Suspira el Ángel con las alas
agitándose al ritmo del pentagrama y los dedos punteando acordes que creía
olvidados. Escucha el Ángel cornetas y agrupaciones y las compara entre sí…
Compara los sonidos de cierta banda
que no se oye ni en los ensayos, cuando a un miembro de la cuerda de primera se
le escapa la nota como un gallo anunciando el amanecer. Eso sí, la banda suena
acompasada y afinadita, que menos, pues si se te oye poco –piensa nuestro
querubín-, poco y mal ya no casaría ni con una soltera de larga duración.
Los acordes se van alejando de la
ciudad y, aunque haya quien los justifique, el Ángel recuerda el chiste de la
madre, el niño y todos los demás que llevan el paso cambiado. Busca los motivos
¿Serán los proyectos a medio cuajar? ¿Serán los famosos mercados? ¿Será que
cada euro cuenta como un tesoro sacado del cofre? ¿Será que por el camino fue
olvidándose la brillantez de otro tiempo?
El Ángel quiere repartir
octavillas de la tercera formación en la que piensa. Es la más joven de la tres
y, quizás, por su corta edad, cuenta con el olvido pactado de quienes gustan de
una de las dos anteriores. Algún día puede que lleguen a los altares, que de
altares sabe el Ángel, y más de uno que calló dirá “yo lo sabía”.
Joaquín de Sierra i Fabra