La Junta de Gobierno decidió volcarse en
lograr el ansiado sueño de tantos en la Cofradía. Y a fe que lo consiguió.
Fueron muchos los obstáculos en el camino, muchas las trabas legales y
burocráticas, muchas las zancadillas de algunos miembros de la Hermandad que
estaban frustrados por no ser ellos quienes encabezaban el proyecto anhelado.
Pero al final todo se resolvió favorablemente. La mayoría de los hermanos dio
su consentimiento y así el hermoso sueño se consumó.
Todo era júbilo y felicidad. El problema
vino cuando alguien cayó en la cuenta de que, para llevar a buen término un
proyecto de tan gran envergadura, hacía falta dinero... bastante dinero... una
suma notable de dinero. Y tras estimar todas las necesidades y determinar su
coste exacto, mire usted por dónde las cuentas no cuadraban ni a
martillazos.
Solución: ¡cuota extraordinaria para
todos! A fin de cuentas, ¿no era este el sueño de todos? ¿Acaso no era este el
proyecto de toda la Hermandad? Era justo, por tanto, que el proyecto se
financiara entre todos y que todos sintieran en carne propia lo que duele
llevar a buen término un proyecto. Y así se alcanzó el punto de ruptura:
-
¿Con mi dinero? ¿Qué yo pague esto de mi bolsillo? ¡Decididamente estos están
locos! ¡Pedirme 6 € este año a sumar a los 15 que ya pago de cuota al año!
¡Están enfermos! Nada, ¡yo me doy de baja! Si total, para ser devoto de la
Virgen no hay que pagar nada.
Y esta es la medida de lo que,
tristemente, en esta ciudad nuestra, duele una Hermandad.
Marcos Fernán Caballero
Recordatorio Candelabro de Cola: El traidor