Así
como las horas de luz van ganando terreno poco a poco a la oscuridad de los
días de invierno, seguimos avanzando de frente (siempre de frente) y con paso
firme y decidido en busca de emociones ya vividas, pero siempre diferentes, que
guardar en nuestra memoria en torno a una nueva celebración de la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo en nuestras calles. Por tal motivo quisiera
hablarles hoy de aquellas imágenes de nuestra Semana Santa tristemente perdidas
con el paso de los años. Todos sabemos que las personas vivimos en constante
evolución y, por consiguiente, las distintas instituciones que las mismas
conformamos no son excepción a las distintas variaciones que experimentamos,
sufrimos y, otras veces, protagonizamos. Decía esta semana el periodista
Antonio Varo en su columna en el diario ABC –creo recordar que al hilo de
varias modificaciones en hábitos de ciertas Cofradías- que los cambios no
siempre han sido para mejor… y creo que tal aseveración es cierta y
perfectamente extrapolable a muchos de los cambios que han vivido nuestras
Hermandades que, a criterio de quien les habla, se han dejado parte de su...
¿personalidad? ¿Idiosincrasia? ¿Identidad? -quédense con el término que más les
guste- por el camino. A veces víctimas
de las modas, a veces de un intento de clonación difícilmente defendible y/o
justificable y otras por la inspiración de muchos catedráticos y doctos en la
materia (a los cuales sería necesario plantearse meter en una barca en medio
del océano y sin remos) algunas Hermandades han desterrado de nuestras retinas
imágenes que las caracterizaban y daban personalidad propia a la Semana Santa
de Córdoba. Algunos ejemplos:
La
Hermandad de la Oración en el Huerto decidió hace ya varios años eliminar de su
cortejo los estandartes que, tras su Cruz de Guía, reproducían las escenas de
la Pasión del Señor. Afortunadamente la Cofradía los conserva y los emplea en
el Vía Crucis que realiza con su Sagrado Titular en el interior de San
Francisco y San Eulogio cada lunes de pasión, así que aún queda la esperanza de
que algún día los volvamos a ver por nuestras calles. Asimismo la propia
Hermandad decidió sustituir al magnífico ángel confortador tallado por Miguel
Arjona por el que actualmente procesiona, debido a la gubia del imaginero Navarro
Arteaga. En la actualidad el ángel de Arjona acompaña cada Martes Santo al
Señor Orando del Huerto de Palma del Río. Por la parte que nos toca lamento
decir que mucho me temo que hemos salido perdiendo con el cambio.
Cada
Lunes Santo, al paso de la Virgen de la Merced por Santa Marina, añoro la
espera del cortejo en la Puerta del Colodro, cuando se fraguó en los años 90 el
intento de construir una Madrugá para Córdoba. Pero las circunstancias mandaron
y a su Cofradía creo que solamente cabe darle las gracias por el enorme
esfuerzo realizado y que, tristemente para todos, no fructificó. Lo que un
servidor sí demandaría a esta Hermandad es la recuperación del manto azul pavo
real en sustitución del blanco que en los últimos años luce Nuestra Señora. Entiendo
que es bastante evidente que la combinación palio azul (bordado en oro) – manto
azul es, a todas luces, más acertada que azul – blanco. Ahí queda la
sugerencia.
En el
Martes Santo siempre suspiro nostalgia al recordar a la boyante Hermandad de la
Sangre hacer su dificilísima salida del Monasterio del Císter en la calle
Carbonell y Morand. Nunca olvidaré el paso de la Cofradía en 1989 en el entorno
de Capuchinos, en su primera salida a las calles de Córdoba con el paso de
Ntra. Sra. Reina de los Ángeles a las órdenes de Fernando Morillo Velarde cuya
cuadrilla hizo todas sus levantás a pulso en esa Estación de Penitencia. Y, por
supuesto, añoro también el propio entorno de Capuchinos y el Bailio en Martes
Santo, cuando tras el paso de la Hermandad del Císter la masa humana congregada
seguía creciendo y creciendo, esperando el transitar del Buen Suceso y del
Prendimiento (romano a caballo incluido, claro). Es lo que tiene ir a la
Catedral -de la cual me reconozco defensor, aunque no a cualquier precio-: el
progresivo abandono de calles maravillosas para ver Cofradías que, por
desgracia, resultan inevitables “daños colaterales”.
Las
tardes de Jueves Santo me llevan a épocas pretéritas en las que familias
enteras, con todos sus componentes vestidos impecablemente, cumplían con la
tradición de acudir a los Sagrados Oficios y visitar los magníficos Monumentos
que cada Iglesia o Convento instalaban e instalan primorosamente. Guardo como
oro en paño en mi memoria aquel año en que el Cristo de la Caridad atravesó la
Judería para hacer Estación de Penitencia en la Catedral. Sueño con recuperar a
la Cofradía del Nazareno para la Madrugá. Y en esta echo en falta los
tradicionales hachones de cera roja que daban luz al Santísimo Cristo de la
Buena Muerte.
Me falta
el silencio del público al paso de las Cofradías de negro. Echo de menos, en
general, el recogimiento de la multitud en los días en que rememoramos cómo
Cristo ha dado su vida por nosotros.
Soy
consciente de que casi nada de lo enumerado tiene posible marcha atrás, aunque
me queda el consuelo de saber que todo ello siempre quedará vivo en mi
recuerdo.
Marcos
Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de cola