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sábado, 23 de agosto de 2014

El Cristo de las Mieles, entre el milagro y la leyenda


Una cruz marca el centro del cementerio de San Fernando. Como si de un mapa se tratase, la marca señala a uno de los tesoros del camposanto sevillano, el Cristo de las Mieles, una talla bajo la que está sepultado su autor, Antonio Susillo. La leyenda ve en esta talla la causa de la muerte del imaginero; otros, una figura que obra el milagro de llorar miel.

La obra más representativa de Susillo, el Cristo de las Mieles, una obra plena de dramatismo realista, se levanta sobre la tumba del malogrado imaginero en el Cementerio de San Fernando. Cuenta la leyenda que, el escultor, al realizar esta talla, hizo las piernas al revés y que al contemplar su obra se percató del fallo. La angustia se apoderó de él y se quitó la vida. La misma fábula dicta que, a modo de homenaje, los sevillanos lo enterraron en el centro del camposanto sevillano bajo la imagen del Cristo.

Hasta ahí la leyenda. En realidad, y según relata el periodista Antonio Burgos en su «Guía secreta de Sevilla», Antonio Susillo se suicidó a los 39 años disparándose un tiro en la cabeza junto a las vías del ferrocarril, a la altura del muelle de La Barqueta en Sevilla. Posiblemente, la causa estaba relacionada con motivos económicos aunque la fábula creada a raíz de este luctuoso hecho aporta mayor romanticismo a su fallecimiento. La Iglesia de la época permitió su entierro en sagrado bajo el citado Cristo de las Mieles, en lugar de enviarle al Cementerio Civil como se hacía entonces con los suicidas.

… de las Mieles. El milagro.

El Cristo esculpido por Susillo llora miel. La voz de alarma la dio el guarda del cementerio, quien se percató de este hecho una década después del fallecimiento del autor. La proeza era tal que una delegación vaticana acudió rauda al camposanto sevillano para certificar el acontecimiento, que muchos ya catalogaban de milagro. «Es el escultor llorando su pena, su dulce pena», afirmaban. Aunque en realidad, esas lágrimas tenían una explicación menos mística.

Dada la enorme talla del Cristo, Susillo lo talló hueco. Así se reduciría el peso. En los ojos, el escultor dejó unas pequeñas grietas. Unas abejas hicieron el resto, construyendo un panal en el interior de la imagen de la que brotaba la miel. Desmontado el fenómeno, siglos después, la talla que señala el centro del Cementerio de San Fernando, el que marca la tumba de Antonio Susillo, sigue recibiendo el nombre de Cristo de las Mieles.










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