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lunes, 31 de octubre de 2016

Las escenas olvidadas de la Semana Santa cordobesa (II)


Esther Mª Ojeda. Afortunadamente, la información que se ha conseguido conservar hasta nuestros días – ya sea a base de documentos, testimonios, tradición oral o imágenes – nos han permitido hacernos una idea bastante exacta de la historia de nuestras hermandades a través del tiempo. Sin duda, la fotografía que comenzó a popularizarse a finales del siglo XIX y principios del XX constituyen una valiosísima fuente documental con la que quedan despejadas una multitud de posibles dudas e incógnitas y con ello, las teorías e hipótesis que obligan a tener que imaginar el pasado de las cofradías.

Si en publicaciones anteriores una secuencia de antiguas instantáneas conseguían acercarnos a un período en que el Amarrado recorría algunos de los puntos más emblemáticos de nuestra hermosa ciudad en compañía de su desaparecido misterio o al dulce nazareno de San Lorenzo compartiendo su carga con el Cirineo, encontrándose con su Bendita Madre e incluso frente a la Santa Mujer Verónica, en esta ocasión haremos lo propio de la mano de las hermandades del Amor y la Sentencia.

Si algo no ha cambiado en la popular corporación del Cerro ha sido el gran arraigo devocional que el Santísimo Cristo del Amor ha suscitado entre el pueblo cordobés desde sus antecedentes como titular de la hermandad del Santo Crucifijo que ya existía en la Ermita de San José del barrio de la Magdalena. Sin embargo, la configuración del paso por su parte no ha constituido otra constante pues, años ha, el pequeño crucificado realizaba su estación de penitencia con la talla de una dolorosa – al parecer bajo la advocación de los Dolores –, San Juan Evangelista y los ladrones Dimas y Gestas, todas ellas figuras anónimas del siglo XVI atribuidas a Martín de la Torre. Todas ellas componían un conjunto del que los cordobeses pudieron ser testigos en los años 1973 y 1974.

No obstante, ya entre los siglos XVI y XIX las antiguas imágenes habían pertenecido asimismo a la primitiva corporación establecida en la mencionada ermita de la Magdalena. De aquel entonces se ha podido saber que al misterio se sumaba también una María Magdalena, actualmente en paradero desconocido. Así y todo no fue hasta la década de los 70 cuando la Hermandad del Amor se propuso recuperar las tallas de los ladrones que aún se encontraban en su anterior sede. Con este gesto, la cofradía pudo reincorporarlos al misterio, ya que hasta ese momento el Santísimo Cristo había procesionado tan solo con la Virgen y San Juan.

Más tarde, ya en 1981, sus fieles hubieron de acostumbrarse a una nueva alteración de la escena con la que el crucificado comenzó a realizar estación de penitencia en completa soledad. Una costumbre que se prolongó hasta hace pocos años en que se recuperaron la escena del Calvario compuesto únicamente por la Virgen y San Juan y que tan solo volvió a contar con las tallas de los dos ladrones para la histórica jornada del Vía Crucis Magno de la Fe de 2013.


Por su parte, la Hermandad de la Sentencia se distingue en la actualidad por poseer un completísimo y magnífico misterio que en nada se asemeja al de sus orígenes. El proyecto de representación del pretendido pasaje echaba a andar cuando en 1944 se cierra el acuerdo con el que Rafael Mir de las Heras encargaba al imaginero cordobés, Juan Martínez Cerrillo, la hechura del titular de la cofradía. 

El resultado obtenido dejó a los miembros de la corporación de San Nicolás plenamente satisfechos, motivo por el cual estos se decidieron a recurrir nuevamente al artista, esta vez para encomendarle la labor de realizar la talla de Pilatos que sería esencial para la llevar la idea a la práctica. Desde ese momento, Cerrillo se pondría manos a la obra, empleando para la ejecución de la nueva imagen apenas 25 días.

Gracias a esa premura, la Hermandad de la Sentencia pudo por primera vez hacer estación de penitencia en la Semana Santa de 1945 ya con Pilatos acompañando al Señor de la Sentencia, entonces bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús ante Pilato. La disposición sobre el paso era asimismo muy diferente de la actual, puesto que la imagen del Señor se presentaba orientado hacia Pilatos y con las manos atadas por la espalda. Quedaba así recreado el célebre Non Invenio In Eo Causam.

Dos años más tarde, la cofradía dejaba a un lado la denominación anterior para que el titular pasase al fin a convertirse en Nuestro Padre Jesús de la Sentencia. Tras la introducción de ese primer cambio, la hermandad del Lunes Santo seguiría adelante con la iniciativa de completar el misterio que ya había sido iniciado. Así las cosas, el pasaje aparecía definitivamente concluido con la incorporación de los sayones en 1947.

Durante décadas, esa fue la estética y la composición que rodeó al Señor de San Nicolás de la Villa, hasta que ya entrados los 90 la cofradía dio un nuevo giro con el que las figuras secundarias que habían acompañado a Nuestro Padre Jesús de la Sentencia eran reemplazadas por unas nuevas, obra de Miguel Ángel González Jurado. Ahora la escena, considerablemente más completa y coherente, reunía no solo a Jesús y Pilatos sino también a Claudia Prócula, un sanedrita, dos romanos y Barrabás. Con esta intensa renovación, la Hermandad de la Sentencia inauguraba en gran medida otro período de su historia, ahora con una representación que ganaba en realismo y calidad.




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