El Ángel ha echado a volar por los campos de Castilla y cerca de la frontera con el Santo Reino, atraído por los acordes imperantes del tambor y la corneta que tan de moda se han puesto en el cielo de la Semana.
Sobrevuela el querubín el Campo de Criptana, atraído por el rugir seductor del viento sobre el metal que deja la corneta. Es como su suspiro. Sencillo. No necesita grandes fortunas nada más que la de tocar por esas ciudades andaluzas donde el bus y el bocata son el mejor pago que uno puede recibir.
Sobrevuela localidades colindantes como si en la árida Texas estuviese. Árida la tierra del pueblo que se alza sobre una colina tormentosa que añorará aquellos Jueves coronados, mientras sonaba Braña, Morales o Pantión.
Sobrevuela torres altas que no cayeron, sino que se edifican. Se construyen por San Agustín y ¿quién sabe? Si, más pronto que tarde, cerca del puente donde se unen campos y arenales.
De tanto volar, el querubín ha vuelto a su nube como ha podido a tomarse una biodramina para el mareo.
Joaquín de Sierra i Fabra
Recordatorio El Suspiro del Ángel... Seda y blonda