Blas Jesús Muñoz. Vivimos en una sociedad marcada por la inmediatez en que prima el consumo y, el hecho de no poder acceder al mismo, es capaz por sí solo de generar frustración, ansiedad, angustia... Esto lo hemos oído un millón de veces y, por ello, ni deja de ser verdad, ni pierde vigencia, ni deja de ser preocupante.
El consumo, lo que se consume, viene impuesto por la moda, cuyos trendings -al igual que los mercados en la economía- se erigen como personajes anónimos, globalidades enlutadas. Bien pensado, desde luego, así nadie pone cara a quien poder partírsela. Lo mismo ocurre, a escala chusca, en cofradías.
Miremos las bandas. Tan de moda, con tantísimas reproducciones en los canales de vídeo de Google. Certámenes y conciertos mil, hasta por el día del padre, de la madre, del nieto, del sobrino y del primo segundo -o la prima si está de buen ver, con perdón-. Miramos y vemos como han crecido como níscalos tras la lluvia. A manojos como los espárragos, tras un dominguito de perol en Los Villares. Y a uno le da por pensar si, al haber tanta oferta, si le da por caer a la demanda ¿no sucederá como en la crisis de los tulipanes, como en la del ´29, como en la que aun buceamos?
Uniformes, local de ensayo, instrumentos, desplazamientos. Cada noche oigo desde casa a dos bandas ensayar y me pregunto, día sí, día también, si de repente un día las estaré echando falta y tendré que redactar la noticia de su disolución. Ojalá no llegue ese momento, pero los pasos hacia él los vamos dando. Es como cuando en los años previos a 2007-08 a uno le daba por decir que el orgasmo económico era finito. Cualquier insulto era bueno para taparte la boca. Agorero, profeta apocalíptico...
Es una relación sencilla: muchas bandas-muchas hermandades. Contratos asegurados.
Pregunten en la Huerta de la Reina. No hace ni una década, nadie, absolutamente nadie, se hubiera atrevido a decir que esa agrupación musical que brillaba más que el sol se las vería con una Córdoba ingrata que, apenas le deja un par de días para tocar aquí y uno de ellos es con su cofradía.
No crean que voy a defender a la banda porque si las cofradías que prescindieron de sus servicios llevan su parte alícuota de culpa o absolución, la formación seguro que también.
Lo que no parece lógico es que si tocas para hermandades con un determinado corte vayas cambiando el repertorio en contra del mismo. Porque eso de "educar" a los cofrades está muy bien, pero al final resulta que hay diez profesores por alumno y eso agobia al más brillante de los superdotados. Sin embargo, tampoco resulta coherente llevarte toda la vida dentro de un género y cambiarlo cuando el viento cambia de componente en su intensidad.
A fin de cuentas estamos en lo de siempre. Cuando estás arriba eres un héroe y, si te quitan el pedestal, hasta tienes que renegar como San Pedro. La agrupación musical está visto que no está de moda, pero recuerden que aquí, en Córdoba, capital mundial de los saberes, reino de las tres culturas e inventora del género torero-pregonero... aquí, en los ´80 había agrupaciones musicales tras los palios, ahí es nada.