El
lienzo que vengo contemplando durante… no sé ya cuánto tiempo… es tremendamente
confuso. En el cartel que los responsables del museo se han esmerado en colocar
escrupulosamente en las marcas aún visibles en la pared se puede leer: “El
Jardín de las Delicias. Autor: Anónimo S. XXI”. Intentaré describírselo a todos
ustedes de la manera más fidedigna posible.
La
pintura se compone de varias escenas repartidas entre tierra y cielo.
Observamos, en una panorámica general, un hermoso valle en cuyo centro se
distingue un lago. En claro avance hacia el mismo, se distinguen varias figuras
blancas (diría que son doce) que acuden a calmar su sed. Son unas pocas ovejas
de un inmenso rebaño que se ha disgregado por el idílico paisaje representado
por la brillante paleta de colores del pintor. Junto a un manzano, ubicado a la
izquierda del lago según la perspectiva del espectador, un macho cabrío ha
conseguido atraer a buena parte del rebaño hacia él. La siniestra figura del
cornudo animal aparece imponente subida al borde de una piedra, que parece
utilizar a modo de púlpito para dirigirse a las ovejas. Las mismas lo observan
embelesadas mientras algunas otras yacen dormidas plácidamente. Unas y otras
ignoran que, escondidos tras el manzano, hay varios lobos que parecen
dispuestos a darse un festín a costa de ellas. Por un sendero oscuro y perdido
que parece no llevar a ninguna parte camina una grey a cuyo frente hay una
oveja negra iracunda. En su avance parecen estar buscando algo o a alguien, no
podemos saberlo. La oveja negra que lidera la marcha no es, a todas luces, un
animal de fiar y, más tarde o más temprano, abandonará al resto en pos de su
interés personal. Escondida junto a unas zarzas en la parte inferior del cuadro
se puede ver a una oveja apestada, apartada del resto. Pero eso sí: está
rodeada de tesoros y monedas de oro. Quizá algo malo haya hecho para estar
oculta y desterrada y quizá, quién sabe, sea a ella a quien busca la oveja
negra.
En el
ángulo superior derecho del valle se libra una brutal pelea entre otro grupo de
ganado. Una oveja gorda está engullendo, junto a un charco de sangre, a dos
crías recién nacidas. Sonríe la misma ante la mirada del observador… ¡como
regodeándose la muy crápula! Justo bajo
la escena anterior se ubica un redil. Al frente de este un pastor viejo y
cansado divisa el valle sentado en el suelo. Ha observado cómo sus ovejas se han
disgregado y cómo todas ellas están abandonadas e incluso muchas de ellas corren enormes peligros. Mas no por ello
parece estar inquieto. Posiblemente el pastor tema más por su propia integridad
y por ello prefiere sacrificar a sus ovejas. Mientras tanto, otro pastor
esquila ovejas junto a otro, feo y desdentado, que muestra al primero un saco
enorme de monedas que ha logrado vendiendo la lana de las mismas. Próximo al
redil, un individuo aparece por la parte inferior al mismo guiando su propio
rebaño. El mismo parece pedir a los dueños de los establos cobijo ante la
tempestad que parece va a caer de manera inminente, pues señala a las nubes
negras que ve en el cielo. Los dueños, por su parte, le invitan a seguir
caminando por el valle, negándole asilo a él y a sus ovejas. Dirigimos ahora la
mirada al cielo. En la parte central, un rayo de luz surge desde un triángulo
blanco y llega hasta el valle dando luz al lago y a sus inmediaciones. El
triángulo está circundado por dos ángeles en movimiento hacia los laterales. El
que marcha hacia la izquierda, hacia un cielo azul, mira al espectador
sonriente mientras con su mano derecha muestra el centro del valle, la de las
aguas calmas del lago: la única realidad que, a su entender, existe. En su mano
izquierda, porta un pequeño banderín en plata con las letras griegas alfa, beta
y kapa.
En la
otra parte del cielo, el otro ángel abre sus brazos hacia todo el valle en un
ademán de mostrar al triángulo, hacia el que dirige desesperado su bella faz,
todos los males que acechan a su rebaño mientras los pastores terrenales viven
preocupados únicamente por su integridad y por dar culto al dinero. Las nubes
negras ubicadas a su derecha prometen traer un verdadero temporal que
descargará, si nadie lo remedia, por si fuera poco, sobre este valle que les
acabo de esbozar. ¿Habrá salvación posible para el mismo?
Marcos Fernán Caballero
PD: ¡Muchísimas felicidades,
Natividad! ¡Gracias por todos estos años junto a ti!
Recordatorio Candelabro de cola