En esta sociedad repleta de quehaceres, materialismo y prisas, parece que
no hay tiempo para orar, para hablar con Dios. Estamos acostumbrados a concebir
la oración como una acción de pedir algo, muchas veces cayendo en el materialismo,
otras en el mercantilismo de ofrecer algo a cambio de lo que pedimos, pero lo
cierto es que pocas veces entendemos que la oración no es ni más ni menos que
conversar con Él, también a través de la Virgen María.
Es como si para lo único que somos cristianos y cofrades es para tener a
Dios cerca y pedirle favores. Quiero pensar que todo ello, como comentaba
anteriormente, causado por este mundo loco en el que vivimos. Quiero creer que
muchas veces dejamos de lado esa oración por falta de tiempo, por estrés…Pero
lo cierto es que lo que observo es que lo que tenemos y queremos es un Dios de
bolsillo. Es decir, lo tenemos guardado durante todo el tiempo, pero en cuanto
necesitamos algo o nos vemos entre la espada y la pared… Echamos mano de Él
enseguida. Alguna vez he hablado de aquello de ser cristiano y cofrade a
medida, pues algo así.
No olvidemos hablar con Dios, orar es nuestro WhatsApp para comunicarnos
de forma instantánea con él. No hay que caer en el error de hablarle sólo para
pedir, rogar y demandar (incluso pedir explicaciones) porque, aunque Él nos
acoge y escucha siempre, nuestro alma, como cristiana, estará mucho más
reconfortada si sabemos conversar con el de arriba. Démosle las gracias
constantemente. Por tener la familia que tenemos, los amigos, las necesidades
básicas cubiertas, por haber recibido educación, por haber aprobado ese examen
que tanto esfuerzo costó, por el trabajo… Por tantas y tantas cosas. Porque
Dios es responsable de todo lo que sucede a nuestro alrededor. E igual que
cuando algo va mal acudimos de inmediato a Él, ¿Por qué no darle gracias por
todo lo bueno que hay en nuestra vida? Uno se siente mucho mejor, en paz, se lo
digo de corazón. Prueben.
José Barea
Recordatorio Verde Esperanza