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viernes, 15 de agosto de 2014

Verde Esperanza: Silencio... se procesiona


Hoy quiero hablar de un tema que me molesta especialmente cuando una Hermandad está procesionando por las calles. El Silencio. Normalmente critico muchísimos aspectos de la Semana Santa sevillana, pero si en algo les admiro, es en el respeto que muestra el público cuando está observando el discurrir de una Hermandad, especialmente cuando ésta es de las de “negro”. Pero también con las demás, salvo alguna excepción aislada.



Yo pensaba que era un problema concreto de mi ciudad, ya que aquí se tiene la mala costumbre de aplaudir cuando se levanta el crucificado del Silencio, el palio de la Concepción, el Santo Entierro o la Soledad, y muchísimas más faltas de respeto, que prefiero ni mencionar. Pero conforme voy conociendo más Semanas Santas, observo con pesar que este problema se va generalizando, y realmente me da mucha pena. Otra de las situaciones que me da mucha pena es ver a estas Hermandades caminar prácticamente solas incluso por carrera oficial, porque todo el mundo prefiere irse para las grandes ciudades a ver “bombos y platillos”. Este problema se agudiza mucho en la jornada de la Madrugá.


Todo proviene de lo mismo, la batalla entre el folclore y la religiosidad, desde hace tiempo, comienza a ganarla el folclore. Hoy en día, el público parece estar más pendiente de que concluya un interminable solo de corneta o flautín o de que un misterio coleccione cambios para comenzar a aplaudir y lanzar “olés” y “vivas”, que en contemplar lo que va sobre el paso y saber valorar un buen racheo costalero de una Hermandad de negro de su ciudad. Y, a su vez, esta victoria momentánea del folclore sobre la religiosidad, está motivada por una carencia que menciono en casi todos mis artículos: la falta de formación cofrade y cristiana. Tenemos que enseñar a los miembros de nuestros Grupos Jóvenes, futuros cofrades, cuándo es procedente aplaudir (muy pocas veces), y cuándo es necesario callar (casi siempre). Porque lo que hoy en día le llega a la juventud, es que en esto de la Semana Santa todo es espectáculo, entre bandas y chicotás interminables, costales que tapan los ojos y más aspectos que nos alejan de Dios.

Una vez escribí sobre eso de “copiar” en el mundo cofrade, y decía que no hay nada malo en ello, puesto que toda idea proviene de una anterior, y siempre aporta algo nuevo. Pero en este tema considero que quizá deberíamos dejar de intentar copiar la masificación de salidas extraordinarias, los ojos de tal dolorosa sevillana o el tallado de tal barco hispalense, y centrarnos en adoptar algo verdaderamente envidiable, elogiable y verdaderamente imprescindible para cualquier Semana Santa: su silencio, su respeto.


José Barea











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