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viernes, 21 de febrero de 2014

El cáliz de Claudio: Patrona de nadie


Cuando se publique este artículo, probablemente, todo se habrá cumplido. No significa que un puñado de líneas vayan a cambiar nada, pero no puedo dejar de preguntarme si todo gira en torno a un nombre, que no se pronuncia, pero que parece orbitar como un satélite sobre los pensamientos y obras que se realizan en la calle Isaac Peral (antigua del Lodo). Y leo noticias y me vuelvo a cuestionar, si ese nombre –tabú- fuera el que las protagonizara, si se pasaría de la complacencia o indiferencia, al escarnio.

No voy a hacer un alegato de defensa puesto que pertenecí a esa junta de gobierno y mis actos me avalan o me condenan. Tampoco lo voy a nombrar, ya me referirán con un gentilicio –acabado en “ista”-, de moda y dirigido a quienes critican alguna decisión. 


El asunto es otro. Es una advocación, la de la Patrona de la ciudad y también de la Agrupación de Hermandades y Cofradías, la Virgen de la Fuensanta. Durante largos años hemos visto como, en otras localidades, la patrona sale en procesión, mientras en nuestra querida Córdoba no asomaba del pocito si no era poco más o menos que por un jubileo. Ahora, con menos de un lustro saliendo en procesión, se discute la idoneidad de la misma.

La verdad es que desconozco los argumentos que mueven a plantear la continuidad del acto (quizá, el calor, víspera de laborable, la hora temprana, la organización recién llegados de las vacaciones, la escasez de público, los ensayos en agosto, el montaje, el desmontaje, la banda…), pero cuando se propone en el orden del día de una reunión es porque la duda está ahí, como el Dasein existencialista de Heidegger.

Sin duda, el argumento es razonable y que lo voten los hermanos mayores, amén de democrático, es conveniente y oportuno para que la decisión recaiga en los demás y así se delegue de la parcela ejecutiva en el momento más adecuado. Quizá, el calor, víspera de laborable, la hora temprana, la organización recién llegados de las vacaciones, la escasez de público, los ensayos en agosto, el montaje, el desmontaje, la banda… puedan parecer argumentos razonables que no se expresan en público, pero sí en privado, igual que el nombre que ahora es tabú, que no existió ni tuvo su dasein. Quizá, se quiera hacer tabla rasa con las decisiones tomadas –acertadas unas, erradas otras-, entre 2008 y 2012. Quizá, pensar a largo plazo –las tradiciones solo se consiguen con el paso de décadas y más décadas-, y asumir actos que no tenían otra intención que engrandecer a la Patrona de las Cofradías, que diluido en mil excusas que, a la postre, nos hacen pequeños y no nos dejen centrar la atención si al evento no van a acudir 150.000 espectadores. El teatro no tiene sentido sin público, pero el éxito nada tiene que ver con cuantificarlo en números. Quizá, en devoción, trabajo o perseverancia, quién sabe.

Blas Jesús Muñoz







Recordatorio El cáliz de Claudio






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