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martes, 12 de agosto de 2014

La Voz de la Inexperiencia: Logrando sueños. Soñando logros


Retomo la sutileza y opto por escribir sobre las virtudes y la grandeza del ser humano. 

Harta de ver en la televisión una desgracia tras otra, niños mutilados que ocupan el primer plano de la pantalla mientras comes, asesinatos que dejan a familias destrozadas corriendo tras el furgón de policía que traslada al presunto culpable, centenares de vecinos impidiendo el desahucio de una pareja de ancianos, bancos de alimentos que no dan abasto, siempre y cuando no sean devastados, a esto nos estamos acostumbrando, y ante esto, apagué el televisor. 

Después de esta aglutinación de pensamientos negativos, de no saber cómo atajar de alguna forma el problema, me llegó un mensaje. Nada en especial en un principio, pero ante mis preguntas y las ganas de hacer saber de la otra persona el mensaje se tornó en noticia, positiva sin duda. Bendita bocanada de aire limpio. 

A pesar de que me ha dado por criticar el egoísmo y la falsedad de este mundillo cofrade e hipócrita, hoy tengo que quitarme el sombrero ante un proyecto muy sano. Consiste en un grupo reducido de jóvenes, que han emprendido una labor solidaria. Una revista con el fin de abastecer la despensa de Cáritas, entre otras organizaciones, quiero decir, en septiembre se hará la presentación de una revista que trata la Semana Santa de Andalucía, Córdoba y provincia de la misma, el dinero recaudado de dicha revista está destinado a un fin social, como he adelantado anteriormente. Estos jóvenes emprendedores han creado una asociación sin ánimo de lucro, por fin hay personas que no se quedan de brazos cruzados ante la ignorancia de cómo hacer tales cosas. 

Queda visto y comprobado que hace más el que quiere que el que puede, y es que los límites de cada quién se los pone uno mismo. 

Ahora pienso y no sé por qué me sorprendí la pasada semana al ver a una niña de unos nueve años de edad tratando de hacer un castillo, no es nada raro, ¿no? Lo raro era que la pala nunca iba llena, y nunca aterrizaba correctamente en el cubo. La niña de la orilla era ciega, ante esto, tras mirarla y pensar "pobrecita", me dije a mí misma, quizá ella esté disfrutando más teniendo menos. ¿Cómo puedo yo quejarme por mis problemas si soy capaz de hacer un castillo de arena? La diferencia está en que mientras yo veo una montaña de arena mojada, ella imagina un castillo digno de un cuento de princesas. 

Brindo por todas esas personas que conocen sus límites, los enfrentan y superan. 

Brindo por todas esas personas que lejos de cruzarse de brazos sabiendo a dónde tiene que llegar hacen lo imposible por averiguar el cómo. 

Les hago saber que no todo es desidia e ignorancia en este nuestro mundo cofrade.

María Giraldo Cecilia











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