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jueves, 13 de marzo de 2014

La Firma Invitada: El Enemigo de la Semana Santa


Está en los cabildeos que sustituyen a la democracia del cabildo, en las barras afiladas de los bares, en el kitsch del tabernáculo kofrade, en la banalización de lo sagrado, en esa imaginería camaronera, en la decoración del costal como si fuera la visera de un camión, en los sones de unas bocinas que parecen cornetas o de unas trompetas con vocación de claxon, en las chicotás diseñadas a golpe de costero, en la hipocresía de un ruán no vivido, en el gesto piadoso de quien está calculando un ascenso social, en el mercado negro de las sillas, en el igualitarismo del todo vale aunque no valga nada, en los pregones incesantes que destrozan la lírica hasta sumergirla en el subsuelo del ripio.

El enemigo de la Semana Santa no está fuera. Los que no viven esta fiesta se van a la playa, o se quedan en casa, o salen por esos barrios donde no hay cofradías, que en esta ciudad del siglo XXI ya son la inmensa mayoría. ¿Los políticos? Si pueden hacer algún daño es por la obsesión que muestran ciertos barandas del capillismo gobernante a la hora de darles la vara a discreción… o a cambio de ese favor que se recibe así pasen los días del esplendor.

El enemigo de la Semana Santa no viste de trapillo ni fuma en pipa, no lleva foulard ni le canta a la flor del cannabis por el viejo puente, el río y la Alameda. El enemigo de la fiesta tampoco tiene por qué profesar una religión distinta, ni tiene por qué vivir en la duda del agnosticismo o en el convencimiento negativo del ateísmo.

El verdadero enemigo de la Semana Santa está en las casas donde la hermandad le ha cedido el paso al enfrentamiento visceral, en el frikismo que exhiben los que se toman todo esto como una afición para rellenar las horas muertas del ocio, en esas turbias maniobras para defenestrar a un capataz o para meter la mano directamente en la caja, en el uso y abuso de las cofradías para medrar en esta Andalucía mediocre. 

El enemigo de la Semana Santa está dentro. Elecciones a cara de perro, hermandades divididas, mindundis que se creen algo o alguien en la ciudad. Al otro lado, esos santos varones y esas santas mujeres que no sólo se desviven por recrearnos cada año la Semana Santa, sino que encima tienen que soportar a estos impresentables. Tienen el cielo ganado y pagado por adelantado.

Francisco Robles



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