Me niego a llamar “antigua Mezquita”, a la que contemplo con el frescor de una flor nueva. Sería como intentar seccionar la arteria de la sangre, que busca un alma infinita. El todo conduce a la nada, si esta, quiere ser centro del todo. ¿Cómo poner autoría a un suspiro, como identificar una mirada en un océano de expresiones? . ¿Qué parte de la tierra nutre a la flor, si esta adentra sus raíces en cada huella de sus tonalidades?.
Templo de arena y estrellas. Palmera florecida que predica al viento….
Tacto de pétalos nacarados, sonrisas de astros, que iluminan ángeles que florecen entre Olivos. Brisa de Santidad arrulla a las Rosas, altar de piedra, que sangre del Cosmos contiene en las raíces de verdes juncos, hermoseando la profunda sencillez de la Marisma. Consagrado eco acariciado por luz de vida, solo el Creador posee en su mirada, el cromatismo infinito del tiempo. Existencial savia que nutre de fe imperecedera.
José Antonio Guzmán Pérez