su Santísima Madre en la tierra.
Esta es la realidad que hoy en día vemos en algunas de nuestras hermandades, donde los que pertenecen a ellas dan todo por perdido y en muchas ocasiones abandonan la cofradía, olvidando que también están abandonando la razón más importante de la existencia de una hermandad. Es aquí donde los hermanos deben reaccionar y volver a recuperar el sentido único y verdadero por el que una hermandad cobra vida, y caminar juntos para demostrar que lo que realmente nos mueve a todos los verdaderos cofrades es el amor y la devoción hacia nuestros Santísimos Titulares.
Paco Afán
Recordatorio Twitter y cofradías: buscando la lógica