Me han prometido un Domingo de Ramos soleado, al igual que me lo prometo yo cada mañana, hacer que salga el sol y agradecerlo con una sonrisa. Como me decía una persona que fue muy especial en mi vida: “Sonríe, el mundo necesita maravillas”.
Eso os recomiendo a todos y cada uno de ustedes, lectores, no lectores, cofrades, no cofrades, católicos, no católicos, simpatizantes, perseverantes e increpantes, mi sonrisa va por todos ustedes.
Esa sonrisa traviesa que vive conmigo, la sonrisa que se dibuja en mi cara al probarme el vestido, las medias de cristal, la peina y la mantilla con su broche, y el rosario desgastado por haber sido portado en las manos de mi madre. Allá por antaño, cuando yo no levantaba dos palmos del suelo y no sabía que iba a recoger su testigo.
Mamá, te llevo siempre conmigo, las cuentas de tu rosario serán esa tarde mi abrigo, el que me arrope cuando coja Calle Feria arriba, ya caída la noche, con la brisa de aire meciendo el río, brisa que mueve el incienso y que impregna los azahares del olor del cielo.
Mamá, tú que sabes que te quiero, que para mí eres lo primero, no será tu mano la que coloque mi mantilla ese Domingo de Ramos, me faltará tu pañuelo, tu regazo, el fundirnos en nuestro abrazo, ese que cada año cuando cruza su arco deja huella en nuestros brazos. Te echaré de menos, mami.
Papá, te espera una estación de penitencia en toda regla, comienzas con las ganas con las que siempre afrontas todo, con esa sonrisa tan tuya, que tanto me gusta hacer mía, acabas –por desgracia- con la pierna casi a rastras, a pesar de ello, me gusta verte agarrado a la manigueta, me gusta saber que acabas tu camino, un año más, con Él.
Hay algo que te acompaña siempre, la fe con la que sales por San Francisco es la misma que te empuja cuando crees que desfalleces a la altura de la Mezquita, en Deanes no te da tiempo ni a pensar en si te duele, en cómo te sientes, eres suyo, estás ahí por Él, bendita labor, bendito privilegio acompañar a tu Señor.
Hermano, mi Kiko, mi niño bonito, ese cuellecito en el que “Descansa Dios”, la carita morena más dulce, esa mirada achinada bajo el costal, el amago de sonrisa mientras te muerdes el labio a la espera de noticias.
A veces quisiera matarte, pero por ti mataría siempre.
Este Domingo tus Padres estarán contigo, apoyados en ti. Mete riñones, cabeza erguida, aprieta los dientes y ¡Fuerte arriba! Amo tu manera de ver la vida.
Mi última mención es para ti, amigo, compañero, mi cabecita loca, mi nueva promesa. Y es que como te afirmé, voy a hacer todo lo que en mi mano esté para que te encuentres bien.
Cada noche te menciono en mis rezos, mis oraciones acaban en tu nombre, y en mi Domingo de Ramos no podías faltar. Es por ello que mi promesa ahora también va por ti, por tu sonrisa, por tu futuro, por tu mañana, por todas las lágrimas que recogió tu almohada.
Concluyo haciéndoos saber que parte de mi promesa va para alguien que dice no creer en mi Dios, que no entiende de fe, que no comprende ese amor, pero aunque él así lo enuncie, no puede resistirse cuando le digo que confía en mí, su cabeza afirma de manera rotunda, y yo creo en Él, soy todo fe, es por ello que de manera indirecta tú también confías en quien Ora por ti, por tu familia, y por nosotros, en ese Huerto de los Olivos.
A cuatro días de alcanzar la Gloria eterna, mientras el sol juega con las huellas que yacen en los cristales y los cofrades soñamos con la Semana por antonomasia. Una vez más, sean felices.
María Giraldo Cecilia