El curso cofrade nos ha dejado bastantes procesos electorales y, alguno que otro, pospuesto para el que se avecina. En algunos casos, la normalidad que debe tener un cabildo de elecciones ha brillado por su ausencia o, quizá, dentro de la normalidad -social y política- en la que vivimos inmersos la controversia y las supuestas irregularidades sean lo natural en el seno de una comunidad cristiana.
Podríamos repasar los últimos años y, más de un cabildo y de dos, en los que se han presentado a votar un porcentaje de hermanos tan elevado que, de repercutir de igual modo el día de salida, nos haría ser espectadores impávidos de cortejo bien nutridos y no de un paulatino desangrar de nazarenos, como el que se viene produciendo en los últimos años. A todos parece que nos cuesta coger la túnica y pasar unas horas en la soledad del camino que alumbra a nuestro respectivo titular. No parece que nos cueste tanto ponernos el costal, ponernos un terno civil y agarrar bien la vara o ir a votar desesperadamente. No obstante, esos términos son dignos de ser pormenorizados con mayor detenimiento.
Parece que hay supuestos personajes que desesperan por un cargo. No es la regla general, pero cada vez se va extendiendo más. Ser hermano mayor puede que para algunos se haya convertido en algo tan honorable como ser presidente del gobierno, como si tal cosa, hoy en día con la que está cayendo, lo fuera. Y lo parece porque de no ser así, no habría quien concibiera que, supuestamente, para alcanzar esa cima se desviviera pidiendo el voto de una manera más insistente que los voluntarios de republicanos y demócratas en las elecciones de los Estados Unidos. Y, supuestamente, es irrelevante que a quien se le pide el voto no reúna las condiciones exigidas. Es un supuesto como el del que afirma que, si pudiera, haría lo mismo que los corruptos que se sientan en el banco de un tribunal. "Si yo pudiera también lo haría" ¿Quién no lo ha dicho alguna vez? Pues eso. Vivimos en el reflejo de la sociedad que somos.
Además, según dice, hacer un supuesto apañito no es muy complicado. Te das a la política de hechos consumados y, cuando el contrario protesta -supuestamente- repites que es mentira hasta la saciedad, o el hartazgo, hasta que se convierta en verdad o el consiliario de turno haga la vista gorda. Porque, supuestamente, lo que aquí no se quiere son problemas, que el proceso sea más o menos limpio es un supuesto detalle irrelevante.
Por suerte, aun no es la regla general, aunque la mancha de gasoil se va extendiendo, supuestamente, por el océano profundo de nuestras hermandades. uno, que ya vivió de cerca un supuesto similar, se queda con la cara de tonto cuando, en el mejor de los casos te dan una palmadita en la espalda y andando. Y, lo peor que puedes hacer es indignarte, pues te llevas rabia y frustración y con una de las dos ya es más que suficiente.
Luego, supuestamente, nos preguntamos por qué una parte de la sociedad nos rechaza, sin tener presentes los supuestos espectáculos que damos, esos que marchan tan distantes del mensaje primigenio. Para evitarlo en la medida de lo posible, les pongo un ejemplo algo supuesto, algunos medios (hagan caso al plural que no es mayestático), algunos medios dicen, por ejemplo, ante la noticia de otro que en el titular llevaba impugnación, que no, que no la hubo. Sabrán ya a qué supuesto me refiero. Toda vez que, eso sí, ese mismo día habría una reunión con el párroco para repasar el censo. Así, a base de eufemismos alineados, supuestamente parece querer taparse el sol con un dedo u otra supuesta intención.
Luego, supuestamente, sí que hubo impugnación y silencio por quienes, en la previa la habían negado. Eso es muy de aquí, el supuesto silencio convenido que es el mejor disfraz a medida con que esconder nuestras vergüenzas.
El curso comenzará con dos procesos electorales que quedaron pendientes y un tercero que ya estaba programado. Solo cabe esperar que haya suerte y candidatos. Y mejor uno en cada caso que, como decíamos ayer, 2 son multitud y, supuestamente, a una de las partes se le pueden ocurrir supuestas ideas.
Blas Jesús Muñoz
Recordatorio El Análisis: Carteles y pregones