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jueves, 24 de julio de 2014

Sendero de Sueños: No todos somos iguales. Carta abierta a Fran Rivera


Hay temas que, en ocasiones, me sacan de mis casillas. Que me hacen replantearme las cosas. Les comento...

Paseaba por la orilla del Mediterráneo cuando decidí sentarme frente a él para observar su inmensidad, dando gracias a Dios por el regalo tan maravilloso que nos ofreció. Me sentí tan insignificante... tan pequeña... sensación que he sentido tantas veces en alguna hermandad. Y no es que yo quiera aparecer en placas o en fotos, tengo buena escuela en eso, os lo aseguro, pero pensé en ello cuando leí la carta que un torero escribió a sus hermanos, molesto por el trato recibido en su reciente boda eclesial, en la capilla de sus Titulares.

No sé, ni me importa la suculenta cantidad económica que ha dado como limosna, pero estoy segura, Sr. Rivera, que con ella no ha intentado comprar a la Iglesia.

Dice que no le dejaron adornar la capilla con árboles que recordaban la Raya Real, o que después de llegar las flores que adornarían el retablo del Señor de las Tres Caídas de Triana, le dijeron que tenían que ser de otro color. Que también tuvo problemas con un foco, que le iban a dejar poner, en un principio, y luego tuvo una negativa. Un foco que haría que todo resplandeciera más en su suculenta exclusiva dentro de la capilla, que de por sí resplandece siempre por encontrarse en ella la Esperanza de los hombres.

Desconozco cuanto tiempo lleva usted con los papeles de nulidad en la mano, y con cuanto tiempo avisó usted en la capilla que se celebraría la boda, pero intuyo que no tuvo que ir a apuntarse al libro de bodas, que seguramente habrá en su hermandad, como hay en otras capillas, iglesias o basílicas, ¿verdad? Libros en los que se apuntan novios con más de dos años de espera.

Siento de verdad que todo no haya salido como su esposa y usted pensaron, pero sí creo que usted no debió hacerlo público. Simplemente, pienso que podía hacérselo saber por carta a la Junta de Gobierno que, en breve saldrá, y a la que usted, si vuelve a presentarse, no apoyará.

No siempre el dinero trae la felicidad, y no lo digo por usted, que se le ve muy feliz. Simplemente hay personas que se creen que con dinero pueden comprar a toda una hermandad. Y no, no a todos nos deslumbra el brillo del poderoso caballero D. Dinero. No todos somos iguales.

Hay personas que preferimos lo sencillo, lo hecho con esfuerzo compartido, lo ganado entre sudor y risas, entre llanto y trabajo, porque así se disfruta mejor de las victorias.

Miremos de vez en cuando a nuestro alrededor, Dios nos regaló cosas hermosas pero sencillas. Imitémosle en ello, y dejemos de hacernos eco y buscar los superficial, lo que brilla, lo que con el tiempo se ennegrece.
Raquel Medina



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