Las imágenes nos traen el viento del recuerdo como una sombra tibia de nostalgias, pero, a veces, el instante es tan potente que siempre resulta cercano.
La tarde pasó como un huracán de sensaciones frenéticas, buscando el desenlace. No quedó piedra sobre piedra. La juventud -tan impetuosa- propició que los hechos fueran tan acelerados que ahora, tantos años más tarde, no sea capaz de retener una sola imagen de cuanto aconteció justo antes.
Sin embargo, aquella oscuridad, apenas rota por gramos de luz colándose a través de los respiraderos. Aquel potente olor a incienso. Aquella puerta abriéndose a la noche. Aquel golpe de llamador y el crujido de la madera. Aquella primera levantá. Aquellos primeros pasos pusilánimes del niño que comienza a andar. Aquella ruptura de la música, anunciando la llegada al reino de la calle. Aquellos primeros aplausos que suenan ajenos a lo que uno está haciendo. Aquella primera mirada en la soledad más absoluta de la contemplación.
Todo lo que alguna vez me llevó hasta Ella estaba predicho en el primer instante en que miré el rostro de la Virgen de la Caridad.
Blas Jesús Muñoz
Recordatorio Mis instantes favoritos: El primer ensayo