Pues sí, ya estamos de vuelta, después de un descanso. Y no veas la que hay liada con unos y otros. Yo me he entretenido en leer muchos artículos y he comenzado a leer un libro que le regale a mi hija, "La vida es un regalo", la autora, María de Villota. Y la verdad que es una pena lo que sucedió a esta chica por las ganas de vivir que tenía y de disfrutar la vida.
Y eso me he propuesto yo, disfrutar la vida, con mis hijos, con mi familia, con mis amig@s, y con alguien muy especial que me ánima cuando estoy triste, me alienta para llegar cuando mi cuerpo dice basta e incluso se bebe mis lágrimas dándome besos. Y la verdad es que voy a aprovechar de cada momento que me dé la vida, porque mañana no sé si estará ahí.
El otro día leí un artículo de Blas Jesús Muñoz, sobre el espectacular boom del costalero que tenemos en nuestra ciudad, que sigue subiendo como la espuma; esperemos que lo siga haciendo durante muchos años y este cuerpo que integra a nuestras hermandades siga con esas ganas. Muchos capataces han sido los culpables del boom y él citaba a una serie de directores de cuadrillas que en la actualidad por distintas razones están en el candelero.
Estando de acuerdo en la aparición de sus nombres, eché en falta muchos otros, Lorenzo de Juan, Federico Jiménez, Emiliano Castro, Javier Juárez, Federico Tovar, Ángel Carrasco y otros más, además de los tristemente fallecidos D. Rafael Sáez y D. Rafael Muñoz junto con D. Ignacio Torronteras. Ahora llegan otros con mucha fuerza y que también hacen muy bien las cosas y quizás algunos a los que no les dieron la oportunidad de ser capataz y hubiesen demostrado su valía y valentía en hacerlas.
Pero ante este boom, como he dicho antes, tenemos lo contrario con la pérdida de nazarenos en casi todas nuestras hermandades cordobesas. Y es una pena. Frente al que lleva toda una vida saliendo en su hermandad de penitencia y ya ha pasado por distintos lugares en función de su antigüedad de hermano en dicha corporación, está el que salía antes de nazareno, después pasa a costalero o acólito, y cuando se termina esta etapa le cuesta mucho trabajo volver a ponerse la túnica de su hermandad.
No estoy diciendo que sean todos, pero si una mayoría muy importante. Yo volví este año a salir de nazareno en una cofradía en la que llevaba tiempo queriendo hacerlo, pero por distintos motivos, no veía la posibilidad de poder salir con ella. También es cierto que me coincidía en día con mi hermandad sevillana de las Tres Caídas de San Isidoro. La cuestión es que este año si tuve motivos para enfundarme la túnica después de unas jornadas intensas de salidas como capataz o auxiliar en otras hermandades de la provincia de Córdoba y en la Madrugá cordobesa.
Pero de verdad, es triste como nuestras hermandades tienen un cuerpo de nazarenos tan cortito, y cuando llega el paso de la corporación entre acólitos, representaciones, costaleros, uno observa una cantidad de personal que si vistiesen capirote, algunas hermandades tendrían un cuerpo de nazarenos más que digno.
Lo mismo que enseñamos a los niños desde pequeños a querer ser costaleros, ¿por qué no le inculcamos ser nazarenos, para que empiecen como nazareno y después sean lo que quieran, para que cuando las distintas fases que vayan viviendo en sus hermandades se acaben, sigan vistiendo la túnica de la hermandad?
El rato que estás escondido bajo ese hábito sirve de mucho, para mirar hacia tus adentros y conversar largo y tendido con Él… y poder aclarar los aspectos que deban ser aclarados y ver con más limpieza en nuestros corazones.
Pachi Giraldo
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