Lo primero que hay que aclarar es el por qué es necesario una formación
cristiana y cofrade. La educación es la base de la sociedad, una herramienta
que nos hace personas capaces de reflexionar sobre todo lo que nos rodea y
sobre nuestra propia conducta, de relacionarnos adecuadamente con los demás, de
solucionar problemas… En definitiva, la formación nos permite ser personas en
plenitud.
Todo ello, trasladado al mundo de las Cofradías, se traduce en un doble
sentido. Como cofrades, debemos ser cristianos para tener una base moral sobre
la cual construir nuestra pasión por la Semana Santa. A su vez, como cofrades
debemos ser conscientes de todo lo que rodea a este mundillo: es necesario que
sepamos cómo se monta un palio, qué cargos existen en una Junta de Gobierno y
qué funciones tiene cada uno, qué significado tiene la cruz de guía o qué
simbolizan los elementos de la heráldica de una Hermandad. La llamada
culturilla cofrade. Sin esta doble vertiente, la moral y la cultural, quien
pretende hacerse llamar cofrade queda incompleto. Es necesario preparar
cofrades preparados plenamente para el futuro. En sus manos quedarán nuestras
Hermandades y Cofradías.
Con respecto a cómo debe llevarse a cabo esa formación, permítanme
hablarles con pleno conocimiento de causa, puesto que me dedico de lleno al
terreno educativo. Es vital decir que quien entienda como formación una charla a
modo de clase magistral está cometiendo un craso error. Hay que buscar nuevas
metodologías atractivas para los cofrades, especialmente para la juventud, que
es la que más necesita de la educación. Resulta tedioso asistir a una
conferencia en la que se nos habla de una forma teórica de Dios, Jesús, María,
la idiosincrasia de nuestras Hermandades o de capataces y costaleros… En la que
nos limitamos a oír (más que a escuchar) lo que el conferenciante expone un
determinado tema y a la que, en general, se asiste por compromiso. Ese modelo
de formación ya está desapareciendo de nuestras aulas, por lo que considero
oportuno que también comience a ser reemplazado por una metodología que
implique procesos de reflexión y de participación activa por parte de los
cofrades. También hay que dejar de transmitir únicamente sabiduría teórica, hay
que prestar mucha más atención a procedimientos (cómo montar un palio por
ejemplo) y a actitudes (por qué la
competitividad insana ha de erradicarse del mundo cofrade). Ello asegurará que
los cofrades se formen integralmente, se conviertan en mejores cristianos y
conozcan cada vez más los entresijos culturales de la Semana Santa, siendo
además capaces de resolver cuantas vicisitudes se les presenten. De igual
manera, el poder de atracción de las Hermandades será mayor si estas ofrecen
una formación atractiva y útil.
He de confesar que, tal y como explicité en un anterior artículo, no veo
un futuro claro en nuestras Hermandades debido a lo que percibo de los jóvenes
que se hacen llamar cofrades. Hay que dar un giro para revertir la situación. Y
el único elemento que es capaz de cambiar el futuro es una formación cristiana
y cofrade adecuada, en consonancia a las necesidades actuales. Sólo así se
abrirá la puerta a un futuro más esperanzador. Un futuro mejor.
José Barea.
Recordatorio Verde Esperanza